En la sociedad moderna, dominada por la productividad y la optimización de recursos,  el  concepto de utilidad adquiere la mayor importancia.

Conocemos  sin embargo, numerosos ejemplos  en los que el concepto de utilidad ha sido totalmente olvidado

Nada resulta más frustrante para los ciudadanos que ver recursos económicos, humanos y naturales derrochados en proyectos que no tienen propósito claro, impacto real ni un verdadero beneficio social.

Lo que es inútil no es solo aquello que no funciona, sino lo que se planea sin una necesidad real y concreta, y que además es impulsado por el ego, la corrupción,  la ignorancia y a veces, hasta por una venganza.

Los proyectos inútiles suelen tener una fachada grandiosa mayormente inventada por burócratas y políticos sin preparación pero que muy poca gente usa: trenes, aerolíneas, aeropuertos, refinerías, etc.  y  detrás de esa fachada siempre podemos encontrar una constante: el despilfarro de recursos, la corrupción y la impunidad.

Esos proyectos resultan muy costosos y además sin estar terminados registrando grandes sobreprecios, lo que al final termina minando la confianza de los ciudadanos en quienes los gobiernan.

Cada peso mal invertido va acabando con  la credibilidad en las instituciones  y alimenta el enojo de los ciudadanos, enojo  que, por cierto, parece no  tener eco en las mentes de políticos y gobernantes.

Lo que pudo ser una escuela, un hospital o una red de transporte útil o un aeropuerto eficiente termina siendo algo inútil, infraestructura semi abandonada, cemento hueco o código muerto envueltos en intereses políticos que siempre van en contra de los intereses de la gente que supuestamente debería ser beneficiada.

En México tenemos no pocos proyectos que han nacido de algún error cometido conscientemente por alguien o por algunos, así como de la indiferencia o la intención de llevarlos a cabo por lo que lo inútil deja de ser solo una torpeza para volverse definitivamente obsceno.

Vivimos en una época y un mundo en el que debería prevalecer la utilidad.

Todo lo que se planea, proyecta y construye debe servir ya sea para generar dinero, para  ahorrar tiempo y recursos y para aumentar la productividad.

Bajo esta lógica, lo que demuestra que no es útil debería ser desechado por ser  innecesario.

Todo lo inútil e ineficiente, sin duda alguna,  debería  ser descartado en aras de lograr la eficiencia y el aprovechamiento de los recursos y de paso, para combatir una corrupción rampante que hoy tristemente  permea abajo, arriba y a ambos lados, sin el menor recato.

Dejar respuesta

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí