México se caracteriza por ser pluricultural y por honrar sus tradiciones. Desde su comida: el pozole, los tamales, los esquites; su bebida: el mezcal, el tequila, el pulque; sus festividades: el Día de Muertos, los carnavales, la Guelaguetza; entretenimiento: la danza folclórica, el mariachi, la lucha libre; hasta el deporte: la charrería, los rodeos y las peleas de gallos. Así, nuestro país es conocido y reconocido en el resto del mundo. Algunos lo consideran “exótico”, otros, como lo dijo el pintor Salvador Dalí: “un país más surrealista que mis pinturas”; mientras que el escritor francés André Breton lo catalogó como la nación más surrealista.
Además de lo anterior, en el aula, mis estudiantes y yo dilucidamos acerca de las fuentes del Derecho y su relevancia en la vida diaria de la gente. Las fuentes históricas, así como los usos y costumbres (una de las fuentes formales), se remiten al aprendizaje humano sobre el pasado. Por su parte, las fuentes reales refieren a las necesidades contemporáneas. Por tanto, el Derecho como regulador de la conducta humana, debe de considerar todos los aspectos posibles. La identidad y la realidad nacional son parte de ello. Por ejemplo, hace 70 años las mexicanas no podían votar ni ser votadas y hace relativamente poco tiempo no se consideraba la posibilidad de que una mujer ocupara la Presidencia de la República.
Con el inicio del nuevo milenio, parte de los legisladores federales y locales, en sus distintas trincheras, han decidido escuchar las nuevas demandas sociales, respetando, a medida de lo posible, nuestras tradiciones. Así, se despenalizó el aborto y se normalizaron las uniones civiles entre parejas del mismo sexo en varios estados. También, han intentado regularizar el uso medicinal y lúdico del cannabis. Es cierto que algunos temas tienen mayor eco que otros, sin embargo, cada iniciativa ha respondido al interés colectivo.
Otro de los campos que se exploró fue el medioambiental. A pesar de que está agenda se la han querido atribuir unos cuantos, la realidad es que cada vez hay una mayor preocupación social por la flora y fauna. Por eso, hace tiempo que se prohibió el uso de animales en los circos, así como, en algunas partes de México se ha prohibido la celebración de las corridas de toros. ¿Tradición? Sí. ¿Gusto? Sí. ¿Respeto? También. ¿Democracia? Para responder, es necesario conocer el sentir social.
En alguna ocasión, un buen amigo me dijo que la peor falta de respeto hacia una mascota es “humanizarla”, es decir, contravenir a su estado natural. Su argumento fue muy convincente: “es cómo si se forzara a una persona a dejar de ser quien es para satisfacer los deseos de otro. Así pasa con las mascotas, debemos respetar su condición de animal”. ¿Y luego?, diría mi madre, si bien no se trata de caer en ese extremo, tampoco se vale fomentar el abuso de los seres sintientes (como ahora se les denomina aquellos que no son humanos), y que resultan sumamente necesarios en algunos casos (ejemplo de ello son los perros guía, animales de compañía o la equinoterapia).
Poco a poco se va avanzando. En Baja California ya se ha concretado la penalización del maltrato de las mascotas, sin embargo, aún se tienen muchos pendientes en la lista. Es preponderante escuchar a las múltiples voces que exigen la protección de todos los animales, incluyendo, además de mascotas, a los animales de corral y de vida silvestre. Es válido preservar nuestras tradiciones, siempre que impere el respeto por todos los seres.
Post scriptum: “El mal de la calumnia es semejante a la mancha de aceite: deja siempre huellas”, Napoleón I (Bonaparte).
* El autor es escritor, catedrático, doctor en Derecho Electoral y asociado del Instituto Nacional de Administración Pública (INAP).