• La transición a fuentes bajas en carbono junto con la seguridad energética es la principal apuesta hacia el futuro.
  • El no se puede basar en que no tiene futuro promisorio, ante el agotamiento de las reservas y la falta de inversión.
  • En la inversión en generación de energías limpias es donde el país debería tener la mira para alcanzar el crecimiento económico.

La tendencia mundial sobre producción, sustentabilidad y seguridad energética ha tomado un rumbo definido: depender lo menos posible de fuentes convencionales, en especial hidrocarburos, y transitar hacia fuentes bajas en carbono. Los proyectos y planes para dejar de fabricar y vender automóviles a base de gasolina se están materializando; la producción de con fuentes limpias como solar, eólica y mareomotriz, también han avanzado. , se había empezado a montar en esta ola con la reforma constitucional de 2013-2014 impulsando las fuentes limpias y dejando de depender menos de los hidrocarburos.

Sin embargo, el avance que se había seguido por esta senda se ha visto detenido de cierta manera en la actual administración que ha planteado seguir sustentando el crecimiento económico en el fortalecimiento del sector petrolero y la autosuficiencia, en especial de combustibles fósiles. Lo cierto es que el crecimiento económico del país no vendrá del ni la rectoría del estado se puede basar en la salvación de una industria que no tiene un futuro promisorio, por el agotamiento de las reservas actuales y la falta de inversión para incrementarlas.

En el tema de las reservas, de acuerdo con el BP Statistical Review of World Energy 2020 México se sitúa en el lugar 20 de países con mayores reservas del mundo, lo que representa el 0.4% del total mundial. En los primeros lugares, están Venezuela y Arabia Saudita que individualmente poseen más del 17% de las reservas totales. Le siguen Canadá e Irán con poco más del 9% cada uno, seguido de Irak, Rusia, Kuwait, Emiratos Árabes Unidos, y Libia.

«El crecimiento no vendrá del petróleo ni la rectoría del estado se puede basar en la salvación de una industria sin futuro promisorio.»

A nivel doméstico, de acuerdo con el Centro Nacional de Información de Hidrocarburos (CNIH), las reservas de petróleo probadas, probables y posibles han disminuido drásticamente en la última década. Las reservas probadas, las que sí tenemos disponibles y en explotación, han decaído de 10 mil 025 millones de barriles a 6 mil 059 millones de barriles de 2012 a 2022, lo que representa una reducción de 40%. Por su parte, las reservas probables y posibles se han reducido 40% y 55%, respectivamente.

Para que las probables y posibles pasen al estatus de probadas se requiere la inversión para explorar yacimientos no convencionales y aguas profundas. Sin embargo, la contrarreforma energética de la actual administración canceló las rondas de licitaciones y limitó la participación privada en el sector y no la sustituyó con inversión pública, por lo que las reservas seguirán en categoría de probables.

El propio CNIH muestra que en lo que va del sexenio la producción de petróleo crudo sin socios, que sólo contempla la producción de PEMEX, ha decrecido 14% de 2018 a diciembre de 2022 (último dato disponible). Tan sólo a finales del año pasado, de noviembre a diciembre tuvo una fuerte contracción del 8%. En números, se pasó de producir en 2018 un millón 800 mil barriles diarios a un millón 556 mil barriles diarios en diciembre de 2022.

estadistica reserva petroleo

Lo anterior muestra que la plataforma y las reservas que se tiene para sostener un posible crecimiento es insuficiente. El mexicano había prometido 2.19 millones de barriles
diarios para 2022, sólo ha logrado 1.5 millones y va en franco decremento. Según estimaciones el volumen actual alcanza para poco menos de 10 años de explotación (y la es construir refinerías), y eso hace que la dependencia de los ingresos petroleros en el sea cada vez más peligrosa. Es tan alarmante el dato que tan solo Nuevo México produjo más crudo que nuestro país en ese mismo año.

El viraje que se espera para 2023 en torno a las políticas energéticas de los países son la eficiencia energética, cambiando los hábitos de consumo y reduciendo el consumo de energéticos, la inversión en sistemas de generación de energías renovables (fotovoltaica y la eólica), donde la principal apuesta, la más desarrollada hasta ahora, es la energía solar fotovoltaica que llevar a los países al autoconsumo y en la movilidad eléctrica para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.

El país corre el riesgo de que el aparato productivo del estado, en lugar de ser un motor, sea una limitante al crecimiento. México tiene que retomar la senda de depender cada vez menos de los hidrocarburos. En la generación de energías limpias es donde el país debería tener la mira para invertir eficientemente los recursos de cara a un crecimiento sustentable.

La dinámica económica del siglo XXI obliga a tomar decisiones en menor tiempo, considerando un mayor número de variables. Este proceso integral demanda a sectores, e instituciones adaptarse a los cambios del corto y largo plazo, comprender la integración a las cadenas locales y globales de valor y, con ello, generar los retornos hacia el mercado.

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