Detesto los regímenes personalistas con el inevitable culto a la personalidad del líder. Siempre terminan mal. El caudillo suele perder el piso. Ineludiblemente comienza a sentirse divino y tomar decisiones irracionales. En su entorno nadie se atreve a decirle la verdad. Su voluntad es ley.

Una de las características que precisamente me disgusta del régimen lopezobradorista es su tendencia caudillista. La figura central que desempeña este indudable líder político.

No es que yo esté en contra de su popularidad, que vaya que la tiene, pero me molesta para qué la utiliza. En lugar de usarla para resolver problemas públicos de gran calado, como darle servicios de salud a todos los mexicanos, la emplea para destruir o debilitar instituciones inherentes de la liberal. Por ejemplo, a los otros dos Poderes del Estado (Legislativo y Judicial) y los órganos autónomos como el , Inai, Cofece, etcétera.

En el centro del proyecto lopezobradorista se encuentra la noción de un solo pueblo, unidos todos con las mismas convicciones, que apoya a un solo líder. No hay ni debe haber nada más. Si alguien piensa diferente que el líder, no son pueblo por definición. Son apóstatas repugnantes que merecen la ignominia.

El caudillo representa la voluntad del pueblo. En este sentido, para López Obrador, el Presidente es la única autoridad legítima del Estado.

Como en las dos cámaras del hay legisladores de oposición que no piensan como él, deben excluirse de los actos para celebrar la Independencia de . Ni se diga de invitar a los festejos patrios a los ministros de la Suprema Corte de Justicia que le han echado para atrás legislaciones por inconstitucionales. “Ellos no son como yo que sí represento al pueblo”. “Ellos no son México”. “Ellos son élites a los que debemos despreciar”.

Discrepo de mi colega Jesús Silva-Herzog Márquez, quien considera como “infantilismo” la actitud del Presidente al no invitar a los otros Poderes del Estado a los festejos patrios. No es que López Obrador sea como un “niño que trata al país como si fuera su arenero”. Yo no lo veo así. Al revés, percibo una actitud muy adulta, tan vieja como la de la humanidad, de concentrar el poder.

“Aquí lo único que importa es el pueblo y yo”, comunica el Presidente con su conducta. En la fiesta no puede haber más invitados. Ni de los otros Poderes, pero tampoco aparece el gabinete presidencial en la trasmisión televisiva del Grito de la Independencia.

“Yo, López Obrador, encarno la historia de México. Personifico la Independencia, la Reforma, la Revolución y ahora . El país no necesita más. La única institución del Estado que representa al pueblo es la Presidencia, o sea, yo. Las demás instituciones son un embuste que deben irse al diablo. No tienen por qué venir a este Palacio Nacional a festejar una efeméride de nuestra historia”.

Me parece un error calificar como infantil esta decisión presidencial. Minimiza la importancia de lo ocurrido. Se trata de un asunto muy grave. He aquí al jefe del Estado mexicano comportándose como caudillo de país bananero. Un Presidente que no cree en los contrapesos del régimen democrático liberal. Que claramente quiere concentrar el poder en su persona.

No me sorprende esta actitud autoritaria de López Obrador. Lo vengo diciendo desde hace muchos años. Como cuando uno de sus hermanos apoyó a un candidato del PRI a una gubernatura y, por pensar diferente, lo tildó de “traidor” y desconoció como su familiar. La realidad es que nuestro Presidente nunca ha creído ni en la pluralidad ni en la tolerancia. Lo suyo siempre ha sido la exclusión.

Ahora está en el pináculo del poder presidencial. Ya no tiene por qué enmascarar su verdadero ser. Para él, México es el pueblo y su Presidente. Caudillismo duro y puro.

López Obrador cada día está volando más alto. Le queda un año en el poder. ¿Regresará algún día a la Tierra? ¿Será cuando entregue la banda presidencial a su sucesora? ¿Podrá vivir lejos de la política? ¿Se retirará a su rancho y cortará el cordón umbilical que lo une a su pueblo amado? ¿Así de sencillo se retirará este patente caudillo? ¿Estamos viendo el ocaso o el crepúsculo de un líder que se siente tocado por el Dios del pueblo?

 

X: @leozuckermann

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