En lo que va de 2025, el desempeño del  mercado laboral en México ha estado emitiendo señales preocupantes. Aun cuando  según ha reportado el INEGI, la tasa de  desocupación nacional se ha mantenido  sorprendentemente baja —2.7 por ciento en mayo— el empleo formal, particularmente el registrado ante el Instituto  Mexicano del Seguro Social (IMSS), da  visos de estar entrando a una situación  de severo estancamiento particularmente en el segundo trimestre. 

De enero a junio de este año, se crearon  97,420 nuevos puestos de trabajo formales cuando en el mismo período de 2024,  se habían registrado 402,703 empleos la  generación más débil en varios años (exceptuando el 2020 año de la pandemia).  Cabe señalar que los últimos tres meses  los registros han sido negativos acumulando una pérdida de 135,537 puestos. 

Este fenómeno es especialmente preocupante porque ocurre en combinación  con un débil crecimiento del PIB de 0.8  por ciento en el 1T de 2025 (con expectativas al cierre del año que no superan  este resultado), y de un reavivamiento de  la inflación general que no ha alcanzado  a ser controlada de manera suficiente. La  realidad es compleja: el empleo formal no  se está expandiendo y la informalidad se  consolida como la alternativa dominante para millones de trabajadores. 

La informalidad laboral alcanzó en  mayo de 2025 el 54.9 por ciento de la  población ocupada, lo que representa  más de 32.9 millones de personas. Este  fenómeno no sólo implica precariedad salarial y ausencia de prestaciones, sino  que también debilita las finanzas públicas  al reducir la base de cotización al IMSS y  mermar la recaudación fiscal y las contribuciones para la seguridad social y la  vivienda. Cabe señalar que el número de  registros patronales ante el Seguro Social  ha disminuido en 2.5 por ciento en el último año, otro síntoma del deterioro estructural del empleo formal. 

Las causas del estancamiento en la  creación de empleo formal son múltiples  y de naturaleza tanto interna como externa. En el plano doméstico, destaca la baja  inversión privada, provocada en parte por  la incertidumbre regulatoria, los costos  crecientes de cumplimiento normativo  y un entorno político que genera dudas  sobre la permanencia de reglas claras, lo  que ha impedido que la relocalización se  materialice de manera clara a la vez que  complica a las MIPyMEs formalizar nuevas contrataciones. A ello se suma la limitada capacidad del gasto público para  impulsar sectores intensivos en mano de obra, debido a restricciones que la consolidación fiscal impone y las prioridades  políticas enfocadas en programas sociales clientelares. 

Los riesgos que acentúa esta tendencia son profundos. Por un lado, el debilitamiento del empleo formal compromete  la sostenibilidad del sistema de seguridad  social, en un país donde el bono demográfico está cerca de agotarse, el sistema  de pensiones está comprometido y no se  cuenta con recursos suficientes para dar le viabilidad. Por otro lado, alimenta la  desigualdad regional: mientras entidades  del centro-norte logran sostener niveles  moderados de formalidad, estados como  Oaxaca y Guerrero enfrentan tasas de  informalidad superiores al 75 por ciento, perpetuando condiciones de pobreza  estructural especialmente la que no depende de subsidios. 

Se genera un círculo perverso ya que  la baja creación de empleo formal limita  el crecimiento del mercado interno. Con menor ingreso disponible y menor poder adquisitivo, el consumo privado se  debilita, arrastrando consigo al producto interno. 

Revertir esta situación requiere una estrategia nacional de recuperación del empleo formal. En primer lugar, es urgente  fomentar la inversión privada mediante  certeza jurídica, mejora del entorno regulatorio y apoyo directo a las MIPyMEs.  Políticas fiscales que reduzcan el costo de  la formalización también podrían incentivar nuevas contrataciones. 

En el mismo contexto, es fundamental  reactivar los sectores económicos especialmente los que generan más empleo.  Hacer realidad las oportunidades del nearshoring, fortaleciendo cadenas de valor locales y desarrollo de proveedores. Hemos  apuntado que el Plan México tiene buenos  propósitos, pero debe ponerse en práctica  a cabalidad, lo más pronto posible. 

El autor es presidente de Consultores  Internacionales, S.C.® 

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