La inteligencia nacional está bajo asedio. Con ese término me refiero al sector de la sociedad que ha elegido el camino del cultivo de habilidades y competencias intelectuales que le permiten ubicarse en las franjas superiores del mercado laboral. Son las mujeres y hombres que han sido etiquetados de manera obtusa e injusta como “aspiracionistas”, egoístas y conservadores; peor aún si en algún momento se formaron en el odiado país de Extranjía, en universidades de élite mundial, donde “sólo les enseñan a robar”.
El poder ejecutivo nacional está a cargo de una persona que con dificultades terminó su formación profesional. Eso no tiene nada de malo, pero puede explicar sus prejuicios personales contra el conjunto de los instruidos, que son asumidos como auténticos enemigos “de clase”. En la historia abundan ejemplos de líderes que profesaban profundos resquemores contra los eruditos. El ejemplo histórico proviene del siglo IV, se trata del rey de Siracusa Dionisio el Viejo, a quien Platón trató de ilustrar para convertirle en modelo del “Rey filósofo”. El rústico rey se hartó de sus consejos, y vendió como esclavo al ingenuo filósofo, quien se libró del inminente suplicio al ser comprado y liberado por un colega suyo.
El trabajo intelectual, como el que desempeñan los médicos/médicas y el personal de salud, es de alta especialidad. Su formación profesional requiere dedicar, al menos, siete años de sus vidas al estudio y a la práctica antes de unirse al mercado laboral. Además, están sometidos a multitud de certificaciones y actualizaciones que les obligan a una superación permanente. En otros países los profesionales de la salud integran uno de los sectores mejor pagados y prestigiados socialmente. El costo económico de su formación es elevado, pero su aspiracionismo les garantiza un buen nivel de vida. Las enfermeras(os) son escasos y por lo mismo se importan del Asia y de América Latina.
En México tenemos un sistema de salud fuertemente desequilibrado, que propicia inequidades regionales y sociales. El derecho a la salud había experimentado avances notables con el Seguro Popular, pero éste fue exterminado por los prejuicios de los nuevos Dionisios. Una cantidad indeterminada de profesionales de la salud fue despedida sin ser rescatada por el INSABI o por el sector salud.
Es increíble que hoy día los mayores empleadores de médicos en el país sean las cadenas de farmacias con consultorios anexos, donde se paga poco. Farmacias del Ahorro informa que paga $14,839 mensuales brutos a un médico general, sin prestaciones (t.ly/jc7a). El promedio salarial anual de estos profesionistas es de $175,460, según la página de búsqueda de empleos indeed.com (t.ly/7Uo6).
Los ataques verbales presidenciales contra este gremio, así como contra las instituciones de formación de médicos como la UNAM, responden a la urgencia de justificar una decisión político-ideológica: la contratación de más de 500 “médicos” cubanos para atender, se dice, a los sectores sociales más vulnerables del país, que los aburguesados sanadores mexicanos desprecian y evitan.
Es triste ver el desperdicio de talento humano que los prejuicios de la actual élite del poder acarrean. Pero no sorprende: esta actitud también se proyecta hacia el resto de la comunidad académica y científica del país. Un país que renuncia a su capital intelectual se hunde en el autoritarismo. No es gratuito el grito que el general franquista Millán Astray le profirió al rector de la Universidad de Salamanca, Miguel de Unamuno: “¡Muera la inteligencia!”
El autor es: Antropólogo social. Profesor de la Universidad de Guanajuato, Campus León, Departamento de Estudios Sociales. luis@rionda.net – @riondal – FB.com/riondal – https://luismiguelrionda.academia.edu/ – https://rionda.blogspot.com/