- La economía mexicana se muestra débil, con un crecimiento inferior a los promedios de la década.
- Factores internos y externos se conjugan para ralentizar la economía.
- El nuevo gobierno tiene poco margen de acción para mejorar la situación en el próximo año.
La economía mexicana que es sumamente compleja debido a las interacciones de un sector productivo interno con un desarrollo limitado y el mercado externo que se refleja en un único destino de exportación a pesar del grado de apertura, está sustentada por una serie de factores políticos y económicos que, en los últimos años, están exhibiendo una preocupante fragilidad. El entorno, al cierre de sexenio de un gobierno sui generis, es de un delicado equilibrio que nos lleva a considerar que «la economía pende de alfileres». A pesar de la propaganda de estabilidad y fortaleza, la realidad apunta a que cualquier desajuste en uno de los componentes de este complejo sistema económico puede desencadenar efectos expansivos que impactarían al tejido empresarial y a los grupos sociales en especial a los más vulnerables.
«Ahora que hay mayor claridad sobre la situación económica del país, se delata la difícil tarea que tendrá el gobierno para retomar el rumbo.»
La economía mexicana se encuentra en una situación precaria, sostenida apenas por alfileres y al borde de una posible crisis. Diversos analistas y expertos han advertido sobre los riesgos que enfrenta el país, especialmente al inicio del nuevo sexenio. Por un lado, el PIB del último año de gobierno será el de menor crecimiento de los últimos 5 gobiernos; igualmente el endeudamiento público será el más alto de los últimos 30 años; y los mercados financieros experimentan una alta volatilidad; por el otro, el entorno sobre las decisiones de política que podrían profundizar el debilitamiento del estado de derecho. La nueva administración tendrá un inicio complicado, no por las resistencias sino por las persistencias de continuar por una vía que no ha dado resultados.
Al inicio de la recuperación de la pandemia, el efecto rebote que registró la economía dio a muchos, especialmente a las voces oficiales, un sentimiento de triunfalismo. Sin embargo, poco a poco el dinamismo se ha ido diluyendo y la economía mexicana comienza a mostrar su verdadera cara, una que genera más preocupación que optimismo. Lo anterior en gran parte se debe a las decisiones de gasto e inversión pública que ha resultado improductiva, el mal manejo en pandemia y especialmente a los planteamientos de política basadas en incrementar la intervención de Estado en las actividades económicas, lo que llevó a estancar la inversión privada la cual ha crecido en los últimos cinco años a un ritmo de 2.1% anual, mientras que la IED lo ha hecho en 1.3% en promedio.
El PIB durante el sexenio habrá crecido en un ritmo promedio de 0.8% anual el más bajo de las últimas cinco administraciones, mientras que el PIB per cápita se estancó. Lo anterior deja retos significativos para el próximo gobierno que empieza con una cuesta difícil debido a que las perspectivas para 2025 no son halagüeñas con estimaciones de crecimiento menores al 2% de crecimiento anual, a lo que se añade la creciente desconfianza que la continuidad de la política gubernamental está generando.
Uno de los principales problemas que enfrentará la nueva administración es el acelerado crecimiento de la deuda pública, la cual se ha destinado especialmente al financiamiento de los programas sociales y de las obras insignia que no han sido productivas. Para el cierre del 2024, el gobierno federal habrá incrementado la deuda en 1.7 billones de pesos, lo que representa uno de cada cinco pesos del presupuesto. Con relación al PIB, el déficit fiscal estará por arriba del 5%. Este nivel de endeudamiento se asemeja a la situación que precedió a la crisis de 1994. La deuda que ha acumulado en este gobierno obliga a que el próximo sea más austero, lo que se ve difícil ante la promesa de incrementar el gasto social, que hasta ahora ha probado de ser poco productivo y muy costoso. Comenzar a promover políticas que procuren una inversión sostenible y con beneficios a largo plazo, además de incentivar a la economía sería más prudente.
Otro factor preocupante es el debilitamiento de las instituciones y el marco regulatorio que hasta ahora daba relativa estabilidad a la economía mexicana. Un gobierno populista con todo el poder político y económico sin duda crea desconfianza, máxime si pretende convertirse en un agente económico omnipresente. Esto pone en riesgo los avances logrados desde la auténtica transformación que significó la apertura comercial y la consolidación de la democracia con la creación de los organismos electorales independientes y que han contribuido a construir una economía más sólida y confiable.
El autor es presidente de Consultores Internacionales S.C®