Va a arreciar el tema migratorio. El 11 de mayo el gobierno de Estados Unidos declarará que la pandemia ha concluido de manera oficial y, por lo tanto, deberá cesar la utilización del llamado Título 42 para deportar a personas que ingresan a ese país sin la documentación necesaria. Es probable que en los próximos días se desate una verdadera ola de migrantes/refugiados/personas huyendo de la violencia y la pobreza de toda América Latina. Llegarán primero a México, y luego a nuestra frontera con Estados Unidos, esperando que surja una nueva postura de la administración Biden, más hospitalaria, humanista (esa sí) y tolerante. Se equivocan.
Al contrario: Washington seguramente va a introducir políticas más restrictivas, expeditas e intolerantes. Sobre todo, va a presionar con mayor fuerza al gobierno de México para que “le eche más ganitas” al trabajo sucio que ya realiza para impedir la entrada y la salida de no-mexicanos de nuestro territorio. López Obrador y Ebrard —los únicos que más o menos tienen alguna idea de lo que sucede— explicarán que nos hubieran podido pedir que fusiláramos a todos los hondureños, o cubanos, o venezolanos, pero que resistimos y que sólo los mandamos a los albergues del Inami donde los tratan muy bien. Alegarán que Estados Unidos aceptó conceder 30 000 visas mensuales a nacionales de Haití, Nicaragua, Cuba y Venezuela, y que a cambio nosotros no recibimos a tantos deportados.
Pero ni Washington ni Palacio, por ahora, nos revelarán la cifra de visas realmente otorgadas a personas procedentes de esos países, ni cuántos solicitantes de asilo o de reunificación familiar hay en la frontera norte de México. Ni a cuántos nos han mandado desde principios de enero. Afortunadamente para ambos gobiernos, a nadie le importa en México lo que suceda con los compañeros de los muertos de Ciudad Juárez, ni de los miles de hacinados a lo largo de toda la frontera. Para un país que se vanagloria de su hospitalidad para con los extranjeros…
El problema va a ser que, aunque el tonto útil de Solalinde recomiende a un gran personaje para la nueva Comisión que supuestamente va a sustituir al Instituto Nacional de Migración, la política migratoria va a seguir siendo la misma. Ya la comentocracia lo entendió, aunque los partidos de oposición se siguen haciendo de la vista gorda. A cambio del muro de López Obrador, Biden también se hace de la vista gorda en todo lo demás. Pasan los meses y no hay panel de energía o de maíz; el fentanilo sigue llegando a carretadas a Estados Unidos; México incumple con un número creciente de compromisos explícitos o no escritos con la comunidad internacional en materia electoral, de derechos humanos, o de libertades públicas; la Casa Blanca se hace tonta.
Huelga decir que no habrá más responsables de la tragedia de Juárez que los pobres diablos que trabajaban en el albergue y, en su caso —lo dudo—, el almirante en retiro supuestamente al mando del mismo. Nadie más: ni Garduño, ni Adán Augusto, ni Ebrard. Y podremos escribir todo lo que queramos. López Obrador sabe que le reditúa su postura con Biden, y va a seguir con ella. Lo demás son, en el peor de los casos, daños colaterales inevitables.