El 9 de octubre, la Cámara de Diputados aprobó la reforma constitucional en materia energética, parte del paquete enviado el 5 de febrero. Esta modificación no sólo revierte  la de 2013, sino que esta blece el regreso al control  estatal del sistema eléctrico que imperaba en la década de los ochenta e  incluso antes, ignorando por completo la necesaria modernización que  requiere la organización y  funcionamiento del mercado para cumplir con los  compromisos que implica la transición energética que paradójicamente, es bandera de la nueva  administración. 

La reforma aprobada, sin “moverle una coma” y  sin prácticamente el menor análisis por parte de la mayoría hegemónica  del régimen, le regresa a  la el estatus de ente público (lo que no elimina  los problemas financieros  y técnicos que enfrenta),  dominando y regulando el sector desde la generación  hasta la distribución y comercialización. Rescata  el concepto de servicio  público de electricidad y  garantiza su provisión al  “pueblo”, sin estar sujeta  a condiciones de igualdad  y competencia. 

Cabe señalar que la  iniciativa aprobada  prioriza a   y CFE bajo un  modelo centrado  en combustibles  fósiles, sustentada  en la idea trasnochada de  que contamos con  reservas para muchas décadas.

Asimismo, limita la  participación privada en  transmisión y distribución eléctrica, aseguran do que la CFE mantenga su rol central. Además,  si se elimina la Comisión Reguladora de Energía  (CRE), la CFE asumiría el  control del sistema eléc trico nacional, lo que podría otorgarle un poder  hegemónico. Las reglas  sobre la participación privada en generación y  comercialización son poco claras, lo que podría desincentivar inversiones. Cabe señalar que la iniciativa aprobada prioriza a  Pemex y CFE bajo un modelo centrado en combustibles fósiles, sustentada  en la idea trasnochada de  que contamos con reservas para muchas décadas. La transición energética no está considerada en el  texto final (si bien hubo  un intento por incluirla  estableciendo que estaría  a cargo del Estado), lo que  contrasta con el discurso esgrimido por el nuevo desde el inicio, que busca abrirse a  las energías renovables  sin descartar la participación de inversión privada. De acuerdo con el Programa de Desarrollo  del Sistema Eléctrico  Nacional (PRODESEN)  2024-2038, la principal  fuente de energía limpia de la CFE es aquella gene rada mediante centrales  hidroeléctricas, aproximadamente 12,133 MW; esto representa el 27.2  por ciento de la capacidad  total de la empresa y el 12 por ciento de la generación total del país. Otras fuentes limpias como eólica, fotovoltaica y nuclear representan el 4.1 por ciento de la capacidad total de CFE, lo que  implica que el 68.7 por  ciento se genera mediante fuentes no renovables, especialmente ciclo combinado, térmica convencional y carbón. 

En contraste, el sector  privado (sin considerar a  los productores indepen dientes PIE) genera el 54.6  por ciento de los 26,744  MW de su capacidad me diante energías limpias,  especialmente fotovoltaica (27.4 por ciento) y eólica (23.8 por ciento), lo  que representa un reto  significativo para CFE  si pretende equiparar su  capacidad de generación  con energías renovables y justificar su prevalencia  en el mercado. 

Si bien el texto constitucional no establece la rectoría del Estado en ma teria de transición energética —quedando ésta en  las leyes secundarias— se  requerirá una estrategia  determinística por parte  del nuevo gobierno para  sostener el objetivo de de dicar al consumo nacional  la producción de petróleo que si bien no se incre mentaría su producción, sí requerirá seguir “que mando dinero”; al mismo  tiempo que se asegura que  CFE generará 54 por cien to de la energía eléctrica, elevando a su vez la participación de las fuentes  limpias. El compromiso apunta a que para 2030, el  45 por ciento de la energía  en provenga de  fuentes renovables. 

La reforma energéti ca no es clara respecto a  cómo se logrará equilibrar el sostenimiento de  las empresas públicas — que actualmente son altamente contaminantes  e ineficientes— ni sobre  la participación del sec tor privado ya presente  en el sector, lo que au menta la incertidumbre y  desincentiva los proyectos  de inversión. Menos clara  es en lo referente a la tran sición hacia energías lim pias, objetivo planteado por  el nuevo gobierno; un reto  grande sin duda. 

El autor es presi dente de Consultores  Internacionales, S.C.®

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