Sí, tenemos un presidente muy popular. Sí, la mayoría de los mexicanos le sigue creyendo al mandatario que estamos en una gran transformación de dimensiones históricas, equivalente a la Independencia, la Reforma y la Revolución. Muy bien. Pero la realidad es que el proyecto económico de López Obrador ha sido un .

No lo digo yo, lo dicen lo números.

Comencemos con el crecimiento económico. En su campaña,  no se cansó de criticar la mediocridad del periodo neoliberal. Efectivamente, desde que comenzaron las reformas orientadas hacia el mercado, el Producto Interno Bruto de creció, en promedio, un poco más del 2% anual. Bueno, pues ese maldito 2% hoy se ve tremendamente apetitoso.

AMLO prometió crecer, en promedio, un 4% anual durante su sexenio. Estaba en campaña y, como sabemos, prometer no mata. La mexicana, sin embargo, comenzó a enfriarse desde que ganó AMLO la elección y, en particular, cuando canceló la obra del nuevo aeropuerto en Texcoco en octubre de 2018. A pesar que la economía de seguía creciendo sólidamente, el PIB mexicano decreció -0.2% en 2019, el primero de AMLO.

Luego vino el covid que generó una gran recesión mundial. México, sin embargo, fue de los países con peores caídas en su PIB: -8.4% en 2020.

El año siguiente, es decir 2021, vino la recuperación mundial. La economía mexicana no fue la excepción. Se esperaba un sólido crecimiento de más de 6% en el año, pero resulta que el segundo semestre de 2021 fue malo. Todo indica que, los últimos dos trimestres del año, el PIB mexicano se contrajo, es decir, tuvo tasas de crecimiento negativas, lo cual significa que técnicamente entramos en una recesión. Cuando los números definitivos salgan, parece que el crecimiento del PIB habría sido por ahí del 5% anual en 2021.

De esta forma, todavía estamos lejos de recuperar el nivel que tenía la economía antes de la pandemia del covid-19, y aún más lejos de cuando tomó posesión AMLO en 2018. Peor aún, tenemos la más alta inflación en los últimos 20 años: más del 7% anual. El terrible fantasma de la estanflación comienza a vislumbrarse.

Podría decirse, sin embargo, que la economía ha caído, pero la igualdad social ha mejorado. No es así. Hoy sabemos que la pandemia generó más desigualdad en todo el mundo: los ricos se hicieron más ricos, los pobres más pobres. México no fue la excepción. De acuerdo al Reporte Mundial de la Desigualdad 2022, en nuestro país el 10% de la población más próspera se quedó con el 79% de la riqueza. Dos años después que ganó AMLO prometiendo una mayor igualdad social, estamos peor y por debajo de países similares como Brasil y Argentina.

Ni se diga de los magnates con fortunas multimillonarias. Ahí no hay cambio. Los privilegiados con fortunas de miles de millones de dólares siguen teniendo derecho de picaporte en Palacio Nacional. Antes, de acuerdo a AMLO, eran “la mafia del poder”. Hoy son sus “asesores” y “amigos”. De hecho, ha recomendado que tres de ellos compren Banamex ahora que Citi lo va a poner a la venta. ¿Dónde está la gran transformación?

Un último indicador: el número de pobres. Como no hubo programas sociales para apoyar a la población durante la pandemia, cuatro millones de mexicanos que eran parte de la clase media baja, muy vulnerable, pero clase media al fin y al cabo, cayeron en la . De esta forma, para terminar el 2020, había 58.2 millones de mexicanos viviendo en la pobreza, el 43.5% de la población.

Tres años de lopezobradorismo han producido caída del crecimiento económico, mayor desigualdad social, continuidad de los grandes oligarcas y aumento de los pobres.

Frente a esta realidad, lo único que tiene que presumir el es que ha subido 60% el salario mínimo durante este sexenio, lo cual celebro. Muy bien. Pero resulta que, debido a las penurias de la economía mexicana, hay cada vez más trabajadores que ganan un salario mínimo. Entre octubre de 2020 y octubre de 2021 se incrementó en 1.7 puntos el número de personas con ese ingreso.

Mucha transformación, mucha popularidad, mucha palabrería, mas una realidad adversa. El proyecto económico de AMLO es un fracaso. El presidente ni siquiera ha encontrado un nombre para dicho proyecto. “Economía moral”, le dice, la cual era el nombre de una columna en el periódico La Jornada. Otros le dicen post-neoliberalismo sin mucha creatividad. Pues resulta que el “post” ha resultado peor que el “neo” a secas.

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