Pasados casi siete meses desde el inicio de la segunda presidencia de Donald Trump, algunas de las características más saliente de su gestión son el frenesí de actividad pública, la avalancha de anuncios, nombramientos, nuevos planes, despidos y contrataciones de funcionarios, movimientos de tropas, decretos presidenciales por doquier, declaraciones estentóreas, agresivas y terminantes a la prensa y sobre todo lo que parece miles de publicaciones del mandatario en los medios sociales, especialmente el de su pertenencia, que opera bajo el pretencioso y poco correcto nombre de Truth.

Este afiebrado ritmo de actividades no tiene una dirección constante, una lógica que lo guíe, una doctrina que lo explique, ni resultados que lo justifiquen.

Los principios que guían esta presidencia no son racionales; aunque vagamente derivan hacia un gobierno autoritario y una política de extrema derecha, Trump jamás ha sido un ideólogo. Más bien, se guía por la conveniencia personal de sus actos, por el poder que le confieren, por la destrucción de sus enemigos, los reales y los percibidos, y en muchos casos por el lucro que puedan dispensar para él, su empresa The Trump Organization, y su familia más cercana.

Para mantener y extender su poder, sus acciones tienden a beneficiar, primero, al compacto círculo de empresarios como él y más abajo, a sus votantes empedernidos, lo que llaman su “base”.

Este tipo de base de votantes es característicamente incondicional, sumida en una especie de torpor, como corresponde a su culto a la personalidad combinado con la negación de quien disienta. Tan dedicados a su héroe son, que han sido indiferentes a los efectos perniciosos que muchas de las decisiones del presidente han tenido sobre su propia economía, su bienestar y su futuro y el de sus familias.

Hasta ahora.

Porque de la misma manera que las decisiones del magnate en materia económica son caóticas, caóticos son los resultados que comienzan a vislumbrarse en los informes, aunque el grueso de las consecuencias todavía está por verse.

Sin embargo, ya sabemos que los precios de productos de primera necesidad se han disparado, y que en general los precios aumentaron en 2.6% en un año, algo que justifica la reticencia del banco de Reserva Federal de bajar los intereses. El mercado laboral se debilita, como se ve en la ralentización de los nuevos empleos. La tasa de contrataciones es la más baja en una década. La incertidumbre previene expansiones y nuevos proyectos. Los aranceles que según Trump pagarían los países exportadores los están pagando los consumidores al ritmo de 18%, según la Universidad de Yale: un récord en los últimos 90 años.

Sin embargo, mal harían tanto detractores como simpatizantes del Presidente en expresar sorpresa por la naturaleza de sus decisiones, porque esto es lo que prometió, anunció, repitió y divulgó durante toda la campaña electoral. Lo que hace está mal; pero es lo que dijo que haría.

La consecuencia de todo esto es que, según una encuesta de AP del 23 de julio, el porcentaje de insatisfechos con Trump se ha disparado y su tasa de aprobación cayó al 37%, comparable a la que imperaba al final de su primer término, según Gallup.

Y si bien los aranceles a las importaciones generarán ingresos para el fisco, estos serán usados para financiar los recortes de impuestos para los más ricos.

Más que los temores por un régimen dictatorial y corrupto, es la inestabilidad económica lo que podría inclinar la balanza de la opinión pública – contra esta presidencia. Algo que se podría reflejar en las votaciones de senadores y quizás, algunos congresistas. Aunque ello podría, seguramente, motivar un incremento en el caos que causa, en su extremismo y en su violencia. Quienes apoyan el principio de “cuanto peor (para la gente), mejor (para su causa) están en un error.

Pero lamentablemente, este pronóstico presupone el empeoramiento de las condiciones de vida de la población, especialmente las minorías afroamericana y latina, que de por sí están en desventaja.

En esta situación, es deber de los expertos, académicos y de los medios seguir explicando la situación, aclarando las razones de las crisis y preparando al público para que en las próximas elecciones – independientemente del gigantesco fraude que prepara el gobierno -, al menos se limite el campo de acción del Presidente y se eviten las peores consecuencias de sus políticas. 

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