El conflicto entre y , que no inició hace un año sino mucho antes, no es un combate por una ideología, sino por intereses comerciales y geopolíticos, y ha representado un negocio redondo para los , señalaron académicos universitarios.

En la mesa de análisis Conflicto Rusia-Ucrania: balance y resonancias a un año del inicio de tensiones, organizada en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS), su profesora, Talya Işcan, señaló que en esta guerra lucran las potencias que poseen una carrera armamentista muy fuerte, pero principalmente lo hace la Unión Americana.

No se trata de un escenario sencillo donde Rusia es el “monstruo” que quiere expandirse. “Esos cuentos estuvieron de moda hace muchos siglos; hoy son escenarios más complejos que involucran diversificados aspectos e intereses, a escala local, regional y global”.

Ante el conflicto “se debe tener una visión más neutral antes que decir que es la guerra de Vladimir Putin y que los estadounidenses son los ‘buenos’; hay que adoptar una visión multidimensional” y preguntarse en dónde está el discurso de pacificación de la Unión Europea, por ejemplo; con tantos temas en la agenda, esta guerra va a durar muchos años más”, consideró Talya Işcan.

La experta mencionó que hablamos de una guerra que ha durado un año, “pero si se cuentan los antecedentes, yo marcaría la fecha inicial en 1991, con la disolución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), antecedente principal de conflictos de estados separatistas en la región que rodea a la actual Rusia”.

En tanto, ha sido un gran reto para Ucrania desarrollarse como estado soberano; en el camino ha tenido cambios drásticos respecto a su política exterior, y en establecer a quién se acerca, quiénes serán sus aliados o sus enemigos; por todo ello hablamos de un escenario multidimensional lleno de dilemas, destacó.

En la mesa organizada por el Proyecto de Resonancias de la Militarización en la Seguridad Humana del Siglo XXI, Guadalupe Michelle Balderas Escutia, del Programa de Posgrado en Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, y profesora del Sistema de Universidad Abierta y a Distancia de la FCPS, así como del Instituto de Estudios Superiores Rosario Castellanos de la Ciudad de , recalcó que se ha producido un continuo envío de armas a Ucrania por parte de países occidentales, en particular EU, para quien es un gran negocio, lo cual se suma a la ayuda económica recibida por los ucranianos para continuar con la guerra. “La ayuda a ese país y las sanciones hacia Rusia intentan ejercer presión y provocar que el conflicto se siga alargando y no sabemos cuándo va a terminar”.

La guerra no inició hace un año; se anunció, al menos, hace ocho años y se puede rastrear mucho más atrás, en los tiempos de formación de las nuevas repúblicas después de la desintegración de la URSS, y de conformación de las élites políticas y económicas en cada país, coincidió.

No se puede entender el conflicto sin tres elementos principales: el despliegue estratégico militar; la salvaguarda de la seguridad e infraestructura energética en Eurasia, y la parte social y cultural. El primero se refiere a la alta tecnología militar y el desarrollo de armas; la segunda a que Rusia se posiciona como el país número ocho en reservas probadas de petróleo y primer productor del mismo a escala mundial, además de tener el primer lugar en reservas probadas de gas natural; y la tercera a la configuración socioespacial del dominio ruso mediante el uso de la memoria histórica, la lengua, los medios de comunicación, la cultura y la religión, expuso.

Federico José Saracho López, profesor de la Facultad de Filosofía y Letras, sostuvo que este conflicto no se puede trazar fácilmente; a un año de la invasión, hay grandes capitales y burguesías que están obteniendo ganancias. “La guerra entre Rusia y Ucrania a sido utilizada abiertamente para el enriquecimiento de la burguesía tecno-capitalista, militarista, del norte global y de Estados Unidos en particular”.

Las fuentes oficiales rusas hablan de seis mil soldados caídos en el frente de batalla; las de EU calculan 100 mil. Del lado ucraniano, el de Kiev reconoce 13 mil abatidos, mientras que los estadounidenses dicen que son cerca de 100 mil. En tanto, la señaló en diciembre pasado siete mil muertes de civiles, pero reconoce que las cifras son falsas porque no hay manera de hacer un levantamiento y meter observadores en el frente. Además, la categoría de civil y soldado en Ucrania se desdibuja debido a que muchos varones fueron obligados a entrar en la defensa de su territorio para garantizar la salida de sus familias a los países del entorno.

Según cifras de ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, hay siete millones 915 mil personas en esa condición, de los cuales cuatro millones 900 cuentan con protección temporal; hay otros 5.9 millones de desplazados internos. “El daño real es incalculable; millones de vidas han sido trastornadas por el conflicto” y hasta el ambiente se ha visto afectado.

La guerra es en todo sentido un desastre, salvo para un puñado de personas que han decidido hacer arder un pedazo del mundo y sus semejantes, para generar una ganancia. Es un latrocinio y mientras los análisis del conflicto no contengan esa dimensión, “seremos cómplices por omisión”, recalcó Saracho.

Por último, Ana Teresa Gutiérrez del Cid, profesora del plantel Xochimilco de la Universidad Autónoma Metropolitana, explicó que el planteamiento de que este conflicto es por intereses comerciales y geopolíticos se ha confirmado después de un año.

La pandemia dejó a EU en condiciones económicas muy difíciles; tiene también una deuda interna y externa enorme, y para salir de esa situación nada mejor que alimentar al complejo militar estadounidense, porque la venta de armas ha sido tremenda.

Más de la mitad de la ayuda militar recibida por Ucrania, equivalente a alrededor de 25 mil millones de dólares, proviene de la Unión Americana, aunque algunas fuentes estiman que es de 40 mil millones. “La guerra va escalando y la pregunta es hasta dónde va a llegar”.

EU sacó del mercado del gas europeo a Rusia, que le vendía sobre todo a Alemania, país que, al no tener gas barato, ya no está creciendo igual. Además, muchas fábricas alemanas se han ido a territorio estadounidense ante la falta de energía. Es una victoria completa para nuestro vecino país del norte, finalizó.

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