Debajo de la simpleza que a momentos puede rayar en lo cursi, la comedia «Ted Lasso» esconde capas más profundas, donde las lecciones sobre , trabajo en equipo y naturaleza humana se entrelazan de manera sutil, pero poderosa. La serie trata de un hombre que debe cumplir un reto inédito: entrenar a un equipo de futbol soccer de la Premier League, en Londres. Nada más hay un pequeño detalle, el tipo es entrenador sin gloria ni palmarés de un equipo colegial de futbol americano en EU; del balompié no sabe prácticamente nada.

Lo rescatable no está en la anécdota sino en su significación. La no es sobre futbol realmente y Ted Lasso no es solo un entrenador, es una alegoría de cómo el optimismo y la empatía pueden transformar personas y organizaciones (y eventualmente cualquier grupo humano). El liderazgo de este entrenador rompe con los de un líder convencional. No impone su autoridad con gritos, castigos o tácticas brillantes. Lidera desde la vulnerabilidad y el cuidado por los demás.

Estamos frente a un hombre mediocre. El concepto de mediocridad, entendido como «medianía», puede tener una interpretación más neutral que la connotación negativa tradicionalmente asociada con el término. La mediocridad, en este sentido, se refiere a permanecer en la media tabla, a no sobresalir a toda costa, sino a aceptar y vivir en el equilibrio, sin la presión de destacarse siempre y por encima de los demás. Vivimos en un mundo que rechaza la medianía y valora desmedidamente el éxito y la notoriedad; cualquier cosa por debajo de ser el mejor se asocia al . Una sociedad que en buena medida produce personas con sentimiento crónico de insuficiencia y frustración. Ted Lasso escapa de eso.

Este personaje ve en el equipo no solo un conjunto de jugadores, sino una comunidad que debe aprender a confiar y apoyarse mutuamente. Un liderazgo poco común en la realidad, donde las y los grupos políticos suelen estar marcados por la competencia férrea y el control rígido. Lasso se erige como un líder que inspira, no desde la autoridad jerárquica, sino desde la conexión emocional. No tiene miedo de admitir que no sabe sobre futbol, ni de mostrar sus emociones cuando enfrenta problemas personales. En lugar de ocultar sus debilidades, las convierte en puentes de conexión con los demás. Fomenta un espacio donde la confianza y la autenticidad son posibles, nos enseña que el éxito no se mide solo por los resultados, sino por la calidad de las relaciones que somos capaces de construir en la vida.

El equipo de Richmond es una representación (un fractal) de una tribu contemporánea. Ted Lasso entiende que antes de ganar en el campo, debe crear un sentido de comunidad entre sus jugadores. No se trata solo de entrenar habilidades técnicas, sino de restaurar la confianza entre compañeros, enseñarles a apoyarse mutuamente y recordarles que, en el fondo, la suerte de unos es la de todos. En una sociedad cada vez más fragmentada y competitiva, esta lección resuena con fuerza.

Momento emblemático: Ted le pregunta a un jugador que ha cometido un error: «¿Sabes cuál es el animal más feliz del mundo? Un pez dorado. ¿Por qué? Porque solo tiene una memoria de diez segundos». Esta sencilla metáfora encapsula una de las lecciones más importantes de la serie: la capacidad de dejar atrás los fracasos y seguir adelante. En el ámbito deportivo, así como en el empresarial, el miedo al error puede paralizar a los individuos. Ted, sin embargo, enseña que los errores son parte del proceso de aprendizaje y que la verdadera fortaleza radica en la capacidad de recuperarse. En un mundo donde el individualismo es glorificado, Lasso insiste en la importancia del trabajo en equipo y del cuidado mutuo, y no predica lecciones desde un pedestal, sino que muestra, a través de sus acciones cotidianas, que la bondad y la empatía pueden ser fuerzas transformadoras.

En última instancia Ted Lasso nos invita a reexaminar nuestras nociones de éxito.

Vive la virtud aristotélica del «justo medio», escapando de los extremos de vida: el exceso y el defecto, privilegia la mesura y no le agobia una ambición desmedida. Nos muestra que en la medianía se esconde una forma excepcional de grandeza.

@eduardo_caccia

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