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En noviembre seremos ocho. ¿Ocho qué? Ocho millardos de seres humanos, es decir, ocho mil millones: un ocho seguido de nueve ceros. En el Sistema Internacional de Unidades un millardo equivale al prefijo giga, así que vale decir que antes de que termine 2022 —el 15 de noviembre según la ONU— seremos ocho gigas de sapiens.
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Más de 200 mil años después de que nuestra especie surgiera de la cadena evolutiva, el primer gigasapines se alcanzó en los albores del siglo XIX, justo hace 218 años. En 1804 el estado nacional llamado México no existía, su lugar lo ocupaba el virreinato de la Nueva España. En Francia, tras un plebiscito, Napoleón fue declarado emperador, un emperador democráticamente electo. En Inglaterra, Richard Trevithick construyó la primera locomotora de ferrocarril, y Friedrich Sertürner, en Alemania, logró aislar la morfina de la Papaver somniferum (opio).
De toda esa gente que conformó el primer millardo de seres humanos, hoy no queda nadie vivo.
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Poco más de un siglo después, la población mundial se duplicó: en 1927 habitaban el globo dos millardos de hombres y mujeres. Aquí en México habíamos pasado por la Reforma, la Independencia y la Revolución: el mandamás era Plutarco Elías Calles. La humanidad ya había pasado por su I Guerra Mundial. Ese año, hace 95, Lindbergh aterrizó en París luego de haber conseguido el primer vuelo transatlántico de la historia.
De los dos mil millones de humanos que habitaban el orbe en 1927 hoy todavía quedan algunos cientos de miles para contarlo —la ONU estimaba que en 2021 la cantidad de longevos centenarios en todo el mundo ascendía a 573 mil—.
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El siguiente gigasapiens, el tercero, se logró acumular 33 años después. Hace 62 años, la humanidad ya había pasado el trago amargo de su II Guerra Mundial. En Cuba, Fidel Castro nacionalizaba todas las empresas de la isla. En México —que entonces tenía apenas 35 millones de habitantes—, el presidente Adolfo López Mateos hizo lo mismo, pero sólo con la industria eléctrica. El tanzano Laurean Rugambwa se convirtió en el primer cardenal negro de la Iglesia católica. En mayo, la URSS puso en órbita el Sputnik IV —el primer satélite artificial de la historia, el Sputnik I, había sido lanzado en 1957—. Las computadoras personales aún no existían. La banda británica The Quarrymen cambió de nombre; hoy sobrevive la mitad de los miembros de ese grupo, ambos octogenarios: Paul McCartney y Ringo Starr.
Poco más del 10% del total de la población que hoy vivimos en la Tierra ya andaba por aquí en 1960, cuando apenas había tres millardos de personas.
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Sólo tuvieron que pasar 14 años para alcanzar los cuatro gigasapiens. Entonces el presidente de este país era un señor que apenas murió, con cien años, el sábado pasado, Luis Echeverría Álvarez. En 1974, el mundo era bipolar. Alemania estaba partida en dos, y en el país occidental se disputó el décimo Mundial de Futbol. India detonó su primera bomba atómica para convertirse así en la sexta nación con capacidad de devastar a la Humanidad. Ese año ganaron el Premio Nobel de Literatura dos suecos que desde hace mucho nadie lee, Eyvind Johnson y Harry Martinson, y Carlos Fuentes terminaba Terra Nostra, una novela que bien vale un Nobel. Ni él ni nadie escribía en una computadora personal —la Apple I no saldría a la venta sino hasta 1976—.
Quienes hayan nacido en 1974 hoy tienen 48 años de edad; ya no se cuecen al primer hervor. Yo menos: entonces batallaba con los quebrados; cursaba el cuarto de primaria.
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El Fondo de Población de la ONU designó el 11 de julio de 1987 como el día en el que la población mundial llegó a los cinco mil millones. Desde entonces se considera el Día Mundial de la Población. El recién nacido Matej Gašpar de Zagreb, Croacia, fue elegido el sapiens cinco millardos. Por aquel entonces todavía existía la Unión Soviética, Reagan gobernaba a los norteamericanos, Margaret Thatcher a los británicos y Miguel de la Madrid vivía en Los Pinos.
Se estima que actualmente la edad mediana de quienes tenemos el privilegio de pulular vivos por este mundo es de 30.4 años, de tal suerte que quienes nacieron en 1987 son más viejos que la mayor parte de sus prójimos.
