- Hay deterioro económico y ahora promueve conflicto entre poderes
- Pésima administración de recursos naturales de gran potencial productivo
En 2024 el presidente Andrés Manuel López Obrador dejará la Presidencia de la República sin haber comprendido, a carta cabal, el comportamiento como mandatario de una nación con más de 130 millones de habitantes, una superficie cercana a dos millones de kilómetros cuadrados; 3.1 millones de kilómetros cuadrados de zonas costeras para la pesca y… mala administración de los recursos naturales con gran potencial productivo.
Dejará el puesto con déficit en el Producto Interno Bruto, una población de clase media y baja con tendencia a mayor pobreza, y una relación conflictiva entre poderes nacionales y con el exterior.
Se la ha pasado durante cuatro años y medio de su sexenio, con un carácter de enfrentamiento con los distintos sectores económicos, políticos y, sobre todo, con los periodistas de distintos medios de comunicación, sin alcanzar la verdadera dimensión de respuesta a planteamientos de una sociedad con gran empuje, pero sin rumbo firme y claro.
Si bien es cierto que su gobierno inyectó una dinámica económica con apoyos directos a la población vulnerable, la inconsistencia de sus proyectos abrió la puerta a una inflación galopante que ha nulificado esos apoyos mínimos; un gasto excesivo en obras de infraestructura que, hasta la actualidad, no han rendido frutos que permitan avizorar que el próximo gobierno sea capaz de mejorar las perspectivas económicas y de bienestar social.
Algunas de las preocupaciones de mayor relevancia en términos económicos, se refieren, por una parte, a la deuda de la principal empresa mexicana en la que confía casi a ciegas, como es Petróleos Mexicanos, la cual, desde hace años, es motivo de “robo por guachicoleros, como si fuera en despoblado”. El débito de esta empresa rebasa los cien mil millones de dólares, en un entorno donde, en pocos años, ya no será negocio por efecto de que, los países industrializados, ya trabajan en la planeación para fabricar automóviles eléctricos, en sustitución de los autos de combustión interna a base de derivados del petróleo.
En México, hay que señalar, el gobierno de AMLO está más preocupado por reparar y mejorar las 6 principales refinerías que operan en el país –ya casi en estado de chatarra—y construir “Dos Bocas” en Tabasco, así como comprar, por 600 millones de dólares la refinería de Deer Park, ubicada en Estados Unidos. (Esta, también ha cumplido su mejor etapa de productividad).
El plazo para que la “era de los automóviles eléctricos” entre en operación, es para 2030, a escasos siete años para que empiece el declive del uso de los derivados del petróleo en la industria automotriz.
Es preciso señalar, por si algo sirve, que el señor presidente López Obrador, ha convertido a sus conferencias mañaneras en una especie de “encuentro entre dos mundos”, el de su gobierno y el de sus contrarios, donde él lleva la voz cantante para atacar, difamar, vituperar y ofender a quien le da la gana, sin que nadie lo increpe sobre si esos calificativos puede comprobarlos o solamente son para que “se los lleve el viento”.
Y así sean empresarios supuestamente enfrentados con su gobierno, sean periodistas de todos los medios, sean neoliberales o conservadores. Arrastra con todos.
Últimamente, ha desatado una sarta de improperios contra los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, como si fueran sus peores contrarios o subordinados, apoyado en decisiones que han tomado, relacionadas con cambios de diversos artículos de la Constitución, que tienen que ver con el Estado de Derecho, con el nombramiento de funcionarios de instituciones relacionadas con el control del Derecho a la Información y a su famoso Plan B, el cual se refiere a la restructuración del INE y al control que desea el presidente en lo relacionado con las próximas elecciones.