· López Obrador frecuentemente descalifica a organizaciones como la ONU, la OEA, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y otros de importancia mundial.
· Nuestro país y su gobierno no pueden estar al margen de las decisiones que se toman y que nos involucran.
Las relaciones comerciales y diplomáticas entre México y Estados Unidos, son un tanto variables. No son de una sola pieza; digamos que no existe entendimiento recíproco satisfactorio. En cuanto al ámbito internacional, el Presidente Andrés Manuel López Obrador frecuentemente se refiere en términos inapropiados a organizaciones como la ONU, la OEA, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y otros de importancia mundial o regional.
Comentaristas sobre temas bilaterales o multinacionales, acreditan esta situación a las grandes diferencia sociales, económicas y culturales, sobre todo con EU y Canadá, aunque observaciones de otros analistas indican que esas diferencias son resultado de la poca atención que el Gobierno de México dedica a las relaciones diplomáticas y comerciales con su principal socio, EU, con quien comparte una frontera de más de 3 mil 150 kilómetros, lo cual históricamente ha complicado las migraciones tanto de mexicanos, como del Caribe y de toda América Latina, hacia el país del norte.
Para cualquier funcionario que ocupe un puesto en el Gobierno de México, debe interesarle una buena relación con los gobiernos de naciones cercanas o alejadas. En un mundo globalizado, nuestro país y su gobierno no pueden estar al margen de las decisiones que se toman y que los involucran.
Se han identificado varias razones relativas a supuestas intromisiones del presidente López Obrador, en temas de política de Estados Unidos y de otros países, que no le competen. Por ejemplo, ha entrado al juego de opinar sobre la supuesta candidatura de senadores o representantes del Congreso de EU, sobre todo del Partido Republicano, para que ciudadanos mexicanos con derecho a voto en el país del norte, no voten a favor de determinados nombres de políticos aspirantes a un escaño. Eso es, sencillamente, una inducción al voto.
Como efecto de esa “sugerencia”, la respuesta no se hizo esperar. Ocurre que en el presupuesto anual del Pentágono, se incluyó –como parte del mecanismo legislativo que acompaña las indicaciones para la aprobación presupuestal de las instituciones gubernamentales—cambiar a México del “Comando Norte”, al “Comando Sur”, con toda la intención de dar un trato diferente del que venía recibiendo, sobre todo en cuanto a preferencias en las relaciones diplomáticas y comerciales, además de confirmar un trato distinguido como integrante del Tratado Comercial, ahora denominado T-MEC.
Hay que señalar que la categoría que EU da a los países que conforman el “Comando Sur”, es el común y corriente que el gobierno norteamericano concede a países, digamos latinoamericanos. Por supuesto que no es la mejor. La propuesta ha quedado pendiente.
Esta medida probablemente no la aprueben los demócratas, quienes por ahora tienen el control de la Cámara de Representantes, aunque, para el futuro próximo, digamos el año entrante o en 2025, los republicanos tendrían los votos suficientes para aprobar la medida.
Mientras tanto, el gobierno de EU continúa en su presión con el presidente López Obrador, en el sentido de la ríspida relación que existe entre ambos gobiernos, por la retención y radicación en México de uno de los “Chapitos” y otros distinguidos personajes de drogas y enervantes, relacionados con el tráfico hacia territorio norteamericano, particularmente de Fentanilo que, según datos del gobierno estadunidense, esta droga, en los últimos años, ha causado más de 100 mil defunciones.
Por otra parte, la relación entre López Obrador y el presidente Joe Biden, no es muy buena que digamos, a raíz de que el presidente mexicano puso como condición de asistir a la “Cumbre de las Américas”, si el Presidente Biden invitaba a gobiernos contrarios a Estados Unidos, como los de Cuba, Venezuela y Nicaragua. Finalmente, ninguno de ellos asistió, incluido López Obrador.
Los mexicanos estamos conscientes de que, lo que representa una de las mayores ofensas para un Jefe de Estado, es que, si organiza una cumbre mundial o regional, para realizar planteamientos de cooperación y convivio, y los invitados especiales no asisten, se corren muchos riesgos, sobre todo en materia de intercambio comercial y de cooperación en todos sentidos.