Se acerca el cambio en el federal, conocedores de la continuidad del régimen actual, se hace necesaria una implícita en donde nos detengamos, demos un paso atrás y observemos de dónde venimos, cuál será el devenir de nuestra nación, y qué permitiremos como pueblo soberano.

Si bien es cierto, nuestra identidad nacional es un crisol de tradiciones de muchos pueblos con raíces distintas y a la vez, comunes. Es importante recordar que su construcción deviene de los relatos historiográficos de los pueblos originarios, la exploración de héroes nacionales y la recolección de mitos que recuperan ese crisol multirracial precolombino, colonial y contemporáneo. Particularmente, cuando como naciones nos enfrentamos a las múltiples formas de intervenciones de los extranjero europeos o yanquis, que dio pie a la construcción de las identidades colectivas y la identificación de la otredad, para la definición del origen de la sociedad mexicana.

Para entender este proceso, se hace indispensable el rescate del significado propio de la idea de una síntesis étnica, cultural, social y territorial, que otorgó sentido e importancia al pueblo como sociedad desde donde sus héroes y caudillos, han perfilado la trayectoria para forjar a la nación mexicana, y que se ha plasmado en los relatos historiográficos e influido en la construcción de la identidad nacional.

De ahí que dichos relatos o narraciones erigidas ya sea por el pueblo mismo o por las autoridades en el poder, se convierten en armas historiográficas culturales, educativas e ideológicas que explican el origen de una sociedad como de su nación; empleando la figura del mito fundacional como relato de la creación u origen de la sociedad y como herramienta para la creación de identidades colectivas.

Por lo anterior, es necesario resignificar el papel actual que están tendiendo las en la construcción de la realidad cotidiana, umbral actual que constituye el génesis de los mitos del mañana. Entender esto, se hace relevante para que, desde una visión crítica, poder emitir juicios fundados sobre el origen de las decisiones y actuaciones de nuestros gobernantes.

No es posible cuestionar o descalificar desde la sinrazón. Se requiere comprender desde los elementos fundacionales que dieron origen al objeto de la crítica. Es necesario situarnos no solo en el contexto histórico, identificando las dimensiones y factores que lo determinan, sino también las causas y elemento que configuraron a la realidad actual y sobre todo, en dónde nos ubicamos como pueblo y nación para permitirlo y propiciarlo.

Solo reconociendo nuestros valores, virtudes y potencialidades como individuos, sociedad, pueblos y nación, comprenderemos el significado de la nacionalidad mexicana con su pasado, presente y futuro que requerimos, merecemos y podemos conformar entre todos.

La construcción de nuestra identidad como mexicanos no es una tarea concluida, es un proceso dinámico en ciernes que requiere no solo de una refundación continua, sino también de una crítica y reflexión de todos los participantes. No es algo que se deba dejar a las autoridades o gobernantes que en muchas ocasiones buscan imponer agendas propias, basadas ya sea en intereses de hegemonía y poder, o en el mejor de los casos, de lo que suponen es lo mejor para todos desde una postura soberbia de poseer la verdad.

Sólo a través de nuestro accionar individual, nuestras decisiones y la forma en como enfrentamos la adversidad y fortalezcamos los lazos de comunidad y sociedad, es cómo habremos de construir esas historias con sus héroes verdaderos, que definan y den sustancia a la construcción de nuestra identidad nacional como mexicanos, conocedores de nuestro pasado, participantes de nuestra realidad y definidores de nuestro destino.

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