Cualquier individuo que desempeñe cualquier actividad tiene el derecho de renunciar cuando se le pegue la gana. Nadie puede estar obligado a trabajar en un lugar contra su voluntad. En este sentido, Arturo Zaldívar está en su derecho de dimitir como ministro de la Suprema Corte de Justicia.
La Constitución dice que sólo puede hacerlo por una “causa grave”. Es otra de nuestras muchas disposiciones jurídicas inaplicables. ¿Quién decide qué es grave y qué no? ¿A quién le toca aplicar esta ley? ¿Al Presidente o al Senado que son los que tienen que aceptar la renuncia de un ministro? Se trata de una tontería que debería modificarse. Es más, también habría que remover la obligación del beneplácito del Ejecutivo y el Senado para que un ministro pueda dimitir. ¿Qué tal si uno de ellos no accede? ¿Puede quedarse alguien a trabajar en un puesto en contra de su voluntad?
Zaldívar tiene el derecho de decir hasta aquí llegué. Como todo profesional, debe hacerse responsable de sus actos, incluyendo la renuncia. En este caso, la responsabilidad política de un funcionario que abandonó adelantadamente su cargo. A la ciudadanía nos toca juzgar si hizo bien o mal en dejar un puesto tan importante como ministro de la Suprema Corte para irse a trabajar a una campaña electoral.
La renuncia de Zaldívar ha sido desaseada. Formalmente sigue siendo ministro hasta que no se desahogue su dimisión por parte del Presidente y el Senado. Sin embargo, antes que ocurriera eso, se filtró una fotografía del todavía miembro del máximo tribunal con la candidata presidencial de Morena. A la par, Claudia Sheinbaum informaba que había acordado trabajar con Zaldívar “para avanzar en la transformación del país”.
Yo no tengo problema con que el ministro renuncie para irse con Claudia. Pero, hombre, hay que guardar un poquito las formas. No estoy pidiendo mucho. Sólo unos días para procesar jurídicamente la renuncia del ministro y evitar una imagen que pone en entredicho la independencia del Poder Judicial.
No entiendo por qué no hacerlo. A menos que se quisiera enviar el mensaje precisamente contrario: que Zaldívar siempre fue un ministro subordinado a la 4T. “Miren, sí, Arturo es de los nuestros y qué”.
¿De verdad le conviene esto a Zaldívar, a quien no le faltan malquerientes en la comentocracia?
En fin, no veo la utilidad de filtrar la susodicha fotografía. Resta más de lo que suma.
El hecho es que Zaldívar se irá de la Corte y dejará una vacante que llenará el Presidente. Se trata de un obsequio muy valioso para el mandatario actual, quien, al final de su sexenio, habrá nombrado a cinco ministros durante su periodo. Evidentemente, y ya lo aceptó el propio López Obrador, su propuesta será de alguien afín a su proyecto político.
Se podría aducir que el Presidente no gana nada porque se va un ministro cercano a la 4T para que llegue otro igual. Sí, pero Zaldívar terminaba hasta diciembre de 2024 cuando ya habrá otra presidenta: Claudia Sheinbaum o Xóchitl Gálvez.
En el caso de la primera, pues es la candidata de López Obrador, así que, de ganar la Presidencia, la 4T quedaría tablas.
Ah, pero no faltan los sospechosistas que ya andan diciendo que esto es un movimiento de López Obrador para heredarle a Claudia una Corte que él controlaría el próximo sexenio. Parte de la estrategia para implantar un Maximato. El argumento no parece lógico porque, en el mejor de los casos, López Obrador tendría tres de los 11 votos de la Corte: el de la plagiaria Yasmín Esquivel, el de la incondicional Loretta Ortiz y el de la sustituta de Zaldívar. No me convence, por tanto, este argumento, pero sí refleja cómo hay gente convencida de que López Obrador es el cerebro detrás de todo lo que sucede en la política mexicana porque quiere seguir gobernando el próximo sexenio desde su rancho.
A quien sí le hace mella la renuncia de Zaldívar es a Xóchitl Gálvez. Hoy se ve poco probable que gane la Presidencia, pero una probabilidad baja no es una probabilidad nula. El nuevo colaborador de Sheinbaum le estaría quitando a la próxima presidenta opositora la posibilidad de nominar a un ministro afín a su proyecto. Porque, no nos hagamos bolas, todos los presidentes siempre designan para la Corte a un jurista cercano ideológicamente a ellos. Que luego éstos se comporten de manera independiente —como hizo Zaldívar con Calderón, que lo nominó, o Margarita Ríos y Juan Luis González Alcántara con López Obrador— es siempre una posibilidad que puede ocurrir. Pero no lo veremos, porque Xóchitl no nominará al sustituto de Zaldívar gracias al retiro adelantado de éste.
X: @leozuckermann