Me atrevo a calificar con el adjetivo “gran” al sustantivo “fracaso” en el caso concreto del combate a la corrupción durante el sexenio pasado.
Después de vivir uno de los gobiernos más corruptos de la historia, el de Peña, López Obrador llegó con el mandato de limpiar la mugre y comportarse de manera honesta. No fue gratuito que la corrupción haya sido el principal tema de las campañas presidenciales de 2018. La gente estaba harta de tanto abuso de poder, robo de recursos públicos e impunidad de la clase política.
“Nosotros somos diferentes”, repetía AMLO hasta el último día de su mandato, sacaba un pañuelo blanco y presumía la honestidad de su gobierno comparado con los del pasado. Era pura propaganda.
La verdad es que la corrupción empeoró al mismo tiempo que se propagaba un discurso de superioridad moral.
Insisto: el combate a la corrupción fue un gran fracaso.
No lo digo yo. Lo dice Transparencia Internacional, que la semana pasada publicó su Índice de Percepción de la Corrupción (IPC) 2024.
En una escala de cero a 100, donde 100 es más honestos y cero más corruptos, México obtuvo 26 puntos en 2024, una caída de cinco puntos con respecto a 2023. Nuestro país quedó en el lugar 140 de 180 países donde se midió el IPC siendo Dinamarca el menos corrupto con una calificación de 90 y Sudán del Sur el más deshonesto con sólo ocho.
México es el peor país en materia de corrupción de los 34 países con mayor desarrollo económico del mundo agrupados en la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE).
Nuestros socios de Norteamérica –Estados Unidos (65 puntos) y Canadá (75)– están mucho mejor, pero también nos vemos mal comparados con el área de América Latina: Chile (63 puntos), Colombia (39), Argentina (37), Brasil (34) y Perú (31) nos superan. Eso sí, le ganamos a Venezuela que tiene 10 puntitos.
¿Cómo no calificar de “gran fracaso” si los 26 puntos en el último año de AMLO es la peor calificación que ha tenido México desde que comenzó a medirse el IPC en el año 1995?
Para comparar peras con peras. En el último año del sexenio de Zedillo (2000), México obtuvo una calificación de 33. Mismo número alcanzó Fox en 2006. Calderón, tan odiado por la 4T, llegó a 34 en 2012. Peña, con todo y la corrupción rampante, se posicionó en 28 en 2018. Y el que hizo del combate a la corrupción su principal bandera de campaña, que demolió instituciones bajo el pretexto de que eran deshonestas, terminó su sexenio el año pasado con 26. Peña dejó la calificación en 28. Para 2020, AMLO la había subido a 31. Ahí se quedó hasta 2023. Fue el último año del gobierno (el “de Hidalgo”) en que tuvo una caída hasta 26.
Para negar el fracaso, los lopezobradoristas argumentarán que el IPC tiene problemas metodológicos o que Transparencia Internacional es una institución neoliberal y fifí que carece de credibilidad. En realidad, el IPC es el ranking de corrupción más utilizado en el mundo. Tan usado que el propio AMLO lo citaba como un indicador confiable.
Cito el mensaje de López Obrador cuando tomó posesión como presidente: “Según la última medición de Transparencia Internacional ocupamos el lugar 135 en comparación con 176 países evaluados. Ocupamos el lugar 135 en corrupción, entre 176 países evaluados y pasamos a ese sitio luego de estar en el lugar 59 en el 2000, subir al 70 en el 2006, escalar al 106 en el 2012 y llegar en 2017 a la vergonzosa posición en que nos encontramos”.
Tenía toda la razón: ¡qué vergüenza!
Pues hoy la vergüenza es mayor.
Después de este párrafo, AMLO daba su visión de lo que había pasado. Todo se debía al modelo de desarrollo económico adoptado desde el sexenio de De la Madrid: “El distintivo del neoliberalismo es la corrupción”.
Así que todo era muy sencillo. Al suprimir el neoliberalismo se acabaría la corrupción. Sí, cómo no. Al revés, empeoró.
¿Podemos entonces concluir, al estilo AMLO, que el “distintivo de la Cuarta Transformación es la corrupción”?
No lo creo porque, en lo personal, no me gustan este tipo de generalizaciones falaces.
De lo que estoy convencido es de que la 4T, incluido a su fundador, racionalizan de manera diferente la corrupción. Si hay abusos de poder, sobornos, malversación de fondos, donaciones ilegales e impunidad para fortalecer a Morena, y así ganar cada vez más posiciones políticas, entonces no es corrupción. El fin justifica los medios.
Obvio, están equivocados porque corrupción es corrupción, y punto.
Y hoy la realidad es que, según Transparencia Internacional, la percepción es que México es más corrupto que antes. Gran fracaso.
X: @leozuckermann