En los 1970s el de abrió las puertas del país a los perseguidos por las dictaduras militares que llevaban a cabo genocidios en sus países. Esos militares apoyados por buscaban eliminar a la gente por su ideología y la mexicana salvó a una buena parte de la inteligencia latinoamericana. El contraste, claro está, fue domésticamente la política de exterminio de una parte de la disidencia nacional, concretada en la guerra sucia con la que el gobierno asesinó a una buena parte de la guerrilla y desapareció a muchos líderes sociales.

Con los neoliberales en el poder hay un cambio esencial a la política migratoria que de por si era restrictiva, ahora se cierran las puertas. Se ha construido un muro en la frontera sur que le obstruye el paso a los que tratan de subir a la Bestia o llegar a un albergue. El muro lo construyó Ferrosur, empresa del Grupo México de Germán Larrea, el mismo grupo que dejó enterrados a un grupo de mineros. Y se despliegan fuerzas policíacas para evitar que entren migrantes a México, aunque su intención sea pasar a Estados Unidos.

México ha aceptado hacerle el trabajo sucio a Estados Unidos. Se ha erigido en el guardián de la frontera para evitar que los migrantes centroamericanos y algunos de otros países puedan llegar a Estados Unidos.

Ya se ha hecho costumbre que se mencioné que si exigimos que Estados Unidos le de un trato digno a los mexicanos, México debe actuar en consecuencia.

Los migrantes que cruzan México sufren: acoso, extorsión, robo, violación, son denigrados y se violentan sus derechos elementales. Muchas veces sufren todo lo anterior.

En Centroamérica se vende una “inyección anti-México”, recomendada para las alrededor de 45.000 centroamericanas que cruzan anualmente el país sin documentos migratorios, y que según Amnistía Internacional un 70% de ellas sufre algún tipo de abuso sexual.

Detrás de las agresiones contra los migrantes se encuentran en primer lugar las policías, y luego delincuentes que actúan solos o con protección policíaca y el crimen organizado. Los migrantes son víctimas numerosas veces. En el país que los expulsó, ya sea por pobreza, violencia, agresión política, o todas ellas combinadas. Son víctimas en su trayecto por México, y son victimizadas otra vez por las autoridades migratorias de Estados Unidos.

La mexicana, por desgracia, es limitada y prácticamente ausente por parte del gobierno, que siguiendo los lineamientos de Washington se dedica a perseguir migrantes. Según la Dirección de Migración de Guatemala, según reporta El Universal, México deportó 359,152 centroamericanos de 2015-2017. Podemos suponer que algunos de ellos eran deportados de Estados Unidos, los otros sufren la intolerancia y persecución del gobierno de México. Y no se trata, como piensan algunos que son aventureros tratando de conocer el sueño americano, son gente desesperada que seguramente la pasarán muy mal al regresar, muchos morirán. Pensemos en los salvadoreños que enfrentarán a las pandillas que hacen de las suyas con el beneplácito del gobierno.

La larga crisis centroamericana, en la que Estados Unidos ha jugado un papel fundamental, ha producido un éxodo masivo, mientras escribo éstas líneas, alrededor de 7,000 marchan hacia Estados Unidos habiendo logrado ingresar a México no obstante la represión violenta que ordenó el gobierno mexicano que se ha escudado en criterios legaloides para hacerle el trabajo sucio a los estadounidenses.

La derecha por su parte ha reaccionado con xenofobia y racismo, en las se leen los argumentos de Trump cuando justifica la expulsión de mexicanos. Esto no debe sorprendernos, ya que a la menor oportunidad salen los argumentos de odio y desprecio, y si hasta ahora se han abstenido de manejarlos respecto a los migrantes indocumentados en Estados Unidos, seguramente no tardan en hacerlo. Al igual que la derecha estadounidense ellos piensan que la migración debe ser ordenada. Así que si a usted lo persiguen, tratan de matar y el gobierno no puede ni quiere protegerlo, vaya a sacar su pasaporte, luego fórmese en la fila del consulado de su predilección y marche ordenado para no irritar a la derecha, ya que ésta reclama orden para poder seguir depredando al mundo.

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