Sabido es que los mexicanos no somos muy propensos que digamos a presumir nuestros logros. Por alguna razón histórica, de naturaleza freudiana, le prestamos más atención a las desdichas que a las fortunas. Yo lo tengo medido. Los artículos que dedico a cosas positivas se leen menos que cuando critico negativas.
Pero eso no quiere decir que sucumbamos a nuestra idiosincrasia y dejemos de hablar de lo que va bien en México. Hoy quisiera hacerlo sobre el turismo médico, que viene creciendo como la espuma, generando mucho valor económico.
De acuerdo al estudio Oportunidades de mercado y perspectivas del turismo de salud en México, de la consultora Deloitte publicado en 2019, la industria del turismo médico en nuestro país “ha crecido a un ritmo anual promedio de 33.7% entre 2013 y 2018. Se espera que para 2023 alcance un valor de diez mil millones de dólares”. Nada mal.
Al parecer, la gran mayoría de los turistas médicos (el 77%) provienen de las poblaciones fronterizas del sur de Estados Unidos. Son, desde luego, entidades muy prósperas, como California y Texas.
De acuerdo con cifras del gobierno de EU, con todo y la implementación del Obamacare, todavía existen alrededor de 27.5 millones de estadunidenses que no tienen seguro médico. La mayoría son gente de hogares de bajos ingresos, en particular afroamericanos e hispanos.
Al no poder pagar los exorbitantes precios que se cobran por los servicios médicos en Estados Unidos, tienen como alternativa venir a México. Pero no es un mercado muy rentable que digamos. Son pacientes desesperados, sin mucho dinero. Naturalmente, prefieren tratarse con médicos de dudosa reputación en México, en clínicas francamente patito, a quedarse sin hacer nada del otro lado del río Bravo.
Lo que sí ha resultado un negocio exitoso son las cirugías y tratamientos que no cubren los seguros estadunidenses. Destacan dos: odontología y cirugía plástica. Estos procedimientos cuestan una fortuna en Estados Unidos. Al cruzarse a México puede hacer un ahorro sustancial de hasta 80% en los costos. Pero, además, en este rubro sí hay buenos doctores y clínicas que ofrecen servicios de primer nivel. Incluso se venden paquetes completos que incluyen transportación, hospedaje y hasta entretenimiento para el paciente y acompañantes.
Por mi trabajo, llevo años visitando ciudades fronterizas y he visto el boom de pequeños hospitales, consultorios de cirujanos plásticos y clínicas dentales. Están a la vista de todos. Ni se diga, por cierto, la multiplicación, como esporas, de farmacias a lo largo de la frontera. Ésas viven de la venta de medicamentos que requieren receta y cuestan muy caras en Estados Unidos, pero que aquí las proveen sin prescripción y a precios mucho más baratos. Los medicamentos más vendidos, al parecer por la gran promoción que hacen las farmacias, son los que revierten la disfunción eréctil, como el Viagra y el Cialis.
En el estudio de Deloitte encontraron la existencia de nueve “clústeres” médicos en el país, es decir, esfuerzos regionales donde se organizan hospitales, clínicas, laboratorios y hoteles para fortalecer la industria del turismo médico. En algunos casos, cuentan con el apoyo de los gobiernos estatales. Están, por supuesto, en las entidades fronterizas de Tamaulipas, Baja California, Sonora y Chihuahua. Pero también hay en Nuevo León, Guanajuato, Jalisco, Quintana Roo y la Ciudad de México. Interesante que estados no fronterizos ya estén tratando de aprovechar el potencial de este negocio.
El futuro económico de México está cada vez más vinculado con Estados Unidos. La industria de exportación de manufacturas va con viento en popa y, gracias al nearshoring, crecerá aún más. Después de la pandemia, el turismo recreativo que viene de Norteamérica se ha exponenciado. Y no podemos dejar de lado los servicios a estadunidenses en sectores donde somos muy competitivos, como en el turismo médico. Son esas historias de éxito que no entiendo por qué no nos gusta escuchar.
Twitter: @leozuckermann