El fundador del Partido Morena, luego presidente de la Republica, Andrés Manuel López Obrador, creó un estilo de gobierno caracterizado por la insensibilidad al dolor de las víctimas, y sus familiares, que también los son.
Su manera de enfrentar el dolor del otro ha hecho escuela y ahora forma parte fundamental del marco político – conceptual de Morena como institución y a nivel de los gobernantes, diputados y senadores que surgen del mismo.
Los recientes acontecimientos del Rancho Izaguirre, en Teuchitlán, Jalisco, ha hecho evidente y muy palpable cómo opera esta insensibilidad ante el dolor por parte de las y los morenistas. La prensa está llena de declaraciones que lo muestra y prueba.
De manera particular, ha sido notable la insensibilidad de la presidenta Sheinbaum, la discípula más destacada del presidente López Obrador, su mentor y guía. Parece que ella se ha propuesto superarlo e ir todavía más allá.
Desde que reventó el caso del Rancho Izaguirre, la presidenta, cada una de sus mañaneras las ha convertido en un espacio, claro y evidente, para mostrar su falta de sensibilidad ante el dolor del otro y su clara carencia de humanismo.
Sus declaraciones las recogen los medios y están a la vista de todos. Ella no tiene ningún recato y es abiertamente insensible e inhumana. No es un descuido o algo accidental. Obedece a una manera de entender la política y desde ahí a las víctimas y su dolor.
Para su antecesor, fundador de Morena y de su concepción política, dar lugar a la existencia de las víctimas y su dolor, es abrirse frentes que deslegitiman su proyecto político, al tiempo que dar lugar a la existencia de grupos que no pueden controlar y por lo mismo manipular a su antojo.
La presidenta Sheinbaum piensa de la misma manera, ha sido la mejor de sus alumnas, y entre otras cosas por eso está donde ahora se encuentra. En el marco de esa concepción política no puede aceptar la existencia de grupos que viven el dolor, para el caso producto de la acción del crimen organizado, porque evidencia la existencia de problemas que su gobierno no puede resolver.
El dolor de las víctimas niega el mundo ideal que su antecesor y ella han construido como consecuencia de su extraordinario gobierno. Así lo piensan. Por eso no pueden dar lugar a que un grupo de víctimas y sus familias digan que su mundo y su gestión no son perfectas, que existen problemas que ellos no son capaces de resolver. El dolor de las víctimas lo hace evidente. Solo hay lugar para un pueblo indefinido, sin organización, del cual son sus representantes. Los demás no existen.