Peña Nieto y López Obrador trabaron un pacto de impunidad de efectos catastróficos para la nación. ¿El primero es más culpable porque con tal de no pisar la cárcel debido a los escandalosos latrocinios cometidos tanto por él, como por una buena parte de su pandilla, entregó con lujo de cobardía la Presidencia a quien lo liberaría en el futuro de cualquier responsabilidad delictiva, o lo es quien traicionó principios, promesas y postulados con tal de hacerse del poder para destruir los esfuerzos colosales de incontables generaciones de mexicanos? ¿Peña, el desertor de las máximas causas republicanas, el autor de una de las felonías más detestables de los tiempos modernos, es más culpable, o lo es AMLO, el político profundamente conocedor de las fibras más íntimas del mexicano, el otro suscriptor encubierto de una componenda perversa orientada a la construcción de una autocracia de consecuencias imprevisibles para nuestro país?
Con el pequeño introito anterior pretendo explicar el modus operandi de López Obrador después de haber aprendido las técnicas delictivas de su antecesor en el cargo, al fin y al cabo ambos tienen un claro origen priista. AMLO, sabedor de que en cada priista hay un bandido, sálvese quien pueda y sí existe quien pueda salvarse, le resultó muy sencillo investigar a los gobernadores salientes, titulares de cuentas bancarias de 10 o más dígitos, todas ellas producto del peculado, así como rastrear a sus prestanombres, propietarios de condominios o ranchos, entre otros bienes robados al pueblo de México.
AMLO echó mano de la UIF y del SAT para hacerse de información imprescindible para chantajear a sus opositores mediante nuevos pactos de impunidad. Si la mafia opera con aquello de «plata o plomo», él estableció una nueva regla del juego: «plata y diplomacia o cárcel» de no ganar el candidato de Morena. Escoge: podrás disfrutar el dinero malhabido representando a México en el exterior con un cargo diplomático, o padecer la vergüenza del encarcelamiento por tiempo indefinido… Sor Juana no se equivocaba al cuestionarse: «¿Cuál es más de culpar, aunque cualquiera mal haga: la que peca por la paga, o el que paga por pecar?».
Lo anterior viene al cuento porque la semana pasada algunos legisladores de la oposición enajenaron los restos de su dignidad al saberse descubiertos y sometidos a una justificada extorsión de parte de los cancerberos presidenciales. Al no poder sustraerse a la coacción cedieron la plaza, traicionaron al electorado y obviamente a la patria desde que votaron a favor de la militarización de México, a favor de una autocracia castrense que creíamos haber superado desde el gobierno del general Ávila Camacho. Una pregunta al lector escéptico: ¿podría suceder que las Fuerzas Armadas al ya gobernar al país por la vía de los hechos, se cuestionaran la presencia de AMLO en el cargo, a la voz de para qué lo queremos si lo tenemos todo?
Cada voto de los priistas y de los perredistas sometidos al chantaje presidencial equivalió a colocar los clavos del ataúd de sus respectivos partidos políticos. Es posible y deseable que en el 2024 tanto el PRI como el PRD pierdan sus registros después de haber cometido esa ruindad en contra de la República. Hago votos porque esta nación desmemoriada no olvide jamás lo ocurrido en esta legislatura, la LXIV, la legislatura de la ignominia, con sus muy honrosas excepciones. ¿Qué tiene de «honorable» el actual Congreso de la Unión que los mexicanos financiamos con nuestros impuestos?
Es posible que Morena se quede con el Estado de México y con Coahuila en 2023, como también es factible que AMLO instale un nuevo Maximato en el 2024, pero al continuar las extorsiones presidenciales se reformará la Constitución que todos juraron defender, esta vez para desaparecer al INE, el organismo público con el que finalmente se pudo respetar la voluntad electoral. La LXIV Legislatura será la responsable de la destrucción de nuestra democracia, de la extinción de nuestro embrionario Estado de Derecho y con ello, de la devastación de nuestra economía, entre otros males mayores que las siguientes generaciones nos reclamarán con justificada razón…
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