El panorama económico de 2024 concluye prácticamente en las mismas condiciones en que comenzó hace 12 meses: bajo densos nubarrones. A  nivel global, la no logró el salto necesario para recuperar plenamente la senda de crecimiento; la inflación no se contuvo del todo, lo que sigue representando un desafío; y los conflictos geopolíticos, lejos de solucionarse,  se han escalado y multiplicado. Internamente, más que una transición  política, hemos experimentado una suerte de  extensión de mandato enfocada en aprobar a pie juntillas el programa del anterior, lo que  ha generado incertidumbre, desconfianza y expectativas nada positivas. 

Se prevé un crecimien global del 2.9 por ciento para 2024, frente al 3 por ciento registrado en  2023. De acuerdo con el FMI, este desempeño será consecuencia del impulso  que generaron los mercados emergentes, mientras  que las economías avanzadas experimentaron un crecimiento relativa mente débil. El lento crecimiento se combina con  condiciones financieras restrictivas y una astringencia monetaria que, si  bien este año comenzó a  dar signos de cambio, seguirá presentando volati idad durante varios meses más. 

Las tensiones geopolíticas globales continúan contribuyendo de manera destacada a la volatilidad, por lo que el im pacto negativo sobre las economías y los merca dos financieros mundia les persistirá. Una fuente  importante de inestabilidad será la exacerbación del conflicto económico y comercial entre y China, marcado  por el regreso de a la presidencia de nuestro socio comercial. Esto tendrá impactos discordantes para la economía mexicana en el contexto de una relación bilateral compleja. 

Como resultado de la volatilidad y la inestabilidad mundial, las perspectivas de crecimiento para el próximo año señalan un  rango de pronóstico re ativamente amplio que va desde el 2.6 por ciento hasta el 3.3 por ciento para  2025. El indicador superior estará sujeto al desempeño de la economía de  Estados Unidos, que ciertamente está despuntando, aunque con lentitud. Sin embargo, si se registra un crecimiento por debajo del 3.0 por ciento, no se  habrá superado el promedio previo a la pandemia por COVID-19, lo cual es preocupante.

A nivel nacional, el fenómeno político y social que significaron las elecciones federales y locales — con un apabullante triunfo del régimen gobernante y la llegada a la presidencia  de la primera mujer en la  — no ha implicado al menos un ajuste en el programa de gobierno iniciado seis años antes. En  cambio, se ha optado por un continuismo sin corta pisas, preparando un “segundo piso” que lamenta blemente descansará sobre cimientos débiles. 

La fragilidad de las públicas —con una  deuda creciente y costosa— y la ausencia de una  reforma hacendaria in tegralponen en riesgo la  sostenibilidad de la política social basada en trans ferencias universales, así  como la financiación de  un programa de gasto — difícilmente considerada  inversión— en infraestructura que no ha comprobado del todo su utilidad en términos de impulso económico a largo plazo. 

Asimismo, el resque brajamiento del Estado de  Derecho, producto de reformas constitucionales que lejos de entenderse como una estrategia sólida y clara para el país han  generado desconfianza e  incertidumbre entre las inversiones nacionales y extranjeras, está debilitando y desincentivando el crecimiento económico. Se estima que cerrará 2024 con un magro 1.5 por ciento, con expectativas similares para 2025, sostenidas por el desempeño de las  exportaciones. Esto ocurre debido a que el consumo  y la inversión nacional no encuentran incentivos suficientes; aunque han mejorado los ingresos laborales, la debilidad estructural de la demanda interna requiere políticas económicas más proactivas. 

El año 2025 inicia con importantes desafíos en materia política, económica y social; todo indica que los nubarrones no  se dispersarán por sí solos. Es necesario que gobierno, empresarios y interactúen con un  propósito claro y unificador; las medidas unilaterales y sin consenso  terminan siendo perjudiciales. No se necesitan enemigos comunes, sino  objetivos comunes. 

El autor es presidente de Consultores  Internacionales, S.C.®

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