Comienza a sentirse la mano de los militares en la manera como se gobierna México. Los altos mandos del Ejército y la Marina quieren algo y de inmediato los civiles se los cumplen como si fueran sus subordinados.
Al general secretario no le gusta una ley. Se lo informa al presidente quien, de inmediato, gira instrucciones a los legisladores para que atiendan las demandas del alto mando castrense. En el mundo militar no puede ni debe haber florituras democráticas. Hay que tomar la plaza lo antes posible. Lo importante es cumplir con las órdenes de la comandancia. El Congreso, luego entonces, omite los estorbosos procedimientos contemplados para reformar las leyes y produce la nueva legislación en tiempo récord.
“Mi general, misión cumplida. Listos para acatar lo siguiente que usted ordene”.
Con total impudicia, este gobierno sacó en diez días la reforma para subordinar la Guardia Nacional a la Secretaría de la Defensa Nacional. Es lo que querían los militares. Como el gobierno no tenía los votos para reformar la Constitución, cambió las leyes secundarias, aunque éstas sean inconstitucionales. Ya la Suprema Corte de Justicia decidirá si se quedan o se van. En una de ésas, como con la Ley de la Industria Eléctrica, no se alcanza la supermayoría de ocho ministros para declararlas inconstitucionales y el gobierno se sale con la suya, es decir, no se echan para atrás las legislaciones a pesar de que contravengan la Carta Magna.
El tema de la Guardia Nacional a la Sedena es de la mayor trascendencia. Sin embargo, no se debatió para nada. En diez días la aprobaron las comisiones y plenos de las cámaras de Diputados y de Senadores. Es una velocidad incompatible en una democracia. Ni los priistas lo hacían en esos tiempos.
Son los legisladores de Morena, PT y Verde actuando como soldados del presidente y del Ejército. Es el estilo militar de gobernar.
¿Para eso quería la izquierda el poder?
¿Tantos años de estar luchando por la democratización del régimen político para actuar de esta manera?
¿Dónde quedaron las opiniones de gente inteligente y luchadores sociales en una reforma tan relevante?
Ayer, en Reforma, Jesús Silva-Herzog Márquez mencionaba el vergonzoso papel de la exministra de la Suprema Corte, Olga Sánchez Cordero, al defender y aprobar leyes a todas luces inconstitucionales. Agrego el de Nestora Salgado. ¿Cómo es posible que la excomandante de una policía comunitaria en Guerrero, quien fue detenida por el Ejército sin una orden de arresto en 2013, haya apoyado la incorporación definitiva de la Guardia Nacional a la Sedena?
En Es la hora de opinar, Héctor Aguilar Camín afirmaba que la relación de la sociedad con las Fuerzas Armadas estaba transitando del respeto al miedo. Creo que tiene razón. Y yo comenzaría con nuestra clase política. Parece que nadie quiere ponerles límites a los militares, salvo una pequeña minoría en el Senado. Los políticos están absolutamente alineados a las demandas del Ejército y la Marina. Sin chistar, les dan lo que piden.
¿Qué nos dice eso?
Pues que estamos observando un peligroso traspaso de poder real a las Fuerzas Armadas.
¿De verdad queremos eso?
El PRI en la Cámara de Diputados, que había prometido no pasar ninguna reforma constitucional propuesta por el gobierno después de las elecciones intermedias, de repente ha cambiado de opinión introduciendo una iniciativa para extender la presencia de las Fuerzas Armadas en labores de seguridad por cuatro años más. Acto seguido, se reúnen con el general secretario, Luis Cresencio Sandoval, quien los apapacha. Son sus nuevos soldados.
Sí, los militares ya están jugando abiertamente a la política.
Y no es sólo que los militares se están politizando, sino que la política también se está militarizando. Las formas de actuar castrenses le encantan al presidente y los imita. Ahora también la mayoría de los legisladores están operando como soldados. Todo sale rápido. Nadie cuestiona nada. Se cumplen las instrucciones que vienen de arriba. Los procedimientos se obvian. El gasto real se esconde. No se rinden cuentas.
Hay una cosa muy triste en esta nueva realidad. Políticos que durante tantos años se opusieron a la militarización de la seguridad pública, hoy se cuadran frente a los generales y almirantes. Así un gobierno que se dice de izquierda. Creo que nadie nos imaginamos que los herederos de aquellos estudiantes que fueron reprimidos por el Ejército en 1968 terminarían cediendo tanto poder precisamente al Ejército. Dicen ellos que ahora es otro Ejército. A lo mejor tienen razón. Pero es el Ejército…
Twitter:@leozuckermann