Quienes habitan África, Oriente Medio y Asia Meridional y Oriental claman: “¡!, ¡necesitamos agua!” El calentamiento global les agrava la carencia del vital elemento y acelera la migración de cientos de miles de personas hacia la próspera Europa a fin de sobrevivir.

Sin agua no les son posibles las actividades económicas básicas, como la agricultura. Son conocidas las hambrunas por falta de alimentos en varias regiones de África. Ahora el problema es mayor por el cambio climático, que eleva las temperaturas en el planeta y ocasiona sequías severas hasta en América Latina pese a tener suficientes fuentes hídricas para las necesidades humanas y las actividades económicas. Sin embargo, más de la mitad de quienes viven en centros urbanos de Latinoamérica no reciben suficiente agua potable y son muchos más los que carecen de ella en el medio rural. En todos los países están rebasadas las medidas del sector público para dar el servicio adecuado y luchar contra las enfermedades fruto de no contar con líquido de buena calidad. Por eso diariamente mueren 40 mil niños por males relacionados con la carencia de agua potable.

tiene más de 300 cuencas hidrográficas, pero no son uniformes su distribución geográfica y su utilización. Tres por ciento de los escurrimientos se localizan en el norte del país e influyen en una tercera parte de su territorio; la mitad se ubican en el sureste, que apenas representa la quinta parte de la superficie nacional. Y sólo en la región central, la más habitada, existe cierto equilibrio al concentrar el restante 47 por ciento de los escurrimientos.

Sin embargo, sus demandas de agua son de tal magnitud que debe recurrirse a otras cuencas para cubrir las necesidades de sus pobladores y la economía. A la zona metropolitana de la se trae de los sistemas Lerma y Cutzamala, donde por ese traspaso se ocasionan allí desequilibrios ecológicos, sociales y económicos.

No es todo en cuanto a desequlibrios: las regiones donde se concentra la mayoría de la población y la industria no tienen suficientes fuentes de abastecimiento, sus acuíferos están sobrexplotados y en buena parte contaminados. Hoy las 70 principales ciudades del país no satisfacen las necesidades de agua potable y servicios que demandan sus habitantes; y mientras unos la malgastan, otros muchos carecen del líquido indispensable. Y obtenerlo le cuesta más monetaria y físicamente a los pobres que a las clases pudientes.

México es privilegiado por sus numerosas cuencas hidrográficas, pero las más importantes, contaminadas. Sobresalen por su deterioro las de los ríos Lerma-Chapala-Santiago, Bravo, Pánuco, Balsas, Atoyac y San Juan; la del Blanco, en Veracruz, parte del sistema hidráulico del río Papaloapan. La del Coatzacoalcos, supercontaminada por la industria petrolera y petroquímica. Y ello se debe a que los centros urbanos de todos los tamaños, la agricultura, la industria y los servicios, descargan en dichas cuencas y sus afluentes, sin ningún tratamiento, las aguas residuales que generan. Incumplen así desde hace décadas lo que ordena la legislación vigente.

La megaurbe que conforman la Ciudad de México y los estados de Puebla, México, Hidalgo, Morelos y Tlaxcala, así como las zonas metropolitanas de Monterrey y Guadalajara, aportan la mitad de las aguas negras. En el sector agropecuario la contaminación tiene sus orígenes en los plaguicidas y fertilizantes utilizados en los cultivos.

Mientras se contaminan las principales cuencas, lagos y zonas costeras, 21 millones de mexicanos no reciben agua en sus hogares y 44 millones no disponen de alcantarillado. Las desigualdades en dotación del líquido, la sobrexplotación de los acuíferos y su contaminación, ocurre lo mismo en Tijuana y Matamoros, que en la cuenca de México, Sonora, Guanajuato, Jalisco o Yucatán. Un caso grave: las 12 ciudades de la frontera con registran los mayores déficits.

Desde hace medio siglo, en cada sexenio gubernamental se prometió garantizar la conservación de las fuentes de agua y su utilización adecuada. La actual crisis muestra que no cumplieron. Tampoco la sociedad, al dejar en manos de funcionarios y políticos irresponsables el manejo del vital recurso.

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