Este domingo 13 de abril, a los 89 años, falleció , mejor conocida como doña Leo, fundadora del grupo , un colectivo de mujeres veracruzanas que durante tres décadas han brindado alimento, agua y esperanza a miles de que cruzan a bordo del tren conocido como La Bestia.

Todo comenzó un 14 de febrero de 1995, con un gesto tan simple como poderoso: sus hijas, al ver a migrantes hambrientos pasar por la comunidad de Guadalupe, en Amatlán de los Reyes, regalaron el pan que acababan de comprar. Aquella acción, lejos de ser regañada, fue abrazada por doña Leo, quien decidió transformar esa empatía infantil en un acto sostenido de amor al prójimo.

“Les dije que habían hecho lo correcto”, recordó doña Leo años después. Y así nació Las Patronas, una organización que hoy es sinónimo de solidaridad en México y el mundo.

Sin recursos, sin financiamiento, sin otra motivación que la compasión, estas mujeres —guiadas por doña Leo— comenzaron a preparar bolsas con comida y botellas con agua para lanzar a los migrantes desde las vías. Con el tiempo, levantaron un albergue, Esperanza del Migrante, y con él una red de apoyo, inspiración y resistencia.

Su labor fue reconocida con el Premio Nacional de Derechos Humanos en 2013 y el Premio Princesa de Asturias de la Concordia en 2015. Universidades como Harvard y foros internacionales como la han compartido su como ejemplo de humanidad en su forma más pura.

Apenas el pasado 14 de febrero, Las Patronas celebraron 30 años de existencia con un homenaje a doña Leo, quien acababa de cumplir 89 años. Hoy, sus compañeras escriben: “Su corazón ha dejado de latir, pero su sabiduría y humanidad ha quedado impregnada en cientos de personas de México y el mundo”.

La mujer a la que también llamaban “la patrona de las patronas” será velada este lunes 14 de abril en el albergue que ella misma fundó. Sus restos descansarán en el panteón de La Patrona, la comunidad que se convirtió en símbolo de esperanza para quienes todo lo han perdido.

Más allá de los premios y los reconocimientos, doña Leo será recordada por ver al migrante con amor: como madre, como hermana, como prójima. Demostró que no hace falta tener mucho para hacer el bien, sino sólo el deseo profundo de cambiar una vida, una comida, una sonrisa a la vez.

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