Dice el proverbio que “uno siembra lo que cosecha”. Y lo dice bien porque, al final, las acciones tienen consecuencias.

El movimiento que fundó López Obrador está basado en la polarización política. La narrativa maniquea de que hay unos buenos (ellos) que combaten a los malos (los otros). Los que están destinados a ganar y los que están moralmente derrotados. Los defensores y traidores de la Patria.

La otredad no se tolera. Al revés, se condena y estigmatiza.

Seis años de sembrar polarización, inevitablemente termina en una cosecha violenta.

Las formas de la política, tan importantes que son, se van diluyendo conforme los ánimos se van caldeando. El Poder Legislativo, donde conviven todas las fuerzas políticas, deja de ser un espacio de convivencia y deliberación para convertirse, primero, en una arena de insultos, luego de golpes.

En este contexto de polarización, los alumnos más refinados del estilo lopezobradorista de hacer política, tanto en el oficialismo como en la oposición, son los que acaban destacando. Gerardo Fernández Noroña y Lilly Téllez, por ejemplo. Políticos que aspiran a seguir subiendo por la escalera del poder causando el mayor escándalo posible.

Han entendido que el griterío reditúa en esta época de redes sociales.

No son tribunos como en su momento fueron José Luis Lamadrid del PRI, Juan de Dios Castro del PAN o Porfirio Muñoz Ledo de Morena, personajes que dejaron grandes ideas a su paso por la tribuna del Congreso mexicano. Son animales de las redes sociales que insultan y pelean para subir sus videos de 30 segundos a TikTok y volverse famosos. Buscan ser conocidos a como dé lugar. No importa si los adoran y odian. Lo relevante es transformarse en el centro de la conversación política por el constante ruido que protagonizan.

Nadie como López Obrador para tener éxito en el manejo de la polarización en estas épocas de redes sociales. Genio de la comunicación, como candidato presidencial y después como presidente, no faltó un solo día que no descalificara e insultara a sus críticos.

Durante seis años sembró mucho odio.

Desde el gobierno y la oposición, sus imitadores han seguido regando el terreno.

No es gratuito, entonces, el lamentable espectáculo que vimos la semana pasada en la Comisión Permanente del Congreso donde se enfrentaron a golpes nada menos que el presidente del Senado, Fernández Noroña, con el líder nacional del PRI, Alejandro Moreno. Ahí, en la tribuna donde anualmente se entrega la Medalla Belisario Domínguez a los mexicanos más destacados por su trayectoria, volaron los insultos y las cachetadas.

Es el costo de haber puesto a un facineroso como Fernández Noroña como presidente del Senado. En lugar de cumplir su deber como autoridad neutral de una asamblea plural, el histórico patán se dedicó a acrecentar su fama siendo irrespetuoso con sus pares de la oposición. Los calló e insultó con frecuencia. Nunca actuó con decoro, porque esa palabra no existe en su diccionario.

Noroña es un provocador profesional que siempre está tratando de sacar lo peor de las personas que tiene enfrente. Y vaya que lo logra. La semana pasada lo hizo con el líder del PRI, quien sacó a relucir su pasado como porro universitario. Un espectáculo entretenido, pero lastimoso por lo que representa para la pluralidad del país. Los políticos ya no pueden resolver sus diferencias por medio del diálogo y la negociación. Recurren a los golpes.

No me sorprende ni de Noroña ni de Alito Moreno.

Lo que me ha decepcionado es la reacción de la presidenta Sheinbaum.

Yo esperaba que ella se pusiera en su papel de jefa de Estado, condenara los hechos ocurridos en la Comisión Permanente y llamara a la reconciliación.

No fue así.

Por el contrario, Sheinbaum se puso del lado de su correligionario Fernández Noroña, criticando a Moreno y tildándolo de porro. Quiso la Presidenta quedar bien con la militancia de Morena, más que con una nación a la que le urge calmar sus ánimos y pacificarse.  Claudia se comportó más como jefa de partido que como jefa de Estado demostrando que sigue muy vigente el apostolado lopezobradorista de polarizar para avanzar en la política.

Se continúa sembrando polarización; cosecharemos, por tanto, cada vez más violencia. Esto en un país donde ya asesinaron a un candidato presidencial y a más de 30 políticos en el pasado proceso electoral de 2024.

                X: @leozuckermann

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