La muerte de un Papa es una noticia que afecta directamente a la grey católica, que se calcula en mil 300 millones de personas, alrededor de 18% de la población mundial. Sin embargo, los pontífices romanos suelen tener un poder más allá del mundo católico.
Se dice que, en las conversaciones de Yalta, en 1944, alguien trajo a colación la influencia y el poder moral del Papa, a lo que Stalin respondió: “¿Y cuántas divisiones tiene el Papa?”. Es una anécdota que refleja la visión realista de que el poder se ejerce por la fuerza en contraposición a que también puede ejercitarse por la palabra.
Nadie puede negar, en este sentido, la influencia que tuvo, por ejemplo, el papa Juan Pablo II en la democratización de los países de Europa del Este y la caída de la Unión Soviética. Sí, Gorbachov tenía más tanques de Wojtyla, pero éste fue más eficaz para lograr el objetivo de derrocar a los regímenes comunistas.
Aunque no soy católico, lamento la muerte del papa Francisco.
Sé que tenía buenas intenciones reformistas de la Iglesia católica, pero no pudo llevarlas a cabo como pretendía. Como dijo Roberto Blancarte, experto en religiones, “su legado fue ambiguo”. La realidad es que la Iglesia seguía siendo muy conservadora después de los papados de Juan Pablo II y Benedicto XVI.
Yo destaco dos temas en los que el papa Francisco utilizó el poder de la palabra para influir en la comunidad mundial.
En un momento donde privan las fuerzas anti migrantes en Europa y Estados Unidos, el Pontífice se convirtió en una voz desafiante. En discursos y homilías reconocía el problema y abogaba a favor de respuestas que tomaran en cuenta la compasión, la solidaridad y el respeto por la dignidad humana.
En 2013, antes de la aparición de Trump en la política estadunidense, visitó la isla de Lampedusa, en el sur del Mediterráneo, punto de entrada importante para los migrantes a Europa. Fue su primer viaje apostólico fuera de Roma. En su homilía, el Papa expresó su dolor por la “globalización de la indiferencia”. Preguntó “¿quién ha llorado por las personas que estaban en la barca?”, destacando la falta de solidaridad y urgiendo a nuevas estrategias en el trato a los migrantes.
De manera correcta, a contracorriente, el Papa promovió la integración de los migrantes instando a las naciones de Occidente a ver a la migración como una oportunidad para construir sociedades más inclusivas y justas.
En 2020, en su famosa Carta Encíclica Fratelli Tutti que promovía el amor fraternal universal, Francisco no soslayó a los migrantes a los que pidió tratar con dignidad y respeto, reconociendo sus derechos y contribuciones a la sociedad.
El otro tema para destacar sobre el fallecido Pontífice es el del cambio climático.
De nuevo, en un contexto de políticos negacionistas de este mal que los humanos le estamos haciendo al planeta, el Papa se puso del lado correcto de la historia, es decir, a favor de aceptar la realidad climática y enfrentar uno de los desafíos más grandes de la humanidad.
En 2015 lanzó la encíclica Laudato Si, que expone sus puntos de vista sobre el cambio climático y la ecología.
Francisco parte de la premisa de que la Tierra es nuestra “casa común” y todos debemos involucrarnos en su cuidado. En este sentido, resulta urgente una acción global para resolver los problemas ambientales que enfrenta nuestro planeta que, por cierto, como ahí se dice, a quien más afecta es a los más pobres y vulnerables.
En Laudato Si se habla de la degradación ambiental, incluida la deforestación, la contaminación y la pérdida de biodiversidad. De la amenaza al equilibrio natural y los sistemas de los que dependemos. Critica el consumismo extremo y la cultura del descarte que conducen al desperdicio de recursos. Propone un tipo de espiritualidad ecológica para que las personas vean su relación con la naturaleza como parte de su fe, de tal suerte que se genere una responsabilidad moral hacia el medio ambiente.
Obvio, está a favor de políticas globales que resuelvan el problema con modelos de desarrollo económico que reconozcan y respeten los límites ambientales. Hace un llamado a todos, desde individuos hasta líderes mundiales, a involucrarse en un diálogo abierto y a tomar medidas concretas para afrontar los desafíos ambientales. Y reconoce a la educación como instrumento de conciencia ecológica.
En un aspecto muy interesante, el Papa sostiene que tanto la ciencia como la religión pueden colaborar en el cuidado del medio ambiente. No debe haber diferencias en estos dos campos que, a lo largo de la historia, han estado en tensión.
En fin, dos temas en que Francisco, con el poder de la palabra, se posicionó a contracorriente de los líderes populistas de occidente. QEPD.
X: @leozuckermann