Me encuentro en Mexicali el viernes 5 de septiembre, y entre los impactos del calor y la baja presión que sentía, más un sangrado interno, hicieron que no pudiera yo apreciar en su belleza la ceremonia de Universidades de Baja California y de California que se unieron en un esfuerzo por mejorar la economía y la cultura de la región, estableciendo programa que prácticamente buscaba estudios que tuvieran demanda y resultados, que permitieran a los jóvenes encontrar el trabajo bien remunerado en donde podrían ganar dignamente.

La reunión fue excelente. Los rectores del Cetys, de la Ibero, de la UTT y de universidades de Estados Unidos se codeaban con amabilidad en un esfuerzo unido que podráá cambiar radicalmente la región. Por eso y por el convencimiento de que era urgente y necesario una reestructura, Tijuana Innovadora trabajó con intensidad procurando encontrar los resultados que pudieran empujar en grande este proyecto del entusiasta Dr. Rafael Fernández de Castro.

A pesar de la alegría que este evento me producía, me sentí físicamente muy mal y dejando una apetitosa comida china salimos hacia Tijuana por el lado americano, donde por ser viernes tardamos 3 horas más en pasar la frontera llegando al Hospital del Prado dirigido por esa extraordinaria y legendaria Doctora Patricia Aubanel, a la que le tengo un enorme cariño y admiración.

Dos semanas antes había yo acudido a ese mismo hospital a saludar a mi amigo de la infancia Salomón Cohen que estaba internado ahí en condiciones muy graves, que desafortunadamente lo llevaron a un fatal desenlace.

La coincidencia y el tiempo en cama me permitieron recordar hechos de mi amigo Salomón que voy a relatar con gusto…Cuando éramos pequeños, yo de 10 años y 14 Salomón, encontramos que no teníamos dinero para regalarles nada a nuestras mamás en el Día de las Madres, y junto con Jacobo Gross y Salomón Aria iniciamos una ronda a las 5AM llegando a la casa de nuestras madres a cantarles las mañanitas con nuestras excelentes voces y con carretadas de cariño. Por supuesto, despertamos a nuestras madres, las saludamos, nos besaron y continuamos la ronda en todas las casas. Desde entonces Salomón era un hombre serio que trabajaba apoyando a su papá en una tienda que estaba ubicada en la calle segunda y que se llamaba “La Marquesita”. El papá de Salomón falleció cuando él tenía unos 16 años y la tienda fue inmediatamente embargada por un acreedor duro que se llamaba Ernesto Ellis. Mi abuelo y algunos amigos juntaron recursos para quitar el embargo y Salomón empezó a dirigir la tienda trabajando 14 horas diarias, escuchando lo que sus clientes pedían y corriendo a Los Ángeles a adquirir las mercancías que seleccionaba con esmero. Pronto La Marquesita empezó a tener enorme éxito y Salomón no se despegaba ni de día ni de noche del trabajo. Admirado por propios y extraños por su responsabilidad y habilidad de adquirir artículos de buen gusto convenciendo a su clientela cada vez más numerosa.

Tiempo después, trajo a su hermano Eduardo, simpático, agradable, quien empezó a cubrir turnos con Salomón, pero que falleció súbitamente dejándolo de nuevo solo;  la habilidad de negociante de Salo fue de todos conocida a grado tal que fue invitado por otro grupo de audaces inversionista, German Hirch, Pedro Dorians, Ángel García y Miguel Goldstein, quienes lo invitaron a construir una tienda que se llamaría Dorian´s, con enormes aparadores con maniquíes y con un diseño y una audacia nunca antes visto en Tijuana. Salomón se encargó de las compras del grupo viajando constantemente a Oriente y adquiriendo respeto de los fabricantes de Asia por su capacidad negociadora y su seriedad en los tratos.

Dorian´s creció y se convirtió en una cadena de tiendas que se volvieron un ejemplo a seguir para los empresarios de Baja California.

Salomón, disciplinado, amable, serio y caballeroso se fue ganando el aprecio de la comunidad y se casó con la graciosa joven cubana que le mostró un mundo de esparcimiento a aquel hombre serio, introvertido y difícil de tratar, se llamaba Mari Juana. Fue una luminaria en la sociedad tijuanense, hacía obras de caridad, participaba en eventos y su gracia, simpatía y generosidad la convirtieron en el centro de la vida cultural y social de Tijuana en la que obligó a Salomón a ser partícipe, que aun con su timidez empezaba a gozar de amistades y cariños.

Mari Juana se murió, no tuvieron hijos, quedando solo y triste con el consuelo de amigos y parientes que lo cuidaron.

Tiempo después se encontró en un café con Carolina Aubanel quien se dedicaba a manejar un noticiero importante, hija del Dr. Gustavo Aubanel Vallejo y de María Luisa Riedel Betancourt, quien dedicó tiempo a hacer un hospital, el Hospital Del Prado y que tenía muchos talentos administrativos y una gran inteligencia y generosidad, virtudes que heredó Carolina convirtiéndose en una mujer trabajadora, buena y que llenó de amor a Salomón en sus últimos tiempos. Caro muy querida por la comunidad y respetada por su honestidad, por su lucha social y por su inteligencia.

Estuve en el hospital, en el cuarto de enseguida donde saludé por última vez a Salo, recordé muchas historias y aventuras que tuvimos con ese caballero y gentil amigo.

Una forma rara de despedirnos, mi admiración y cariño donde quiera que estés.

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