La entrada en funciones  del nuevo Poder Judicial  representa uno de los  cambios institucionales  más relevantes de los últimos años. La Suprema  Corte de Justicia con nueva composición y atribuciones incluyendo la  desaparición de las salas  especializadas en materias como la administrativa y laboral, el Tribunal  de Disciplina Judicial (que  sustituye a la Judicatura)  y nuevos jueces y magistrados federales, marcan  un trastorno profundo en  el andamiaje judicial del  país. Más allá de las di mensión política o jurídica, la transformación de un poder que de entrada no goza de la confianza ideal,  plantean implicaciones económicas de gran relevancia,  ya que la certeza y certidumbre en la impartición de justicia es uno de los pilares que sustentan la inversión, la  competitividad y el crecimiento económico. 

El argumento oficial detrás de esta reforma apunta  hacia la necesidad de lograr un sistema más eficiente,  transparente y menos vulnerable a la corrupción. Sin  embargo, en el ámbito económico la discusión se centra en sí la nueva estructura aportará mayor confianza  a los agentes económicos o, por el contrario, generará  un período prolongado de incertidumbre que encarezca  los costos de transacción y ahuyente inversiones nacionales y extranjeras. 

En el corto plazo, los efectos más visibles están asociados a los costos transicionales. Empresas, abogados y ciudadanos deberán adaptarse a nuevas reglas procesales, lo que inevitablemente se traducirá en retrasos y  mayores gastos en litigios. La curva de aprendizaje de  los nuevos juzgadores incrementará la acumulación de  casos, lo cual es especialmente sensible en sectores donde las controversias, disputas y relaciones contractuales requieren resoluciones expeditas y técnicamente  sólidas, como son casos de  asuntos financieros, fiscales o laborales. La eficiencia judicial no solo es  una cuestión de tiempo:  también representa costos  directos para las partes  involucradas y afecta el  cálculo de riesgo de quienes evalúan proyectos de  inversión en el país y los  que buscan defensa ante  aparentes abusos de la autoridad fiscal o del sistema financiero. 

Uno de los puntos más  críticos es la evidente ausencia de jueces con conocimiento profundo en  materia fiscal, concesiones, regulación energética o contrataciones públicas o privadas  que puede traducirse en  

resoluciones menos consistentes e incontrovertibles.  Para los agentes económicos, esto se traduce en un entorno de mayor incertidumbre respecto a la interpretación de contratos con el Estado o ente particulares, a  la resolución de auditorías fiscales o a la defensa frente  a decisiones regulatorias. En la práctica, la pérdida de  especialización judicial incrementa los riesgos y eleva  los costos de transacción. 

En el ámbito laboral, la desaparición de una sala especializada adquiere relevancia adicional en el contexto  del T-MEC. El tratado incluye compromisos específicos  en materia de libertad sindical, negociación colectiva y  condiciones laborales, cuyo cumplimiento ha sido objeto de controversias bilaterales. Un sistema judicial  no especializado en estas materias puede dificultar la  resolución de conflictos, aumentar las disputas internacionales y generar tensiones en el comercio exterior.  El costo económico de tales disputas puede expresarse  en sanciones, restricciones arancelarias o pérdida de  atractivo para la inversión extranjera. 

El impacto no se limita a sectores específicos; a nivel macroeconómico, la seguridad jurídica constituye  factor de la competitividad. Cuando las reglas del jue go se perciben inciertas por no contar con un aparato judicial confiable, las empresas tienden a posponer  proyectos, encarecer financiamientos o trasladar inversiones a otros países. La duda de fondo es si el rediseño  del Poder Judicial contribuirá a reforzar la certidumbre  que demanda el ecosistema económico y productivo o  si, por el contrario, abrirá un período de inestabilidad  del estado de derecho con repercusiones negativas sobre la inversión y el crecimiento. 

La seguridad jurídica es un activo económico que  toma tiempo en consolidar, pero puede erosionarse con  unas cuantas decisiones equivocadas. No sólo el nuevo Poder Judicial entra en un período de prueba, también la economía nacional. El punto crítico estará en  determinar si este cambio fortalecerá la confianza necesaria para atraer inversión, estimular el crecimiento  y garantizar el cumplimiento de reglas claras, o si devendrá en mayores costos e incertidumbre para quienes  seguimos apostando por un mayor desarrollo económico de México. 

El autor es presidente de Consultores Internacionales, S.C.® 

Dejar respuesta

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí