Una vez más López Obrador se logró apoderar de la agenda política, en esta ocasión la de la Cumbre de Las Américas.
Joe Biden vive una gestión peculiar que ha sido dañada por la oposición destructiva de la derecha republicana y su componente ultraderechista que están inmersas en una dinámica paralizadora. Así, aunque logra exitos pierde reconocimiento. En la arena doméstica logra reducir el desempleo, alcanzó aprobación de una parte de su paquete de medidas de reconstrucción de la economía con buen impacto económico, pero los republicanos han bloqueado los proyectos de reconstrucción social y económica y de control de armas. Y luego lo alcanzó la guerra en Europa que combinada con la ambición corporativa generó inflación.
En el terreno internacional Biden jugó bien la unificación de Europa y de la OTAN en contra de Rusia tratando de repetir la guerra fría, y sigue la guerra de baja intensidad con China. Eso que se supone exitoso no revierte su muy baja tasa de aceptación y campea la opinión de que perderá las elecciones de medio término, lo que de suceder le ataría las manos por el resto del cuatrienio y abriría la puerta para una agenda regresiva.
Tardíamente voltea hacia América y como era de esperar lo hace bajo la visión imperialista, que ante la dificultad para hacer una reforma migratoria integral intentará que continue el control migratorio como paradigma en las relaciones continentales.
Estados Unidos es responsable de una buena parte de la migración y se rehusa a atenderla asumiendo esa responsabilidad. Igual que con las drogas culpa a los países por producirla o por el tránsito y no porque Estados Unidos sea el país más adicto de la tierra; en la migración culpa a los países que expulsan población o aquellos por los que circulan migrantes, en lugar de aceptar que la CIA, el entrenamiento de políticas militaristas y represivas y sus políticas depredadoras económicamente lanzan a la desesperación a millones de personas que optan por migrar.
López Obrador planteó una idea que circula por Europa hace varias décadas. Retener a los migrantes en casa invirtiendo en los países expulsores de población. Le propuso a Estados Unidos que invirtiera en México y Centro América, especialmente en su programa sembrando vida, que además de crear empleo tiene impacto ambiental, y que se emitieran visas de trabajo para desahogar la tensión por falta de empleo. Estados dijo que sí pero no dijo cuando. AMLO indicó que aceleradamente autorizaron miles de millones de dólares para la guerra en Europa pero no para el desarrollo de Centro América. Reconozcamos que pesa más el interés de la industria del armamento que el de la defensa y promoción de la dignidad humana. Queda pendiente el tema de seguridad que no es cosa menor.
Al parecer en la Cumbre no se apartarán de la visión militarista de control migratorio y buscarán que los países se sumen a los medios de control migratorio, tema inaceptable para muchos.
Ante la realidad de una continuación de las políticas, AMLO juega un gambito y plantea que la Cumbre sea de unidad lo que incluye replantear la política de sanciones a Cuba y Venezuela, poniendo a Biden en un brete porque tendría que confrontar a la derecha, y al lobby cubano, que ya no pesa tanto en Florida.
La ausencia de AMLO preocupa a Biden porque muestra oposición a la narrativa imperialista de un actor de peso (México y el liderazgo de AMLO); si asiste, ya puso las bases para mover el debate hacia la unidad americana además de insistir que la migración debe atenderse con inversión para el desarrollo.
Frente a las elecciones Biden necesita un triunfo en América. Requiere un gran acto positivo hacia la comunidad hispana molesta por la inacción legislativa en materia migratoria y le sería útil una declaración de acercamiento con los país de la región, mientras continúa la deportación de hispanos y hasta de los cubanos que fueron tratados con especial atención durante décadas, y la permanencia de medidas trumpianas.
El tema central es el desarrollo americano. Estados Unidos debe ver con preocupación que países como China hayan puesto los ojos en su patio trasero, cuya finalidad imperialista para apoderarse de recursos naturales y tener una influencia clave en transportes y comunicaciones se opone al avasallamieno estadounidense.
América Latina creció y aunque sigue siendo dependiente y débil por si misma, tiene peso electoral en foros mundiales y cada día más peso electoral interno en Estados Unidos.
Nada es automático, ni nada puede darse por sentado, ni la influencia de AMLO para modificar la política migratoria de Estados Unidos, ni la dirección del voto de los hispanos en Estados Unidos, podrían castigar a los democratas o darles el apoyo para que no pierdan el control político del país. Su ausencia tampoco afectará la compleja agenda bi-nacional.
Vaya o no vaya, AMLO puede haber ganado políticamente y aunque la Cumbre seguramente no cambiará de tajo la realidad del último siglo, algo de agua podrá llevar al molino del sur del Río Bravo.