Para mis amigos de La Troje.
AMLO abraza criminales, al tiempo que repudia opositores (contra quienes descarga incansablemente su risible, aunque interminable arsenal de falacias, con el burdo fin de desprestigiarnos, muy en especial, frente a sus nutridos incondicionales, que es ante quienes sus mentiras aún mantienen casi todo su innegable poder de encantamiento).
Lo anterior lo hace debido a que, dentro de su perverso sistema de pensamiento, un fifí es muchísimo más peligroso que un violador o un feminicida, pues estos dos últimos son tan sólo «inocentes víctimas» de las «criminales» acciones del primero de los tres, es decir, de todos aquellos que hemos cometido el pecado capital de no pensar como él (de ser “conservadores”, “neoliberales” o el término supuestamente despectivo que se le pueda venir en mente). En pocas palabras, al yo criticar a AMLO, indirecta o incluso directamente, estoy dejando múltiples víctimas tendidas ante mis pasos; este artículo es, entonces, un poderoso generador de asesinos seriales y violadores, víctimas ellos, insisto, del “malévolo” origen ya citado (es decir, de mi propia mente y de mi propia pluma).
Al pensar de esta corrompida manera, AMLO, entonces, deshumaniza a aquel que en realidad delinque, convirtiéndolo dentro de su cerebro (y al igual que a sus irracionales fanáticos), en una bestia (al primer grupo -el de los criminales- en animales salvajes y, al segundo -el de los chairos promedio-, en mascotas fieles, cariñosas y amaestradas); pues es que automáticamente se deshumaniza a una persona al tacharla de incapaz de hacerse responsable de sus propias ideas y de sus propias obras (incluso de sus propios crímenes) y también, por si fuera poco, al convenientemente querer catalogar a sus adversarios políticos, como a los verdaderos y cimeros culpables de los ya citados actos criminales. No son humanos libres, pues, sino tan sólo seres objetivamente inferiores (al menos según AMLO), enteramente incapaces de responder por sus propios actos, como si fueran perros o personas enteramente carentes de sus respectivas facultades mentales, y vaya que no lo es el criminal, ni lo primero ni tampoco lo segundo, pues ni un animal es capaz de cometer un crimen como tal y, por si fuera poco, el ser voluntariamente malévolo (es decir, el cometer un crimen), en absoluto es sinónimo de padecer algún tipo de discapacidad cognitiva de orden neurálgico.
Es por eso que sus “mascotas” requieren de croquetas (y él, su “generoso amo”, está “moralmente obligado” a proporcionárselas); es por eso también que los abrazos se dirigen a los violadores, a los asesinos y a los pederastas (a aquellas “pobres”, «inmaculadas» e «inocentes» víctimas de nosotros, que somos nada menos que los supuestos y acérrimos enemigos del pueblo de México -pues él es el pueblo, ergo, nosotros somos el “anti pueblo”-), mientras que las metafóricas balas, de manera mucho más que lógica y evidente, van directito en mi contra (en nuestra contra, para ser más exactos: la de los supuestos verdugos, insisto, del “desamparado” crimen organizado, o, mucho mejor dicho aún, hacia todos sus críticos: los verdaderos responsables de la verdadera muerte del discurso falaz, vacío y demagógico de un presidente autoritario e inepto, poseedor de la perversidad suficiente como para decidir no proteger al pueblo que juró proteger y, por si fuera poco, también la de estigmatizar y criminalizar de forma simultánea a todo aquel que ose no compartir las malévolas y retorcidas estupideces que él tanto se enorgullece en abrazar).