- La inflación ha repuntado en 2024, influenciada por los precios de los alimentos.
- Los precios alimenticios presionan al gasto de los hogares mexicanos.
- Hay que replantear la política monetaria y considerar otras medidas.
La inflación en México ha dejado de reducirse a los niveles deseados en los últimos meses e incluso ha repuntado, a pesar de las medidas de política monetaria implementadas. Los productos alimenticios son quienes mayor presión están generando sobre los precios generales y la alta inflación acumulada generan un estrés en el gasto de los hogares, particularmente de menores ingresos. La necesidad de desacelerar la inflación invita a reconsiderar las políticas de contención utilizadas hasta ahora.
En 2022 se detonó una oleada inflacionaria global que se ha combatido hasta la fecha con política monetaria, la cual en términos generales ha sido exitosa. En el caso mexicano, en los últimos doce meses no se observa el mismo impulso, paradójicamente la inflación de junio de 2024 se encuentra al mismo nivel de hace un año alrededor del 5%, lejana aún de la meta impuesta por Banxico de 3%. Mientras que la economía se desacelera en 2024, la inflación no se reduce y las expectativas para ambos indicadores han empeorado. En el último comunicado de Banxico se informa que la convergencia de la inflación con la meta inflacionaria se posterga 2 trimestres más, hasta el fin de 2025, lo que disipa un posible ajuste.
«Para controlar la inflación se requiere de ajustes a la política económica.»
La inflación general había estado reduciendo su ritmo de crecimiento durante 2023; sin embargo, ha repuntado desde febrero pasando de 4.40% a 4.98% anual en junio y alcanzando una inflación acumulada de 30% desde 2019. Derivado del incremento en precios no-subyacentes que aumentaron de 3.67% en febrero a 7.67% anual en junio, contrastado con el año previo donde eran los precios subyacentes quienes presionaban. El hecho de que la subyacente si ha logrado reducirse evidencia que no es un tema estructural; pero el promedio oculta realidades, es de resaltar que son los alimentos quienes impulsan los precios.
Los alimentos con comportamiento más volátil como agropecuarios que componen el índice no-subyacente son quienes más impactan la inflación actualmente. Los alimentos no subyacentes pasaron de una inflación en junio 2023 de 2% anual a 10.3% en junio de este año. Por su parte, inflación de alimentos subyacentes ha estado desacelerándose durante el mismo período pasando de 10.5% a 4.2% anual actualmente. La incidencia inflacionaria de este tipo de productos seguramente se debe al agravamiento de los temas hídricos, climáticos y al crimen organizado.
Los alimentos son quienes mayor peso tienen en los gastos de los hogares, especialmente de menores ingresos. Según la ENIGH los alimentos representan el 37.7% del gasto de los hogares mexicanos y en específico de los primeros 3 deciles el 43.6% por lo que el aumento en precios complica las decisiones de gasto.
Adicionalmente hay que considerar otros sectores sensibles como vivienda y educación que, si bien su inflación no es tan alta como la de los alimentos, representan 25.1% y 13.6% respectivamente del gasto de los hogares de los primeros tres deciles de acuerdo con la ENIGH. Desde 2019 estos sectores han incrementado sus precios, la vivienda en 17% acumulado y la educación en 23% acumulado.
Ante el repunte inflacionario y las limitaciones observadas de la política monetaria para contenerla, se insta a replantear las políticas actuales. Incentivar la producción con productividad y eficiencia es la tarea más apropiada para lograr una reactivación de la economía de manera sana, perdurable en el tiempo y con posibilidad de contener la inflación. Las crecientes presiones inflacionarias requieren de una mayor efectividad en su combatirlas, con políticas más enfocadas a las particularidades de la estructura de producción nacional.
Un nuevo gobierno está por iniciar, habrá que observar si habrá un cambio de rumbo o seguiremos con la misma política económica que ha sido limitante en el crecimiento económico del país.
La dinámica económica del siglo XXI obliga a tomar decisiones en menor tiempo, considerando un mayor número de variables. Este proceso integral demanda a sectores, empresas e instituciones adaptarse a los cambios del corto y largo plazo, comprender la integración a las cadenas locales y globales de valor y, con ello, generar los retornos hacia el mercado.