Retoma el poder uno de los líderes mundiales más polémicos de la historia, quien además busca implementar el Proyecto 2025, iniciativa impulsada por la Fundación ultraconservadora Heritage que consiste en 887 páginas escritas en colaboración de más de 100 organizaciones y expertos de política de derecha, cuyo objetivo es devolver los valores republicanos en Estados Unidos.
Este proyecto de nación representa un momento coyuntural que entrelaza los objetivos del gobierno entrante con la agenda de las grandes empresas tecnológicas, configurando nuevas narrativas que impactarán los derechos civiles y sociales no solo de los ciudadanos norteamericanos, sino de usuarios a nivel global. Estas tecnologías podrían convertirse en herramientas de control y formación de opinión pública sesgada a los intereses de unos cuantos, o bien en detonadores de movimientos sociales en defensa de los derechos humanos fundamentales.
Donald Trump ha comentado públicamente en varias ocasiones cómo el Proyecto 2025 se aleja de su estrategia de gobierno; sin embargo, gran parte de sus asesores y trabajadores cercanos participaron directa o indirectamente en su redacción. Las Big Tech por su parte, con sus herramientas sofisticadas como los principales medios digitales de comunicación han promovido grandes cambios socialmente constructivos, pero también han sido vehículos para la censura, la vigilancia masiva y la difusión al por mayor del discurso del odio. En manos de agendas restrictivas, estas tecnologías pueden limitar libertades mediante el uso de reconocimiento facial para monitorear e intimidar a actores ciudadanos. Ejemplos recientes incluyen algoritmos oficializados por Meta y X (antes Twitter), empleados para bloquear campañas en defensa de los derechos de minorías y otras libertades fundamentales.
No obstante, habitamos en la era de la hiperconectividad, donde la fuerza de nuestros canales de comunicación se da en torno a plataformas digitales que, enmarcadas en las propuestas del Proyecto 2025, pueden influir en la independencia de organismos internacionales. Tal es el caso de la UNESCO, institución para la cultura y la ciencia que ha decretado al 2025 como el Año Internacional de la Ciencia y la Tecnología Abierta por su papel en el fomento al ejercicio del desarrollo sostenible, el progreso humano y la salvaguarda del patrimonio cultural. Sin embargo, la ruptura de relación con la UNESCO en 2017 por parte de Donald Trump debilita el multilateralismo, contrapone los ideales de cooperación internacional y la capacidad de hiperconectividad con valores de inclusión y preservación cultural. Lo ideal es que la nueva administración Trump reevalúe la relación con la UNESCO y otros organismos internacionales.
En respuesta a la radicalización narrativa, las empresas tecnológicas tienen la responsabilidad de manejarse independientemente de las agendas de gobierno con acciones concretas que garanticen los derechos humanos a través de herramientas como: transparencia algorítmica que asegure que la información sea objetiva y sin sesgos; protección de voces críticas para la libre difusión de ideas que promuevan la igualdad y la justicia social; y la integración de voces de la sociedad civil y de organismos no gubernamentales que aseguren que los contenidos sean abiertos y libres para la expresión y consolidación de los derechos civiles, de una manera responsable y ética. Los ciudadanos y usuarios de plataformas digitales debemos intervenir activamente en la creación de una nueva narrativa que garantice que el compromiso ético de las empresas tecnológicas, los organismos internacionales y los gobiernos, se lleve a cabo de manera transparente y responsable. Nuestra razón de ser como humanos trasciende administraciones, agendas políticas e intereses corporativos.
Es nuestra responsabilidad exigir que la tecnología y las políticas públicas prioricen los valores de la diversidad, la libertad de expresión y el acceso generalizado de la tecnología para proteger el legado de las generaciones actuales y futuras. Nuestras libertades y dignidad como personas no deben ser sacrificadas en favor de soluciones a corto plazo. La toma de decisiones basadas únicamente en intereses económicos de unos pocos impide que entendamos y aprovechemos plenamente el acervo de la humanidad: nuestra capacidad de construir un futuro basado en la igualdad, así como de la libertad y el respeto mutuo.