El regreso de Mexicana de Aviación prometía un renacer para la conectividad aérea del país, pero hoy, la realidad es otra.
Mientras tanto, la Agencia Federal de Aviación Civil (AFAC), a cargo de Miguel Enrique Vallín Osuna sigue siendo más un obstáculo que una solución.
Con una aerolínea tambaleante y una autoridad reguladora ineficaz, la aviación mexicana se encuentra en una zona de turbulencia de la cual no parece haber escapatoria.
Me dijeron que la vida es un viaje, que subes alto, pero bajar es lo más difícil…» (Learning to Fly, Tom Petty and the Heartbreakers)
Mexicana de Aviación: Alas rotas y bolsillos vacíos
Mexicana volvió a operar con «bombos y platillos» en diciembre de 2023, pero la euforia se disipó rápidamente.
Con apenas dos aviones en funcionamiento y un promedio de menos de cincuenta y tres pasajeros por vuelo, la aerolínea estatal parece más un capricho político que una alternativa viable de transporte.
Las cancelaciones de rutas y la reducción de operaciones han convertido lo que debía ser una gran apuesta en un fracaso evidente.
Pero lo más alarmante no es solo la mala planeación, sino el golpe financiero.
Con una demanda millonaria en su contra, por ochocientos cuarenta y un millones de dólares por incumplimiento de contratos, Mexicana no solo no despega, sino que se hunde en un mar de deudas.
La acción legal en Nueva York, iniciada por la empresa SAT Aero Holding debido a impagos por aviones alquilados, solo añade más turbulencia a una aerolínea que, en vez de conectar destinos, está acumulando problemas.
AFAC: Piloto automático hacia el desastre
Por otro lado, la AFAC, la autoridad encargada de velar por la seguridad y desarrollo de la aviación mexicana, sigue mostrando una preocupante incapacidad operativa.
La agencia enfrenta recortes presupuestales, ocasionados por la famosa «austeridad republicana», corrupción y un rezago en la emisión de certificados que pone en riesgo la estabilidad del sector.
Lo más grave es que esta ineficiencia amenaza la Categoría 1 de seguridad aérea que México apenas logró recuperar.
Si la AFAC no se fortalece, nuestras aerolíneas podrían volver a ser relegadas a la Categoría 2, lo cual afectaría la conectividad con Estados Unidos y generaría un impacto económico severo en un sector que ya de por sí atraviesa dificultades.
«Cuando sientas que caes en picada,cuando no haya más luz en el horizonte,cuando el mundo parezca romperse bajo tus pies…» (Crash and Burn, Savage Garden)
¿Quién paga los platos rotos?
Mientras el gobierno se aferra a una aerolínea que apenas se sostiene y a una autoridad reguladora que no cumple su función, los ciudadanos somos los verdaderos afectados.
Menos vuelos, tarifas más altas y una posible degradación en la seguridad aérea son solo algunas de las consecuencias de esta crisis.
De nuevo, volvemos a decir que la aviación mexicana no necesita discursos optimistas ni proyectos improvisados.
Necesita eficiencia, transparencia y, sobre todo, responsabilidad.
Sin una estrategia realista y un manejo profesional del sector, lo único seguro es que seguiremos volando en círculos, sin rumbo y sin un plan de aterrizaje a la vista.
¡Queda Dicho!