El sociólogo húngaro Iván Szelényi, describe al “capitalismo político” como la explotación de los cargos políticos para acumular riqueza privada, esto está considerado convencionalmente como corrupción con la salvedad de que convierte en empresarios a algunos políticos, de tal forma que combinan las tareas políticas y económicas y al retirarse de la política se dedican a los negocios, muchas veces la viabilidad del negocio se sostiene en la conexión y soporte político, muchos gozan de contratos públicos, muchos usan la información privilegiada y su influencia en el poder para sus negocios y otros subsidian a sus negocios con fondos públicos.
El ucraniano Volodymyr Ishchenko (Detrás de la guerra de Ucrania hay treinta años de conflicto de clases postsoviético. https://sinpermiso.info/textos/detras-de-la-guerra-de-ucrania-hay-treinta-anos-de-conflicto-de-clases-postsovietico, 5/10/2022) adecua el concepto considerando a los capitalistas políticos como a la fracción de la clase capitalista cuya principal ventaja competitiva se deriva de los privilegios selectivos del Estado. Aunque aquí caben los políticos-empresarios, esencialmente se trata de personas que no funcionan en el aparato político-administrativo del Estado, sino que gravitan alrededor del poder. Hay una mezcla de éstas formas porque hay funcionarios que pasan a trabajar para las empresas o empresarios que beneficiaron alargando la influencia estatal con sus contactos, los que en el cargo se asocian con la burguesía para garantizar la continuidad del apoyo político para los negocios y los que se insertan en una industria, como los que compran plataformas petroleras.
Ishchenko parte del análisis marxista de la fuente de acumulación de capital de donde se conforman fracciones de la clase capitalista definidas según la actividad económica principal, así encontramos una burguesía industrial, una agrícola, una del terciario y la financiera que ha impuesto ya por varias décadas su hegemonía, una fracción política enriquece el análisis.
Una fracción política implica que su capacidad de apropiación de capital se basa en el apoyo decidido, o podríamos decir hasta dependencia, del apoyo del Estado y es pertinente para entender la lucha por la hegemonía entre las fracciones de clase, la cercanía con el poder les da influencia para ciertas decisiones. Las grandes empresas energéticas rusas son punta de lanza de los proyectos imperialistas rusos, como lo son ese tipo de empresa estadounidense para su proyecto imperialista respectivo, aunque hay al parecer una diferencia en la estructura de las oligarquías. Conviene voltear hacia China y sus empresas constructoras y de administración portuaria como punta de lanza de su imperialismo.
Ishchenko analiza la insuficiencia de adjetivar (para insultar) a la oligarquía rusa y sugiere que se le vea ligada al poder político, aspecto que han analizado otros sin profundidad teórica. Bill Browder (Red Notice: A True Story of High Finance, Murder, and One Man’s Fight for Justice) sostiene que detrás de la red de apropiación ilegal de empresas se encuentra el presidente ruso Vladimir Putin, lo que confirma que esa oligarquía política-económica se hizo de sus bienes y enormes fortunas gracias a la estrecha conexión con el poder político y se mantienen estructuralmente unidos.
En síntesis, en el capitalismo político se combina la corrupción con el apoyo político para la acumulación de capital.
Este concepto es importante para entender la configuración de la burguesía y oligarquía mexicana. Históricamente se había sugerido que la gran corrupción de los líderes revolucionarios y sus aliados había sido un factor primordial para la creación de la burguesía mexicana, llegándose a considerar que el Estado había creado a esa clase social, aseveración que puede precisarse porque algunos de esos burgueses venían desde el porfiriato, pero no niega que parte de la burguesía se configura como tal a partir de la conexión con el poder y la corrupción. Ejemplos sobran, ahí están entre muchos los Hank, los Barrio en Chihuahua, los caciques de Quintana Roo y el hecho de que el poder económico de la oligarquía crece con una velocidad inaudita en las últimas décadas gracias al favoritismo político, por ejemplo Slim, o gracias a una política fiscal tolerante y subsidiadora como José Fernández, grandes concesiones y contratos como Larrea, o ventas corruptas al Estado como agronitrogenados.
Es destacable anotar las complicaciones que ha tenido la viabilidad de muchas empresas al cesar el apoyo del Estado, ahí van entre otras aerolíneas y empresas periodísticas.
Los oligarcas presionan o apoyan al poder político. Así que corregir las anomalías creadas por el capitalismo político conlleva el riesgo de frenos económicos y turbulencia, como hemos visto con la campaña sucia en contra de AMLO desde 2006.
Para las fuerzas políticas es tentador crear a sus propios oligarcas, lo hizo el PAN tan pronto llegó al poder, ¿lo estará haciendo Morena? Esta pregunta es clave, porque cambiar al oligarca de los otros por el oligarca propio reproduce un sistema de injusticia, desigualdad, impunidad y sostiene la continuidad de la anti democracia, aunque la oligarquía se enzarza en batallas económicas, entiende que el poder es un instrumento y no se interesa en soltarlo.