La expresión mexicana “me la pelan” es vulgar y humillante. La dice una persona que se siente superior a las demás. Se usa mucho cuando un individuo se enfrenta a una autoridad y quiere presumir que él puede violar la ley sin que le pase nada. Por alguna razón, se siente impune.

Cuántas veces no hemos visto, en nuestro país, que un conductor se pasa la luz roja en un semáforo frente a un policía y, presuntuosamente, le grite: “¡Me la pelan!”. Y lo único que puede hacer el agente de la ley es mentarle la madre. El conductor se va muy orondo; efectivamente, se la pelaron.

Durante años, la izquierda estuvo en la oposición y exigió que se cambiara la para que los funcionarios públicos, comenzando por el presidente, no pudieran hacer campaña a favor de un partido o candidato. Lo consideraban injusto. Era inclinar mucho la cancha beneficiando al partido gobernante.

Si alguien se quejó de esto fue precisamente Andrés Manuel López Obrador. En la campaña presidencial de 2006, le exigió al entonces jefe del Ejecutivo, Vicente Fox, que dejara de sugerir que votaran a favor del PAN. “Cállate, chachalaca”, le exigió.

En 2007, esta izquierda, entonces agrupada en el PRD, consiguió que se reformara la ley para limitar la libertad de expresión de los funcionarios públicos durante las campañas electorales. Muchos, entre ellos el que escribe estas líneas, consideramos esta ley como una barbaridad. Se estaba prohibiendo a los políticos hacer política. Como si los ciudadanos fuéramos unos estúpidos y no entendiéramos que el presidente en funciones, naturalmente, está a favor de que gane su partido y candidatos en una elección. Como si fuéramos unos borregos que masivamente votaríamos por la opción sugerida por el Presidente desde su tribuna. No. Los ciudadanos ni somos estúpidos ni borregos. La única estupidez era ponerles un bozal a los funcionarios públicos durante las campañas.

Más aún, advertimos que esta ley sería inaplicable. Los castigos eran ridículos. Las multas económicas las pagarían gustosamente los partidos con sus prerrogativas públicas. Las sanciones mayores —la cancelación de una candidatura o la anulación de la elección— serían imposibles de ordenar. Eran bombas nucleares que ninguna autoridad se atrevería a detonar. Por no hablar, también, de la total incapacidad de las autoridades electorales de castigar a un presidente en funciones.

En suma, a los que hoy nos gobiernan les debemos la actual ley tonta e imposible de aplicar.

Y me encanta porque, ahora que ellos son los perjudicados, ya no les gustó la idea de callarse durante las campañas electorales. Sobre todo López Obrador, quien será la figura central de las elecciones de 2024. Por eso, lo que antes demandaba, ahora lo quiere repudiar.

Ya trató de cambiar las leyes electorales por la puerta de atrás, el llamado plan B. La Suprema Corte de Justicia, sin embargo, invalidó el primer paquete de reformas que, precisamente, contemplaba echar para atrás la ridiculez de limitar la libertad de expresión de los gobernantes.

¿Y qué hizo López Obrador al día siguiente de la invalidación de la Suprema Corte?

Se aventó una larga perorata para argumentar por qué en 2024 habría que votar a favor de y en contra de la oposición.

No lo dijo explícitamente, pero la connotación fue clarísima: “A mí me la pelan”.

Él va a seguir haciendo campaña a favor de su partido y candidatos. La ley se la va a pasar por el Arco del Triunfo.

¿Se la van a pelar a López Obrador?

Desde luego que sí.

Ya el PRD y Movimiento Ciudadano presentaron denuncias frente al porque el Presidente llamó a votar expresamente a favor de Morena en sus conferencias mañaneras utilizando recursos públicos.

Pero, como he mencionado, la ley es inaplicable.

Aun si el INE castiga al Presidente y luego el Tribunal Electoral ratifica esta decisión, López Obrador se pitorreará de estas autoridades. ¿Qué le van a hacer? ¿Lo van a multar? Pues Morena sufragará la multa con dinero de los contribuyentes. ¿Lo van a amonestar? Presentará la advertencia como prueba de que consejeros y magistrados están vendidos al conservadurismo. ¿Le van a quitar la candidatura a la abanderada de Morena? Para empezar, ni hay candidata. Y si la hubiera, yo quiero ver que se atrevan a defenestrarla. ¿Anularán la elección por la intervención presidencial? Sí, cómo no. No van a apretar el botón nuclear.

Ergo, la violación a la ley electoral de  quedará impune. Él seguirá haciendo campaña. Nadie lo parará. Envanecido, no dirá explícitamente, pero implícitamente gritará: “Pues a mí me la pelan”.

 

           Twitter: @leozuckermann

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