Tras un primer año cargado de ambiciosos sociales y económicos, somete a examen a su presidente. Andrés Manuel López Obrador, el líder del Ejecutivo de México, se somete al análisis y el estudio de su primer año de mandato en el país azteca. Un año de gestión resumido en un informe que será publicado el domingo 1 de septiembre, y que está generando una gran expectación en el país; ya que la controversia en las opiniones está generando una sociedad divergente respecto a la gestión que debe asumir el país.

Desde la proclamación de , conocido popularmente así por sus siglas en el país, el país dio un giro muy brusco en sus políticas. En el propio mensaje del presidente se podía ver un claro mensaje de esperanza para un país que, históricamente, ha estado sometido a elevados niveles de corrupción y altos grados de inseguridad jurídica.

El presidente López Obrador, de la izquierda mexicana, trató de enfocar un discurso social, centrado principalmente en la aplicación de políticas con mayor impacto social y una menor preocupación en el capital; algo por lo que no se caracterizaba la gestión de , el anterior presidente.

Estas esperanzas por cambiar el país, estos discursos basados en la social y en generar un escenario de cambio, situando en el centro de atención a la sociedad mexicana, despertó una ilusión en una población que, como mostraban los indicadores de confianza con el anterior presidente, sentía un gran descontento, así como una notable desafección con un que, para el pueblo, solo le importaba el capital y la riqueza. Los proyectos de López Obrador eran un soplo de aire fresco para un país con ganas de cambio y que reivindicaba una mayor protección gubernamental.

Ya en campaña se pudo ver al presidente López Obrador atacar duramente a los gobiernos predecesores, así como a aquellas que, según el, se estaban enriqueciendo a costa de los mexicanos. Un presidente con un discurso de gran calado para una sociedad que padecía los efectos de una desigualdad cada vez más pronunciada. Sus ganas de cambio, sus ambiciones tan ansiadas le aportaban una credibilidad y un fuerte apoyo social en el país, llegando a obtener una cómoda victoria en las urnas. Unas urnas que, según el último informe publicado por El Universal –diario mexicano-, volverían a registrar un mismo resultado si se volviesen a repetir las elecciones, con un 74% del electorado.

Sin embargo, quizá esos ambiciosos planes y esas políticas tan disruptivas han sido también la causa del sabor agridulce que mostrará el informe presidencial. Un país, por muchos deseos que se tengan, no puede dar un giro de 360º en cuestión de dos semestres. Los problemas estructurales en México representan un gran reto que, pese a los ambiciosos deseos del presidente, deben afrontarse en un  medio/largo plazo, dando tiempo a que las políticas surtan efecto en el país. Sin embargo, la falta de realidad objetiva y esa ambición que recalcamos ha provocado que esas políticas que desea aplicar el presidente pasen de ser una serie de políticas disruptivas a ser unas políticas inquietantes.

Las ganas de cambio son tangibles. Sin embargo, no se puede caer en el error de no observar la realidad vigente en el país. México atraviesa una situación bastante difícil en materia económica. Con un crecimiento del 0,1%, la mexicana se encuentra prácticamente estancada, a esperas de una relajación del Banco de México en los tipos de interés para tratar de dar un respiro a una economía debilitada y asfixiada. Mientras, el presidente López Obrador, lejos de querer ver una realidad existente, sigue centrado en la aplicación, por la fuerza, de unas políticas sociales que no se ajustan, actualmente, al contexto económico y político que vive el país.

Las políticas sociales están muy bien. Sin embargo, no podemos centrarnos en aplicar todas las políticas sociales deseadas sin, antes, haber analizado la economía y sus necesidades. La sociedad es prioritaria, pero sin una economía que la sustente, esas políticas sociales tendrán una vida muy corta, deteriorándose en el largo plazo como consecuencia de la mala evolución de la economía en el país. Una razón que ha provocado el cuestionamiento de la gestión de un presidente que, como digo, prefiere seguir vendiendo una prosperidad, a, por el contrario, aplicar las reformas que necesita el país para combatir, prioritariamente, la desaceleración que sacude a la economía nacional.

Mientras que la economía Mexicana ha estado creciendo a un promedio total del 2%, en el último año estamos viendo como las previsiones de los organismos pertinentes han reducido sus previsiones a un crecimiento situado en el 0,9%. Un reajuste a la baja que dista mucho de ese 1,6% que proyectaba el Fondo Monetario Internacional (FMI) a principio de año. El deterioro que ha sufrido la economía en el país y las dificultades con las que se está encontrando para salir del atolladero en el que se encuentra vislumbran un escenario pesimista para la economía mexicana en los próximos meses.

Un fenómeno precedido por una guerra comercial y unos sucesos que están dañando la economía mundial y que, como consecuencia, contagian la economía mexicana. Mientras tanto, aunque la gestión, como digo, se haya basado en la política social, no podemos decir que la gestión haya sido nefasta. Hablamos de un presidente con gran calado social y que está provocando en los ciudadanos mexicanos una concienciación de que el país necesita un cambio en materia civil. Un cambio que, en un futuro, dotará de una mayor garantía a los inversores para atraer capital a la región. Sin embargo, como digo, sus políticas, hasta ahora, no han ido del todo acordes a la realidad vigente.

Como digo, las necesidades que precisa México en estos momentos es reforzar su economía, dotándola de una mayor robustez que le permita atravesar la desaceleración, sorteando una mayor ralentización que le lleve directo a la recesión económica. Más tarde, ya vendrán las políticas sociales cuando la situación económica mejore. El país sabe de sobra que AMLO es un presidente basado en la política social, pero no por ello debe caer en la autocomplacencia de decir que la economía se muestra favorable y no corre ningún riesgo, pues está mintiendo así a su electorado y al país en su conjunto.

La economía mexicana, como todas, corre unos riesgos, así como unos retos, que debe afrontar. El presidente, con miedo de no poder aplicar sus políticas, sigue presentando un discurso optimista que poco se ajusta con la realidad de unos indicadores macroeconómicos que, con el paso del verano, han ido intensificando la negativa situación que atraviesa el país.

A punto de cerrar el primer año de mandato, es hora de adoptar las reformas que necesita el país, es hora de reconocer la desaceleración y combatirla con políticas enfocadas a paliar la situación y sortear la recesión. Pues, la supervivencia de las políticas deseadas por el presidente podrían verse condicionadas con la evolución de la economía en el país.

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