El jueves pasado, el Inegi informó que la anualizada había alcanzado el 6.02 por ciento. Acto seguido, el Banco de subió la tasa de interés referencial en 25 puntos base, de 4% a 4.25 por ciento. De esta forma, terminó el ciclo de relajamiento de la monetaria que comenzó en diciembre de 2018.

El mensaje es claro. El banco central, cuya misión es mantener la inflación baja, está preocupado por los niveles actuales del incremento de . Y tiene razón. Más allá de factores coyunturales, como la sequía en el país, hay elementos estructurales que están haciendo que los precios aumenten, al punto de estar al doble de la meta anual del Banco de México (3 por ciento).

El incremento de las tasas de interés hizo que el peso se apreciara frente al dólar estadunidense. De estar cotizando arriba de 20 pesos por dólar, cayó a 19.70. Es lógico. En un mundo de tasas de interés cero o negativas, es más atractivo invertir en México que ofrece mayores rendimientos.

Hace bien Banxico en actuar a tiempo para mantener la inflación a raya. Lo ideal, para el crecimiento económico, hubiera sido haber mantenido las tasas bajas. Pero la misión del banco central es mantener el poder adquisitivo del peso. México ya vivió periodos, en los años ochenta y noventa del siglo pasado, con altas tasas inflacionarias de dos y hasta tres dígitos anuales, cuando se comprobó que el incremento de precios tiene efectos muy negativos para los más pobres, que son los que menos pueden defenderse de este fenómeno.

Pero, más allá de la inflación en México, hay un interesante debate en torno a la política económica, el crecimiento y la inflación en todo el mundo.

Tomemos el caso de . La Reserva Federal —el banco central— disminuyó las tasas de interés a cero cuando comenzó la crisis económica por la pandemia del coronavirus. Además, inyectó billones de dólares de liquidez con el objetivo de evitar una depresión. A la par, el federal elevó desmedidamente el gasto público, también en billones de dólares, para estimular el crecimiento.

Las políticas monetaria y fiscal funcionaron. La economía de Estados Unidos sólo cayó 3.5% en 2020 y se pronostica que este año crecerá entre 6 y 7 por ciento. Con un banco central regalando dinero y un gobierno federal repartiendo apoyos a diestra y siniestra, la economía estadunidense está en un boom.

Hay economistas, como Larry Summers, secretario del Tesoro con el presidente Clinton, que piensan que tanto gasto gubernamental inevitablemente sobrecalentará la economía y producirá inflación.

De hecho, desde el año pasado, ya existe un incremento importante en los precios de los activos en Estados Unidos (acciones, bienes raíces, etcétera). Es obvio: la gente tiene dinero porque el gobierno lo está repartiendo y los bancos prestando a tasas bajísimas. Según Summers, esto eventualmente va a aumentar también los precios de los bienes de consumo.

Ya se tiene evidencia anecdótica de una falta de trabajadores en ciertos sectores de la economía debido a los subsidios gubernamentales. La gente prefiere recibir los apoyos por desempleo del gobierno a levantarse todos los días a trabajar. Hoteles y restaurantes están teniendo problemas en conseguir al personal adecuado. En , por ejemplo, están pagando hasta mil dólares semanales a los taqueros por la escasez en este mercado laboral.

Regresando a México, este año nuestra economía crecerá entre 5 y 6 por ciento. Sin embargo, todo indica que no se logrará el objetivo de inflación del 3%, ya que el incremento de los precios anualizados será del 5 por ciento. Banxico tendrá que ser muy cuidadoso en el manejo de las tasas de interés y la inyección de liquidez para equilibrar estas dos variables. Su misión es mantener la inflación baja, pero no puede ser tan agresivo como para frenar la recuperación económica.

Lo ideal para el país sería que el gobierno tuviera una política de incentivar la inversión privada aprovechando el boom económico en Estados Unidos y el enfrentamiento de ese país con China. No puede dejarse que el Banco de México sea el único que haga política económica contracíclica. Se requiere que el gobierno también deje a un lado su retórica antiempresarial y atraiga a los capitales a invertir en nuestro país. Lo que más duele de la coyuntura actual es que México, al igual que Estados Unidos, podría estar en un boom económico si jugara bien sus barajas. Hoy por hoy, por desgracia, sólo el banco central lo está haciendo.

 

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