El 27 de agosto de 2025, un boletín del INEGI informó que la pobreza laboral había aumentado. Unos días después, el informe presidencial dijo que la pobreza multidimensional había disminuido: «En 2018, 51.9 millones de mexicanos vivían en condiciones de pobreza, 41.9% de la población; en 2024, se registraron 38.5 millones que mantenían esa condición, 29.5% (…) el nivel más bajo de la historia» (página XIII).

¿Cómo leer esos números? Una lectura superficial diría que la pobreza se redujo en el sexenio pasado y está aumentando en éste. Pero no es fácil saber de qué pobreza están hablando.

Los adjetivos para la pobreza se han multiplicado: absoluta, de consumo, de desnutrición, estructural, extrema, de ingreso, laboral, multidimensional, patrimonial, de recursos, relativa, rural, temporal, urbana.

¿Se han hecho encuestas donde se pregunte: «¿Usted se considera pobre, rico o de clase media?»? Parece que no. Sería interesante comparar las respuestas con mediciones objetivas. Hay pequeños millonarios que se sienten de clase media. Hay obreros con planta, prestaciones y salario mínimo, que de hecho son de clase media, aunque no lo sienten así.

Las mediciones objetivas tienen muchas ventajas, pero requieren interpretación. En junio de 2025, el Banco Mundial (cuya vara de medir es un solo número), subió su definición de la pobreza de 2.15 dólares diarios por persona a 3. Lo cual «produjo» de golpe 125 millones más de pobres en el mundo. Para México, en 2022 el Banco estimó que el 36.3% de la población era pobre.

Otra medición simple se hace con la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH), que realiza el INEGI cada dos años. En 2024, el 53% de los hogares con menores ingresos recibió únicamente el 10% del total nacional de los ingresos.

El Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval, disuelto en junio de 2025) tenía a su cargo la medición de la pobreza. Se basaba en la ENIGH para los ingresos laborales (salariales o no), de pensiones y de remesas; más los servicios recibidos como derechos sociales (educación, salud, seguridad social, alimentación, vivienda y servicios conectados a la vivienda: agua potable, electricidad, drenaje, etc.). También tomaba en cuenta el aislamiento de la comunidad y su vulnerabilidad (ambiental, a epidemias, violencia, discriminación). Por último, consideraba el costo de la canasta básica de los bienes y servicios necesarios.

Su último informe sobre la pobreza fue de 2022, y estimó que el 36.3% de la población estaba en situación de pobreza; sumando 29.3% de pobreza moderada (que ha bajado mucho) y 7.1% de pobreza extrema (estancada).

Tanto el Banco Mundial, como la ENIGH y el Coneval se limitan a lo que los pobres ganan o reciben. No se ocupan de lo que tienen. Su patrimonio puede ir de cero para los que viven en la calle a tener bicicleta, moto, auto, menaje de casa, herramienta, vivienda, ahorros, etcétera.

El Glosario de Coneval llega al extremo de definir «Pobreza de patrimonio» como «Insuficiencia del ingreso disponible para adquirir la canasta alimentaria, así como realizar los gastos necesarios en salud, vestido, vivienda, transporte y educación».

En casi todos los países, la pobreza ha venido disminuyendo, desde mediados del siglo XIX. Quizá porque fue desapareciendo el ideal bíblico de la familia numerosa y porque surgieron los feminismos. Esto aceleró con la píldora anticonceptiva. Paralelamente, la productividad aumentó. Históricamente, los pobres fueron la mayoría aplastante. Hoy son una minoría rescatable en unas cuantas décadas, si la voluntad de ayudar reconoce sus errores.

Los pobres no son asalariados mal pagados, sino microempresarios oprimidos por la falta de créditos y el exceso de trámites.

La meta de «reducir la pobreza y la desigualdad» es un error. Mezcla dos metas distintas. Acabar con la pobreza es perfectamente posible, con microcréditos, tecnología diseñada para aumentar la productividad de las operaciones en pequeña escala y eliminación de casi todos los trámites.

La desigualdad económica, que es mayor entre los millonarios que entre la clase media, no merece los intentos fallidos una y otra vez, por mezclar las metas. A diferencia de las otras desigualdades, la económica es secundaria.

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