Nada quisiera más que dedicar este espacio, el último de 2022, a la esperanza. Por enorme desgracia compartida, mi reflexión de fin de año viene marcada por el dolor y la frustración, corrientes ya en un sexenio cuyo signo es el de la destrucción.
Sé bien que el clima de extrema polarización bloquea la escucha de aquellos -cada vez menos- cuya confianza en este gobierno se empeña en resistir todas las decepciones. Resulta sin embargo indispensable para pensar un mejor futuro una discusión seria sobre nuestra realidad, una basada en evidencia. Sólo al margen de apasionamientos podremos encontrar los caminos para solucionar los problemas que nos aquejan.
Si hay un área de nuestras instituciones públicas que exige una rehabilitación -mejor: una reconstrucción al menos a los niveles que tenía en 2018-, es el Sector Salud. Este gobierno lo ha desmantelado sin diagnóstico y lo ha sustituido por nada más que palabras y quimeras. Nunca existió diseño, programa, plan de construcción cuidadoso para el Insabi; eso lo supo temprano Asa Cristina Laurell: por eso renunció.
Tal destrucción sin sentido nos ha traído un retroceso civilizatorio. Cuido mis palabras: en efecto, de eso se trata. Bajo esta administración hemos dado saltos atrás en campos que hacían de México un país más civilizado, más democrático, más empático:
· 4 millones de mexicanos regresaron a la pobreza, lo que se explica antes que nada por el desmantelamiento del sistema de Salud.
· La esperanza de vida disminuyó de 75 a 71 años.
· La vacunación infantil, en cambio, retrocedió. Mientras hace una década protegíamos al 77.9 por ciento de la infancia, en 2021 sólo el 27.5 por ciento alcanzó el esquema completo de vacunación en su primer año de vida. El 70 por ciento de nuestras niños y niñas están abandonados a su suerte inmunológica, en uno de los retrocesos humanos más imperdonables de la historia moderna no sólo de México sino de cualquier país del mundo.
· La muerte materna ha aumentado tras décadas de disminución sistemática: de 732 en 2015 a mil 25 en 2021.
· La muerte por cáncer de mama ha incrementado dramáticamente en estos cuatro años: la tasa de mortalidad es de 21.3 por ciento en 2022. En contraste, por haber sido entonces secretario de Salud recuerdo bien la cifra de 2011, cuando el Seguro Popular estaba en marcha: 16.5 por ciento.
· El gasto de bolsillo (que mide la proporción del gasto que las familias destinan a solventar requerimientos para atender la salud) ha aumentado 40 por ciento en los últimos 4 años y en las familias más pobres de nuestro país se elevó en un 68.3 por ciento.
· En 2022, el sistema de Salud ofreció 42.2 millones de consultas generales, una de las cifras más bajas de todo el siglo XXI, y menos de la mitad de las que este país pudo ofrecer a su población en 2014, cuando alcanzamos los casi 100 millones. Cúlpese al austericidio.
· Durante la pandemia, hemos sido el país que ha visto morir mayor cantidad de médicos, enfermeras y personal de salud en el mundo.
· En ese mismo lapso, México acusa una de las más altas tasas de letalidad, y uno de los números más monstruosos de muertes en exceso en el planeta: 704 mil 358, según el INEGI. Y eso sólo hasta 2021.
Si la elocuencia de estas cifras no bastara para llamar a un gran diálogo social y político para la reconstrucción del sistema de Salud, habrá que concluir que existe una complicidad ideológica que genera enormes daños a las y los mexicanos: nos lleva a la desprotección, a la enfermedad y a la muerte a una escala no vista en generaciones.
En el Reino Unido de 1941, William Beveridge fue el encargado de encabezar una comisión que presentara el plan para la instauración de un Estado de bienestar para cuando terminara la Segunda Guerra Mundial. Su informe, presentado en 1942, sirvió de base al Servicio Nacional de Salud de ese país, que se ha convertido en referente mundial. Urge una comisión de expertos independientes. Urge nuestro propio plan Beveridge.Es mi deseo que para 2023 encontremos un espacio de madurez y claridad para trazar en conjunto un plan para la reconstrucción de un sistema del que depende no sólo el bienestar sino la vida de millones de mexicanos.
Con salud todo es posible; sin salud, lo que queda es la nada. Empecemos por ahí.
El autor es diputado federal y ex secretario de Salud. @chertorivski