Aunque por sí misma, la política es incorrupta, gran parte de quienes mal ejercen la política ya sea como profesión o por entretenimiento, lo hacen con tal egolatría que la desprestigian, la enturbian. El plumaje de esos seudopolíticos no es como el que describe Díaz Mirón en su poema, porque ese sí se mancha. De ahí que la política se haya convertido en una palabra negativa, hasta agraviante.
La belleza del quehacer político no es la única que ensucian. Los desfiguros y desesperación de dichos personajes llegan a tal grado que hasta al Facebook le quitan la gracia. Un espacio que está destinado al entretenimiento se ve contaminado por aquellos que ansían, además del poder, el protagonismo. Seguramente nuestros gobernantes tienen mucho tiempo libre o por lo menos el suficiente como para no descuidar sus deberes por atender las “benditas” redes sociales, como diría el presidente (claro, sólo cuando a éste le conviene).
Pero hay que ser claros: en nuestro país eso no pasa. En México, los gobernantes ocupan el sudor de su frente en el porvenir y bienestar de sus gobernados. Por su parte, los actores políticos se esmeran en persuadir al electorado con sus buenos resultados, no mediante propaganda permanente. Es más, intenté enlistar a los vividores, ¡digo! A los servidores que hacen uso indebido de los medios oficiales para publicitarse, y no logré escribir tan sólo uno. Con funcionarios tan ocupados resulta imposible considerar que desaprovecharán su tiempo, nuestro dinero y el esfuerzo de expertos en promocionarse (por favor, lea este párrafo con sarcasmo).
Hablando en serio. Es lamentable como el talento de los profesionales, de mentes creativas se ve mermado por la ambición sinigual de los vulgares. Pero, como dijo Bonaparte: la grandeza del Hombre se mide de la cabeza hacia el cielo; he ahí la razón por la que hay tantos enanos políticos en nuestra época, esos que manchan hasta el ingenio tiktokero.
Creímos que el uso del talento ajeno para beneficio propio menguaría con el tiempo y se limitaría a lo manual, pero ha quedado demostrado que también se lleva a lo virtual. Y es que la depravación de los mal llamados “políticos”, no tiene límites; abarca de lo más noble hasta lo más banal, de lo complejo a lo sencillo. Por eso les recuerdo que, aquí y en China, servir es servir y servirse es servirse. Afortunadamente, el valiente vive hasta que el cobarde quiere.
El 23 de mayo de 2003 celebré mi primer Día del Estudiante, tenía 15 años y cursaba el segundo semestre de preparatoria. Eso es todo, sólo recuerdo la fecha. La festividad por sí misma resultó de mi interés con el tiempo; para ser preciso, la valoré hasta que me convertí en maestro. Con el paso del tiempo, mi admiración hacia mis alumnos reafirma el motivo. Y, a pesar de que las excepciones existen en todas partes, me entusiasma percibir la sensibilidad y empatía de los estudiantes de hoy.
Mis alumnos me hacen confiar en que nos depara un mejor futuro. Son conscientes de que el mundo es compartido y ello se refleja en su embate hacia la indiferencia humana, la frivolidad y los excesos. La agudeza de sus reflexiones me deja en claro que “Detrás de la fama” o de “Un día de esquizofrenia”, “Fuimos”, somos y seremos ciudadanos conscientes de la grandeza de “Vivir y sobrevivir”. Muchas gracias por concederme el privilegio de ser su maestro. ¡Feliz Día del Estudiante!
Post scriptum: “Conocerte no fue mi peor error. Mi peor error fue caer junto a ti”, América Covarrubias.
* El autor es doctor en Derecho Electoral y asociado del Instituto Nacional de Administración Pública (INAP).
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