Uno de los lugares más impactantes que he visitado en mi vida ha sido la ciudad de en . A las 8:15 de la mañana del 6 de agosto de 1945, cuando la gente estaba entrando a trabajar, cayó sobre esta ciudad la primera bautizada como Little Boy.

Al mismo tiempo de mi visita, leía sobre la de este evento que cambió al mundo. De un libro recuerdo que los hiroshimenses no entendieron nada de lo que había ocurrido. De repente algo explotó. No era una bomba común y corriente porque Little Boy estalló a 600 metros de altura antes de alcanzar el suelo.

La detonación mató de inmediato a unas 66 mil personas. Literalmente se pulverizaron. Sólo quedaron sus sombras. En el Museo de la Paz y la Memoria de Hiroshima hay unas escaleras donde puede verse la sombra que dejó un hombre que estaba ahí sentado.

Éstos fueron los más suertudos. Otros miles más quedaron con quemaduras gravísimas. Desesperados, se tiraban al río para calmar el dolor. Eventualmente murieron por las úlceras que comenzaron a agusanarse.

Luego vinieron las muertes más lentas: las causadas por la radiación. La gente empezó a experimentar todo tipo de cánceres, muy dolorosos, que se los llevó a la tumba.

Además de los pulverizados, se calcula que murieron otros 160 mil japoneses en los subsiguientes días, meses y años.

Así el horror de la bomba nuclear.

El presidente estadunidense Harry Truman fue el que aprobó el lanzamiento de la primera bomba nuclear. “La usamos —dijo en un mensaje trasmitido el día que detonaron un segundo artefacto sobre la ciudad de Nagasaki— para acortar la agonía de la , para salvar las vidas de miles y miles de estadunidenses”.

Japón efectivamente se rindió incondicionalmente pocos días después.

Pero ¿era necesario devastar Hiroshima y Nagasaki para enseñarle a los japoneses que tenía una nueva arma poderosísima? ¿Por qué no detonarla en medio del mar, filmarla y luego amenazar a Japón que, de no capitular, les caería esta nueva bomba nuclear? ¿Para qué matar a tantos civiles incluyendo miles de niños?

El general Dwight Eisenhower, héroe de la , años después afirmó: “Los japoneses estaban listos para rendirse y no hacía falta golpearlos con esa cosa horrible”.

Según Tsuyoshi Hasegawa, la principal razón para usar la bomba fue forzar a los líderes japoneses a que se rindieran antes que los soviéticos entraran a la guerra en esta región del mundo. Este profesor de la Universidad de California es parte de una corriente que considera que la detonación en Hiroshima fue en realidad el primer acto de la Guerra Fría. “Te lo digo Japón para que lo escuche la Unión Soviética”. EU mataba dos pájaros de un tiro: obligaba a los japoneses a deponer las armas sin condición alguna y mandaba un mensaje a la URSS que ya se percibía como el nuevo enemigo. Además, el estadunidense pudo medir objetivamente los efectos de una explosión nuclear sobre un centro urbano.

La película Oppenheimer trata sobre la historia de uno de los creadores de la bomba nuclear que cayó sobre Hiroshima. Me gustó mucho por la combinación del tema científico con el político. Vemos cómo, en 1942, el general Leslie Groves (Matt Damon) le ofrece al físico J.  (Cillian Murphy) dirigir el Proyecto Manhattan con el fin de desarrollar una bomba nuclear que, se sospecha, ya estaban construyendo los nazis en Alemania.

Dos temas se entrelazan. Por un lado, el costoso esfuerzo por construir la bomba y, por el otro, la sospecha de la simpatía de Oppenheimer con el comunismo y su posterior persecución en Estados Unidos por esta duda.

En la película alcanzamos a ver los temores que le despierta a Oppenheimer el construir un arma tan devastadora. Incluso, después de Hiroshima, se lo manifiesta al presidente Truman, quien bruscamente lo despide de la Oficina Oval al mismo tiempo que le dice a uno de sus asistentes no querer volver a ver a ese “bebé llorón”.

Pero el tema del arrepentimiento es un mero refilón en el filme. No entra, de lleno, a los dilemas morales del descubrimiento de un arma tan poderosa que puede acabar con toda la humanidad. Se entiende. En aquel momento, el mundo se encontraba en una guerra, la más devastadora de la historia, y ni la gente ni los gobiernos ni los científicos estaban para delicadezas éticas.

Pero eso no significa que, ahora, a la distancia, sí debamos acompañar a la película de Oppenheimer con el entendimiento de las consecuencias de sus acciones como fue la espantosa muerte de cientos de miles de personas en Hiroshima y Nagasaki.

 

Twitter: @leozuckermann

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