Con la entrada en funciones de un nuevo gobierno federal, se presenta  la obligación y a su vez  oportunidad de plasmar  la visión de gobierno que  fue electo en un instrumento esquematizado que  se convierte en guía del  desempeño gubernamental: el Plan Nacional de  Desarrollo (PND). El documento si bien se elabora  con un enfoque participativo, incluyendo consultas  ciudadanas y la colaboración de diversos sectores  sociales, tradicionalmente se basa en la plataforma electoral que llevó al  triunfo a la persona titular del ejecutivo. También  es tradición que se integre  de una serie de buenos deseos que sobre la marcha  requieran ajustes y que en  ocasiones sólo prenden en  el papel, quedando pendientes de realizarse. El PND 2025-2030  presentado en febrero al  para su análisis  y aprobación dentro de los  

Los dos meses posteriores, de  acuerdo con el sistema nacional de planeación democrática establecido en  la Constitución, expone  las directrices, estrategias  y objetivos que orientarán  las acciones del gobierno  federal durante el sexenio. 

Según el propio documento, los objetivos  consisten en consolidar  la transformación del  país bajo un modelo de  desarrollo con bienestar,  social y sustentabilidad. Destacan una  serie de objetivos y acciones que en el contexto del  documento parecen bien  orientadas; no obstante,  el PND no contempla formas más claras de obtención  de que permitan su realización por lo  que se cae en el terreno  de los buenos deseos más  que realidades posibles y  factibles. 

Cabe tomar en cuenta que el nuevo gobierno se ha asumido  como continuador de la  

“transformación” del país  iniciada desde el sexenio  anterior, lo que se ha llamado “segundo piso”, por  lo que fuera de algunas  visiones con certeza dis tintas, especialmente lo  relacionado con la sustentabilidad y una mayor  participación del sector  privado, las directrices establecidas no se apartan  de manera significativa  del modelo de desarrollo  llamado “Humanismo  Mexicano”. 

El PND 2025-2030, que  en principio está estructurado de acuerdo con lo  establecido por la Ley de  Planeación se articula sobre cuatro ejes generales  y tres ejes transversales  que estructuran la política pública en su conjunto. Destaca el segundo eje  general: Desarrollo con  bienestar y humanismo,  que retoma los objetivos  de reducir la y garantizar el acceso a la educación, la salud, la vivienda y la Derechos en los que lejos de avanzar  se retrocedió en el sexenio pasado. 

De igual forma podemos hacer hincapié en el  segundo eje: Economía  Moral y Trabajo, que busca fortalecer la capacidad  de consumo a través de  los programas sociales,  creando más empleos y  mejorando los salarios, así  como impulsar una política industrial integral, la  cual se presentó previamente en el Plan

Se advierte, en este  contexto, que la estrategia será continuar con  los Programas para el  Bienestar garantizando que el incremento  anual de los apoyos económicos sea superior a  la . Lo que no  queda claro es cómo se  

garantizará el sostenimiento financiero de  los mismos, máxime si  el propio Plan establece  como meta para el 2030  elevar los tributarios al 14.4% del PIB,  lo que implica la ausencia de una reforma fiscal y seguir argumentando que con disciplina  y austeridad se tendrán  los recursos suficientes.  Cabe señalar que, en los  países de la OCDE, los  ingresos tributarios significan en promedio 34%  del producto. 

Esta nueva edición del  PND tendrá como signo distintivo la aparente ausencia de un sistema claro de rendición de  cuentas sobre el cum plimiento de los objetivos del Plan; aunque en el mismo existen formas  de medición, el organismo que lo hacía tradicionalmente era el Consejo  Nacional de Evaluación de  la Política de Desarrollo  Social (), con su  desaparición más que un  área de mejora representará una preocupación. Si  bien existen mecanismos  de monitoreo, como los  indicadores de bienestar y  parámetros de las conocidas como las Matrices de  Indicadores de Resultados  (MIR), estaremos sujetos  a la calidad de la en la publicación de  estas para poder llevar a  cabo ejercicios de evaluación de impactos. 

El autor es presidente de Consultores  Internacionales, S.C.® 

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