Hubiera preferido dedicar esta nota a los problemas crecientes con Estados Unidos, confirmando lo que muchos hemos comentado desde que Biden llegó a la Casa Blanca. A pesar de sus mejores esfuerzos para desistir de cualquier acto que pudiera molestar a López Obrador e impulsarlo a dejar de cooperar en materia migratoria, las tensiones han ido aumentando. Seguirán, por las razones que esgrimimos muchos: sectores económicos poderosos en Estados Unidos exigen que su proteja sus intereses en , y el —tanto demócratas como republicanos— presiona cada vez más en función de sus convicciones y preocupaciones. Sólo para información de y la Cancillería, la carta de Menéndez y de Leahy sobre la politización de la justicia y la persecución de Ricardo Anaya —entre otros— no fue firmada por senadores republicanos como Rubio y Cruz porque la consideraron ¡demasiado blanda! y  no debido a su estridencia.

Pero prefiero hablar del de México en la Asamblea General de la ONU sobre la suspensión de del Consejo de (CDH) en Ginebra. Primero, la confusión de López Obrador. No tiene por qué saber que el Consejo de Seguridad y el Consejo de Derechos Humanos son dos instancias diferentes, pero sí tiene la obligación de pedir tarjetas a la , y de leerlas antes de decir idioteces. En efecto, sería absurdo —e imposible— sacar a Rusia del Consejo de Seguridad, pero nadie habló jamás de eso.

Ilustración: Pablo García
Ilustración: Pablo García

No vale la pena entrar a discutir la explicación de voto del representante de México. Se suele olvidar que el CDH es un órgano optativo y de cupo limitado: menos de la cuarta parte de los miembros de la ONU lo integran cada año. Nadie se ha muerto de estar o no estar: la suspensión era meramente simbólica. La explicación fue una simple justificación de una postura impuesta por López Obrador, y todo el mundo ha tenido que seguir instrucciones superiores absurdas en alguna ocasión. Lo grave es el grupo de países que nos acompañaron en este voto. Aquí se impone una breve sobre la idea de “like-minded countries”: países que piensan parecido.

En la ONU, pero de la misma manera en otras organizaciones regionales o internacionales, así como en sus relaciones bilaterales, cada país termina andando de la mano con determinados pares. Nadie, salvo en la cabeza de ignorantes o cínicos, sostiene que “mejor solos que mal acompañados”. En las relaciones internacionales, con muy contadas excepciones, todas las naciones forman alianzas, asociaciones, complicidades, hasta noviazgos. Cada capital puede escoger con quién, pero la decisión es ilustrativa de sus inclinaciones y encierra consecuencias. Juntarse con unos es distanciarse de otros. Decir que somos amigos de todos es una tontería: habiendo 192 países en la ONU, siempre seremos más amigos de unos que de otros.

De allí la propensión de muchos países, casi todos, de acercarse a quienes “piensan como ellos”. Los casos más obvios, conocidos y duraderos son la OTAN y la Unión Europea, pero Mercosur, la Liga árabe y la Unión Africana son otros ejemplos.

Un voto no define la elección que haya realizado un gobierno, pero cuando se trata de varios votos o declaraciones, empieza a revelar una tendencia. Los gobiernos serios votan igual en varias ocasiones sobre el mismo tema, y sus actos y manifestaciones públicas también son congruentes entre sí.

México se abstuvo sobre la suspensión de Rusia. Votó a favor de la condena en la Asamblea General y en el Consejo de Seguridad, siendo ésta última la votación más importante. Pero por otro lado no impone sanciones a Rusia, su presidente se declara neutral (invocando una tradición mexicana inexistente), y ahora se abstiene en una votación de gran repercusión mediática, y avala a un grupo de diputados de su coalición que respalda a Rusia mediante el eufemismo estaliniano del “Grupo de Amistad”.

Los “like-minded countries” de México en la ONU fueron, entre otros, países importantes como la India, Indonesia, Egipto y Sudáfrica. Los que votaron a favor de suspender a Rusia fueron países como Canadá, Francia, Suecia, Chile, Uruguay, Costa Rica y hasta Honduras. Pero en América Latina, las cosas fueron menos honorables. Cuba, Bolivia y Nicaragua votaron en contra de suspender a Rusia. Se abstuvieron México, Brasil y El Salvador.

He aquí el quid del asunto. La izquierda democrática latinoamericana —Chile, Argentina— votó a favor. Las dictaduras, en contra. Y las autocracias autoritarias —Bolsonaro y Bukele— se abstuvieron. Esos fueron nuestros “like-minded countries”.

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