Hace un par de semanas un alto funcionario del Pentágono hizo dos preguntas en una conferencia organizada por el Departamento de Defensa en la Hoover Institution de la Universidad de Stanford. ¿Qué es lo que menos entiende sobre sí mismo? y ¿qué es lo que más debe entender Estados Unidos sobre ? A la primera alguien respondió, con un poco de insolencia, que era hora que Estados Unidos comprendiera que ya no es una república joven, sino una sociedad de edad madura (middle age), para la cual la sí importa y no debe ser ignorada. No puedo reproducir las reacciones, porque toda la conferencia se realizó bajo Chatham House Rules, pero el único mexicano presente en la reunión afirmó, en respuesta a la segunda, que Washington parecía haber olvidado que ninguno de los que México enfrenta puede ser atendido, ni mucho menos superado, si la economía mexicana no crece. Que había crecido apenas 2 % anual en promedio entre 1994 y 2024, y menos de 1 % anual en promedio durante el sexenio de López Obrador.

Las cifras publicadas ayer por las autoridades muestran la pertinencia de la pregunta y de las respuestas. En efecto, el aumentó 0.9 % al año desde 2019, un incremento negativo en términos per capita. El 2024, que debió ser un buen año por el gastadero bestial de dinero en las campañas y los programas sociales, no lo fue: la economía se expandió 1.3 %, según las cifras preliminares, tal vez una décima menos una vez que se divulguen los datos definitivos.

Los números previstos para este año no son más alentadores. Aunque Hacienda basó su en 3 % de crecimiento en 2025, los economistas sondeados por Banxico y por bancos privados prevén poco más de 1 %. Hay quienes creen, sobre todo a la luz de las últimas cifras del cuarto trimestre, que padeceremos una economía plana o incluso en durante la mitad del año.

Pero lo más grave son los pronósticos para el resto del sexenio, no en cifras precisas, sino como consecuencias de una serie de factores. Con o sin aranceles, el sábado primero de febrero, o el primero de marzo o abril, o más adelante, los próximos cuatros años encierran una serie de desventajas para la inversión privada en México que difícilmente permiten esperar tasas de crecimiento superiores a las del sexenio pasado. Enumero cuatro.

El T-MEC será renegociado, y dicha renegociación tardará en llegar a buen puerto. Por varias razones, pero me limito a dos. Será necesario un nuevo acuerdo del norteamericano, y Canadá va a representar un apartado más complejo que en el pasado, tanto por el conservador que tendrá, como por las agresiones verbales y no sólo verbales de Trump.

La lamentable reforma del Poder Judicial en México fungirá como un factor disuasivo para la inversión extranjera y nacional privada. No la eliminará, ni habrá un éxodo de capitales, pero la llegada de nuevas inversiones se va a dificultar. Sin ellas, no hay crecimiento elevado posible.

Estados Unidos no sólo va a tratar de impedir las inversiones chinas en México para exportar a Estados Unidos, sino también para vender en México. Por motivos simples: por joder, por razones de nacional, por razones de propiedad intelectual y de competencia tecnológica. No se trata de un flujo enorme, por ahora —aunque desconocemos su verdadero monto— pero no podemos contar con ello.

Por último, el “reshoring”, es decir, el intento por Trump de traer o retraer inversiones y plantas manufactureras a Estados Unidos, no a los tres países de América del Norte. Parte de su estrategia arancelaria consiste justamente en eso: convencer a grandes empresas estadunidenses, pero también europeas, japonesas, coreanas, etc., que si desean acceder al mercado más grande del mundo, tiene que instalarse en el país más rico del mundo. En el fondo, esto es lo han hecho los chinos desde hace treinta años, so pretexto de la “transferencia de tecnología”, y lo que pretendieron varios países latinoamericanos en la época de la sustitución de importaciones (ver el decreto de la industria automotriz en México de los años ochenta).

Por todas estas razones, y muchas más, apuesto —no a que no va a haber aranceles, como muchos colegas ingenuos— a que creceremos muy poco este sexenio. Y el que formuló las preguntas citadas al comienzo deberá reflexionar si quien le respondió tenía razón o no.

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