Para dos de mis mejores amigos: Pedro Burgoa y Pepe Galicot.
Una frase, en verdad fascinante, ha robado el corazón juvenil de ya varias generaciones (y vaya que lo sigue haciendo a lo largo y ancho de todo el occidente): De cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades.
Esa frase, en términos discursivos y/o filosóficos, suele ser el núcleo no debatible del socialismo y, obviamente, también del comunismo de todo tipo y de toda época.
En más de un sentido, no sólo no tengo crítica alguna ante semejante afirmación, sino que la apoyo y la promuevo al 100%.
¿Entonces? ¿Cuál viene siendo el sentido de la totalidad del presente artículo?
Que semejante frase sólo puede ser moral dentro de un paradigma liberal, en el que se lleve a cabo cabalmente, como bien lo propondría el filósofo ilustrado John Locke, un respeto irrestricto a la vida, a la libertad y también a la propiedad privada de todos los individuos.
¿Qué significa, exactamente, lo anterior?
Que el pecado mortal del socialismo es el intentar cumplir semejante aforismo comunitario a punta de pistola.
Me explico:
En el socialismo de todo tipo, se le ayuda al necesitado prácticamente por medio del robo parcial o total de la propiedad privada de aquel que el gobierno decide y/o considera que más tiene. Es decir, el rico (o el menos pobre, en muchísimos de los casos), no ayuda de forma caritativa a su prójimo, sino que es prácticamente víctima de robo a mano armada, llevado éste a cabo por medio del monopolio presuntamente legítimo de la violencia que es el Estado, y el Estado mismo tampoco realiza caridad alguna ante el necesitado, pues una condición previa para poder regalar algo, es que ese algo sea mío, y aquello que he robado del prójimo (sin importar lo rico o pobre que éste sea), por principio de cuentas no me pertenece, sino a aquel al que he despojado de forma violenta de semejante propiedad privada.
En pocas palabras, el robarte dinero para regalarle una parte del mismo a los pobres, no me torna en un ser luminoso ni caritativo, sino en un criminal violento, en un violador flagrante de tus inalienables derechos humanos.
Por lo tanto, el hermoso paradigma aquí citado, solamente puede funcionar en términos moralmente aceptables si nos ayudamos entre todos, pero de manera voluntaria (elemento indispensable de la verdadera caridad), y no a descarada y ultra violenta punta de pistola hacia aquellos que unos cuantos consideren que debemos de robar para poder ayudar a otros.
Así que el verdadero y honesto aforismo socialista no es, en absoluto, el aquí ya expuesto, sino más bien el siguiente: El Estado robará a quién considere necesario robar y cuanto considere necesario robarle (a punta de pistola, por supuesto), para redistribuir semejante botín entre aquellos a los que decida que más lo necesitan.