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Hace tan sólo 23 años, éramos seis gigasapiens. Eso quiere decir que todas las personas nacidas no después de 1960 —cuando el mundo cargaba a cuestas tres millardos de humanos— y que permanecían con nosotros en 1999 presenciaban entonces cómo la población planetaria se había duplicado en menos de cuarenta años. En 1999 comenzó a circular el euro, el presidente estadounidense Bill Clinton era juzgado políticamente por la Cámara de Representantes por negar un fellatio recibido en horas de trabajo y Günter Grass era galardonado con el Nobel de Literatura. Boris Yeltsin y Cuauhtémoc Cárdenas renunciaban a sus cargos, el primero a la presidencia de Rusia y el segundo a la jefatura de gobierno de la capital de la República Mexicana; serían sustituidos por Vladímir Putin y Rosario Robles, respectivamente.
Antes de que terminara el siglo XX, en el sentido común hegemónico de Occidente se mantenía firme la enorme insensatez de que habíamos llegado al fin de la historia.
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… doce años pasaron y en 2011, el 31 de octubre según estimaciones de la ONU, sumamos siete mil millones de seres humanos. Ya entonces había indicios de sobra que mostraban que de la historia podíamos decir mucho, menos que hubiera llegado a su fin: Nueva York había perdido las dos Torres Gemelas y el crac financiero de 2008 mantenía temblando a los principales mercados. No fue hace mucho: Barack Obama despachaba en la Casa Blanca, Felipe Calderón mantenía a México en guerra —en agosto, sucede una balacera e incendio en el Casino Royale de Monterrey; la masacre dejó 52 víctimas— y Messi ya ganaba su tercer Balón de Oro.
Los niños y las niñas que nacieron en 2011 para integrarse a la enorme masa humana de siete gigasapiens seguirán siendo menores de edad cuando otro millardo más se sume.
¿8?
Puede perfectamente ocurrir algo apocalíptico, hecatómbico… Puede suceder una eventualidad cataclísmica cuyos elementos estén ya puestos en la mesa y a la visa de todos: por ejemplo, nadie podría darse por engañado si, cualquier mal día de estos, alguna potencia decidiera usar un armamento atómico, o incluso algún otro que no conozcamos hasta ahora ni de nombre, e iniciar una conflagración de la cual la civilización no salga avante. Y por supuesto, como la pandemia de la covid-19 nos acaba de recordar, tampoco estamos vacunados en contra de una desgracia planetaria para la cual nadie esté preparado. Pero ¡bueno!, seamos optimistas y pensemos que no, que no va a pasar nada que cambie drásticamente las tendencias demográficas y que, efectivamente, el próximo el 15 de noviembre lleguemos a los ocho gigasapiens. ¿Qué tanta gente es eso?
Según el Censo de Población y Vivienda de 2020, hace dos años en México residíamos 126 millones de personas. Al primer trimestre de 2022, según la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, también realizada por el INEGI, éramos ya poco más de 128.2 millones. Así que, si suponemos que en noviembre alcanzamos los 129 milloncitos, para entonces la de nuestro país representará únicamente el 1.6% de la población total del planeta. Dicho de otra manera, el mundo estará habitado por el equivalente a unas 62 veces la gente que vivamos en México.
Bien podemos suponer que la densidad de población de la Ciudad de México no ha variado demasiado en los dos últimos años. Según cifras censales, la población relativa de la capital de la República Mexicana, con una extensión territorial de 1,495 kilómetros cuadrados, asciende a 6,163.3 habitantes por kilómetro cuadrado. Así que, si los ocho millardos de seres humanos que seremos en noviembre próximo viviéramos todos juntos con una densidad de población como la que hoy reporta la Ciudad de México —en donde la mitad de su territorio sigue siendo rural—, requeriríamos de una superficie de poco más de un millón 298 mil kilómetros cuadrados. En otras palabras, toda la población del planeta Tierra podría vivir en un área similar a las dos terceras partes del territorio nacional de nuestro país, con la densidad de población que hoy tiene la Ciudad de México, o si prefieren en Argentina, ocupando solo el 46% de todo su territorio, o en el 7.6% de la superficie que hoy ocupa Rusia. El problema de los seres humanos, por lo pronto, no es espacial. Espero que usted y yo y todos seamos parte de los ocho gigasapiens.
@gcastroibarra