Este sexenio se ha caracterizado por el “AMLOcentrismo”. El Presidente es, ha sido y al parecer seguirá siendo, la figura central de la mexicana. Él se encargará que así sea.

Veamos lo ocurrido con el debate de los candidatos presidenciales del domingo pasado. Por primera vez en mucho tiempo, López Obrador no fue el actor principal del evento. Su nombre apenas fue mencionado un par de ocasiones. La candidata de Morena trató de diferenciarse del mandatario enfatizando los logros que ella, como jefa del de la , había tenido.

Perfecto. Parecía que  finalmente se estaba emancipando del “AMLOcentrismo” enseñando su propia identidad.

En lo personal, y así lo comenté en varios lados, me pareció muy refrescante que la política nacional ya no estuviera centrada en el personaje que ha dominado mediáticamente durante más de dos décadas. Parecía que estábamos llegando a un nuevo y deseado capítulo con flamantes protagonistas político.

Pero…

La situación duró un par de días.

López Obrador volvió a aparecer para recordar que todo lo que tenga que ver con la política pasa por su persona.

Fue un raro proceso paulatino.

El lunes, un día después del debate, en su conferencia mañanera desde Mazatlán, donde acudió a observar el eclipse, el Presidente calificó de bastante bueno el debate. “Es que no puedo hablar de eso. Creo que son ejercicios necesarios, importantes, y es lo que planeó el . Y se tiene que respetar el formato que se decide. Y también, los candidatos pueden ir o no ir; en este caso han decidido participar las candidatas y el candidato. Y bien, todo en calma, todo bien, requetebién”.

Sin embargo, ese mismo día, en la Rayuela, la breve editorial en la contraportada de La Jornada, el periódico consentido y más cercano a López Obrador, anunciaba: “‘¡Claro que tengo padre!’, sostenía la adorada mano: ‘Si no, ¿cómo estaría yo aquí?’”. ¿Claro que tengo padre? A quién estaba dirigido el críptico mensaje. ¿A Sheinbaum recordándole que ella había llegado ahí gracias a López Obrador?

El martes, la postura del Presidente cambió radicalmente de la del día anterior. López Obrador se quejó amargamente del debate. En particular, de las preguntas que les hicieron a los candidatos: “En toda la narrativa del debate, si ustedes lo analizan, se habló de lo que sostienen nuestros adversarios de los medios de manipulación, toda la narrativa del debate fue eso, no reconocer absolutamente nada. Es la narrativa de Televisa, y de Azteca, y del Reforma, y de El Universal, lo que utilizaron para hacer las preguntas en el debate con una supuesta consulta a todos los ciudadanos, dejándole a los conductores el privilegio de poder escoger qué preguntas hacer. Y ‘¡qué mal estamos en salud!’ sin reconocer absolutamente nada; ‘qué mal en educación!, ¡qué mal en todo’”.

A continuación, se quejó de la periodista Denise Maerker quien, por lo demás, hizo un trabajo impecable como moderadora, de acuerdo con las reglas del estúpido formato que acordaron los equipos de las tres campañas.

El tema siguió de nuevo con la Rayuela de La Jornada de ayer: “Fue tanta la preocupación por ganar la batalla, que se olvidaron de los logros conseguidos por un fuerte liderazgo y muchos y leales profesionales, ¡que vaya que los hubo! …”.

Esto ya sonó más a regaño a Claudia Sheinbaum. ¿Cómo no se atrevió la candidata del Presidente a defender a su sexenio? Por lo menos, así lo interpreté yo.

¿Por qué cambió la opinión del Presidente entre el lunes y el martes? ¿Se fue enojando en el camino? ¿Se dio cuenta que estaba perdiendo la centralidad de la política nacional? ¿No le gustó el desempeño de Claudia?

El tema no es trivial. En estas últimas horas, hemos regresado al “AMLOcentrismo” de este sexenio. El Presidente volvió a ser el actor protagónico de la competencia. Parece que no soporta verse en un papel secundario.

Lo interesante de todo esto es para la campaña de Claudia.

El consenso en el posdebate es que la candidata de Morena había ganado el debate. Había salido bien librada de este ejercicio. Sin embargo, el que empezó a manchar esta percepción fue nada menos que el presidente López Obrador con sus opiniones. No le gustaron las preguntas, no le gustó la actuación de los moderadores y, si entiendo bien los mensajes crípticos de La Jornada, tampoco le gustó el desempeño de Sheinbaum. Si es así, al reprobarla, pues resulta que Claudia no ganó el debate. Por lo menos a los ojos del todopoderoso líder del lopezobradorismo.

“No me ayudes, compadre”, podría decir Claudia. O, para ser más formal y preciso, “no me ayude, Presidente”.

           X: @leozuckermann

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