Héctor Aguilar Camín tiene razón al argumentar que, más que un triunfo de la izquierda, la victoria de Luiz Inácio  en Brasil es producto de la alianza de las fuerzas democráticas para ganarle a la opción autocrática de .

Estos días he escuchado muchas voces que comparan a nuestro Presidente más con Jair Bolsonaro que con Lula. El argumento es que , en su intento por reconcentrar el poder y militarizar la vida pública, se parece más a la opción autoritaria brasileña. Así lo escribió, ayer, Juan Ignacio Zavala en El Financiero, por ejemplo.

No me parece del todo descabellada la comparación de Bolsonaro con AMLO. Al fin y al cabo, ambos pertenecen a la ola populista que baña al mundo entero. Pero no me quiero meter en este debate. Con todos sus asegunes, démoslo por bueno para discutir otro tema, es decir, quién podría ser nuestro Lula si la lucha en es entre y autocracia como en Brasil.

La pregunta no es fácil de responder por dos razones institucionales. Primero, Lula pudo volver a competir porque en Brasil está permitida la reelección. Da Silva ya la había logrado en una ocasión y ahora obtuvo una tercera oportunidad para gobernar. En cambio, la reelección está prohibida en México.

Pero hay una segunda institución que permitió el triunfo de Lula: la segunda vuelta. Se trata, como he argumentado varias veces, de una regla con muchos beneficios para la democracia. Permite que se llegue a acuerdos entre distintos grupos políticos para enfrentar a un adversario en común. En el caso brasileño, Lula consiguió el apoyo de distintas opciones de izquierda y derecha para derrotar a un Bolsonaro percibido como el verdugo de la democracia. Se trataba, como lo dijo el candidato del Partido de los , de salvar a la democracia brasileña.

En México no hay ni reelección ni segunda vuelta, así que es imposible pensar que  un personaje como Lula pueda surgir para salvar a la democracia, en caso que se perciba que López Obrador es un proyecto de regresión autoritaria.

Pero, más allá de estas restricciones institucionales, la oposición en México tiene un problema de figuras. Lula, quiérase o no, con todo y que estuvo encarcelado por un presunto caso de corrupción, seguía siendo un personaje muy conocido en Brasil y con gran popularidad. Tal personaje no existe hoy en México.

¿Quién podría aglutinar a las fuerzas opositoras en contra del lopezobradorismo en nuestro país?

Es tal la escasez que, en las encuestas preelectorales, el que aparece como la mejor opción es un joven de 37 años que es presidente municipal de Monterrey. Me refiero a Luis Donaldo Colosio Riojas, quien resulta conocido y hasta popular por llevar el mismo nombre que su padre, quien fue asesinado en la campaña presidencial de 1994. Más que un político con carrera propia, es un nombre que concita apoyos por su familiar.

Fuera de Colosio Riojas, no aparece nadie más en las encuestas con fuerza para enfrentar al candidato que designe López Obrador. No hay un Lula mexicano.

En lo que falta para la elección presidencial de 2024, ¿podría construirse alguno?

Difícilmente. Para empezar, no queda mucho tiempo. A Lula no había que presentarlo frente al electorado porque era igual o más conocido que el presidente Bolsonaro. Aquí se tendrían que gastar muchos recursos tan sólo en darlo a conocer a los votantes. Como ocurrió en 2005-2006 con Felipe Calderón, no es imposible, pero implicaría mucho trabajo y creatividad.

Además, como no existe segunda vuelta, los partidos opositores tendrían que ponerse de acuerdo ya en quién sería su candidato. Estamos lejísimos de que eso suceda. Cada partido tiene sus propios precandidatos e intereses. Todos están convencidos de que ellos pueden liderar una posible alianza electoral. Por lo pronto, nadie quiere renunciar a esta opción.

Ahí entra la opción de realizar una elección primaria, organizada por el Instituto Nacional Electoral, para elegir al candidato opositor que enfrente al de López Obrador. Es, desde luego, una alternativa muy arriesgada. En México no hay una tradición de primarias y las pocas que se han llevado a cabo han terminado mal. Pero, como toda apuesta con gran riesgo, puede dejar grandes pérdidas o ganancias. Poco tendrían que perder los opositores si no logran sacar a un candidato en común que sea popular. Mucho tendrían que ganar, en cambio, si de una primaria sale una especie de Lula mexicano con capacidad de enfrentarse al oficialismo con el discurso de que se trata de salvar a la democracia de las garras del autoritarismo.

 

           Twitter: @leozuckermann

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